¿Cómo andamos?, ¿qué nos toca?
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¿Cómo andamos?, ¿qué nos toca?
No me agrada el alarmismo ni la negatividad. Cuando ya no tenemos ideas nos da por generalizar porque es lo más cómodo. Se pintó de negro la educación en el sureste (Chiapas, Oaxaca y Guerrero) como la región donde la enseñanza estaba por los suelos. Y no hay duda de que tiene graves problemas, pero no se trata del atraso por definición. Ni debemos regodearnos comparándonos con lo peor de México creyendo que salimos bien librados. La Secretaría de Educación Pública de Aurelio Nuño como la de Josefina Vázquez Mota satanizaron a los maestros surianos y, de pasada, a los niños; y todavía no entiendo por qué.
Rememoro a dos maestros de una pequeñísima comunidad del municipio de Comalapa, Chiapas, que obtuvieron el premio a la mejor escuela primaria (ella se ocupaba de los tres primeros grupos y él de los de cuarto a sexto). Y esos niños sabían más que los de muchas ciudades importantes del país incluyendo México, Guadalajara y Monterrey. Alguna vez mencioné que en un pequeñísimo poblado del río Sonora en el que trabajé (el ejido Bamori), toda la primaria estaba en manos una única profesora, María Elena Montijo, y que esa escuelita ganó varias veces el premio a la mejor primaria del Estado. Estos dos ejemplos nos ponen frente a una doble posibilidad: la eterna quejumbre o la lucha por superarnos.
Hace ocho años creamos la licenciatura en historia en la Universidad Autónoma de Coahuila. En el primer mes hubo quejas de varios maestros: “los alumnos vienen muy mal”, “no leen y no saben escribir”, en efecto, así venían. Discutimos, nos enojamos, alguno se sintió ofendido y otro renunció, pero llegamos a una conclusión: “así vienen y nos toca ayudarlos a cambiar”. Tomamos o asumimos un lema “todos los maestros los debemos llevar, tranquilamente, sin exagerar, a leer y escribir”. El resultado ha sido que algunos de aquéllos que ni leían ni escribían ya han publicado 23 folletos, aparecieron como coautores de varios libros, presentaron 25 tesis, participaron con ponencias en congresos nacionales y algunos internacionales (39, creo: Perú, Brasil, Cuba y España), uno publicó un muy buen libro de la historia de la educación en las escuelas protestantes de Saltillo en el siglo 19. ¡Vaya y esos eran los que ni leían ni escribían!
Cuando dirigía Felipe Martínez Rizo el Instituto de Evaluación Educativa (organismo independiente del Gobierno), mostró que la educación indígena en Chiapas y Yucatán era mejor que la misma en Jalisco y Chihuahua. Los dos gobernadores de estas entidades brincaron: ¿cómo se atreve a compararnos usted con Chiapas? Felipe les mostró el descuido en que tenían a coras, huicholes, tarahumaras, mexicaneros, tepeguanos y otros, mientras que en el sureste los tzotziles, tojolabales y mayas iban avanzando. ¡Nada qué discutir!, Chiapas estaba mejor.
No quiero pasar por alto que hoy inicia un año que se prevé como muy difícil en lo económico, lo político y lo cultural. Ninguna duda podría anidar en nuestras mentes sobre la debacle. Pero ya que hoy es primero de enero y que tanto los negocios como las personas tienen como práctica hacer un balance y reprogramar sus actividades y vidas, podemos pensar en la responsabilidad que nos toca y no nada más en la maldad del mundo.
No pretendo, repito, olvidar tanta deshonestidad y tan grande desfachatez de nuestros políticos, empresarios y banqueros. Digo que cada uno puede y debería dejar de señalar, al menos el día de hoy, a los demás y volver su dedo hacia sí mismo. Mao Tse Tung escribió que las ideas no tienen dueño, sino que son de quien las lleva a la práctica (y pido disculpas por nombrar a ese dictador genocida, pero quédese usted con el concepto).
¿Qué haré en las elecciones que vienen?, ¿cómo participaré entre los que me rodean?, ¿en qué puedo cambiar por los gasolinazos?, ¿a quién puedo ayudarle?, ¿qué me corresponde como persona, familia, grupo de amigos?, ¿hay soluciones a cosas que me molestan?, ¿qué hacer para luchar contra la injusticia contra los más débiles? No tengo respuestas pero decía Heidegger que hay un primado de la pregunta: todo preguntar es un buscar y cada respuesta vuelve a preguntar. Gadamer, por su lado, escribió que si no preguntas no comprendes. ¿Alguna pregunta?