Comentarios e interpretaciones
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Comentarios e interpretaciones
Mi artículo del domingo anterior suscitó una serie de ataques, algunos hacia mis posiciones frente a la campaña y los candidatos, otros, muy ofensivos, hacia mi persona. Declaro con firmeza que apruebo las respuestas de los lectores, incluyendo las insultantes, porque ese es su derecho. Sé, también, por una exalumna de Psicología, que un grupo de estudiantes vertió opiniones favorables a ese artículo.
Las acusaciones van desde que soy “pejista” hasta que estoy promoviendo que nuestra patria sea “chavista”, que si no veo quién es Nicolás Maduro, que si deseo que nos transformemos en Venezuela y, como cereza del pastel, que si no tengo piedad ni siquiera de mi nieto como para desearle un mejor país.
¡Válgame Dios! Nunca imaginé suscitar tantas interpretaciones, sobre todo, que usen mis palabras de una manera inversa a lo que creo haber escrito. Lo que intenté, precisamente, fue mostrar y demostrar que hay una enorme “confusión e incongruencia” en nuestros medios de comunicación y candidatos.
En un artículo escribí en este mismo periódico que no necesitábamos que López Obrador nos condujera a transformarnos en Venezuela porque ya nos parecemos demasiado bajo la batuta de Peña Nieto. Allá Maduro acabó con el Congreso y acá también (de manera más sutil), allá no funciona el poder judicial, acá es el mejor pagado del mundo y funciona para quien elige a sus funcionarios. Por los millones de dólares que repartió Odebrecht hay personas encarceladas en siete países, menos en dos: Venezuela y México. Cuando nuestro Fiscal estaba a punto de acusar a Lozoya que recibió de Odebrecht 10 millones de dólares ¡oh, milagro de los dioses!, lo cesaron. Y no le sigo: aquí se mata tanta gente como en Venezuela. Preguntarán mis malquerientes ¿qué me dice usted de los anaqueles vacíos en los supermercados y de la escasez de medicamentos? Cierto, no hemos llegado a esos niveles, pero ¿está usted enterado que hay 20 millones de mexicanos que no comen tres veces al día? Digo, son formas distintas, pero no tan alejadas en su significado. Y ya no le sigo.
Lo que me dolió más fue lo de mi querido nieto. Mi nieto y sus hijos y nietos van a seguir pagando una deuda contraída por un gobernador “chavista” que dejó al Estado de Coahuila en pelota. ¿Dijo usted “chavista”? (se preguntará). Sí, lo dije. ¿Recuerda usted que en Coahuila teníamos repetidoras de dos canales televisivos de Venezuela y dos de Cuba? Si no se acuerda, entonces no opine. En Saltillo (o en Acuña, Allende, San Pedro o Peyotes) podíamos escuchar día tras día al comandante Hugo Chávez. Lo tengo en la memoria tan claro… En el programa “Aló, Presidente”, Chávez hablaba y hablaba, de repente cantaba “sigo siendo el rey”. Lo interrumpe una señora. Denuncia a sus patrones, por casualidad españoles. Sin preguntar ni cómo se llamaba la empresa, dictó a su secretario: “nacionalícela”.
Fuimos chavistas en todo. Los gobernantes, los priistas, los diputados (recuerdo que aparecieron disfrazados de Chávez: pantalón caqui, camisa roja, levantaban su puño amenazante; Rubén Moreira se dio cuenta de que levantaban la derecha y dijo, frente a la televisión: “con la zurda se miran más bonitos”, y la levantaron). Las patrullas eran rojas, los tubos de defensa en los puentes dejaron el color amarillo para pintarse de rojo, etcétera, etcétera. Déjeme decirle que el puño izquierdo levantado es de vieja tradición. La Internacional Socialista lo levantaba jurando que acabaría con los burgueses. Aquí en Coahuila varios de los priistas más ricos del Estado levantaron el puño. ¡Qué congruentes!
Lo que dije, lo que se malinterpretó, fue que no hay que esperar a que López Obrador nos haga venezolanos porque lo somos en mucho, y esto bajo el dominio del PRI. También tenemos tantos muertos como Maduro y más desaparecidos que Venezuela.
Difícil, muy difícil dejar en claro ideas firmes en un artículo tan pequeño. No es mi deseo que usted, amable lector, asuma mis posiciones críticas. Lo mejor que puede hacer es leer a los que coincidan con usted. Y, sin presunción, he hecho mucho en mi vida por cambiar este país tan amado y propiciar que mis hijos y nietos y los hijos y nietos de los demás tengan algo mejor que lo que tenemos ahora mismo.