Usted está aquí
¿Come según como se sienta? Puede no estar mal del todo
Comer según el estado de ánimo es algo que se vilipendia mucho. Pasamos mucho tiempo preocupados por lo que nos llevamos a la boca en vez de preocuparnos por lo que dejamos que ocupe espacio y energía en nuestras mentes.
La forma en la que dialogamos con nuestra mente y qué tan positiva es nuestra relación con la comida son facetas importantes de la salud que a veces se pasan por alto.
Al tratar de conectarnos mejor con nuestros cuerpos mediante la alimentación intuitiva y la nutrición suave, podemos sentir ansiedad a la hora de comer y no por tener hambre. Mucha gente que nota que las dietas no son la respuesta termina, sin saberlo, convirtiendo la alimentación intuitiva en una dieta más.
Algo importante: la alimentación intuitiva no funcionará si usted trata de respetarla a rajatabla. Por definición, comer por intuición da mucho margen para lograr una situación en la que uno se alimente y nutra el cuerpo de forma correcta. Este método no pretende encontrar la forma “perfecta” de comer porque en realidad la perfección —especialmente en lo que atañe a la alimentación— no existe.
Si usted ya comió mucho por sentir emociones, es importante reconocer que el objetivo nunca es dejar de hacer esto por completo. Sin duda, llevarse comida a la boca cada vez que uno siente algo no redundará en un estado de salud óptimo. Pero crear un montón de estrés y ansiedad con el tema porque a uno lo pone nervioso comer sin tener hambre tampoco es bueno para la salud.
El objetivo específico de la alimentación intuitiva no es más que saber cuándo uno está comiendo sin tener hambre, y con eso, tratar de entender cuándo hacer esto funciona y cuándo no.
El siguiente es un ejemplo de un momento en el que comer por sentir algo estuvo bien para mí.
Mi hija de cinco años esperó el primer día del verano ansiosamente durante meses. Hace algunos días, ella despertó ¡y por fin ese día había llegado! Ella quería celebrar el primer día del verano con un cono de helado, así que eso fue lo que hicimos. Algunos describirían nuestra salida a tomar helado como un ejemplo de comer por sentir emociones, ya que lo hicimos apenas terminamos de almorzar y ninguna de nosotras tenía hambre (aunque por cierto, ¿quién come cuando tiene hambre? Eso no le cae muy bien a mi estómago).
Aunque sin duda mis chiquitas necesitaban un poco de ayuda para dominar el arte de comer un cono de helado y terminaron haciendo un enchastre, no habría cambiado esa experiencia de “comer por emociones” por nada. La meta no es erradicar esa práctica por completo, sino hacer que esas ocasiones en las que uno come sin tener hambre valgan la pena. Y eso variará según la persona.
No le tenga miedo a comer según su estado de ánimo. Como todo en la vida, se puede llevar a cualquiera de los dos extremos, pero concéntrese a encontrar ese punto medio que le siente bien. Hay ocasiones en las que comer según las emociones es exactamente lo que uno necesita, y está perfecto.