Colibrí: Hueledenoche

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Colibrí: Hueledenoche

El colibrí tras el hueledenoche,

distante aroma que así lo empalaga

como lo engaña, sin mudar de sitio,

flor simultánea.     

 

Monje morado, en todas partes templo

abre y su túnica que empapa el aire

queda rasgada por los colibríes,

su pico y garra.

 

Doy con mi casa pues su olor me lleva

por entre ínsulas y laberintos

que la verdura y la basura urden,

guía de sonámbulos.

 

El colibrí sobre una ouija de árboles

a la campánula plegada apunta;

el hada –pétalos su falda- absuelve

a quien la hurta.

 

Miel-de-la-noche, aun cuando no oscurezca

su olor esparce: una llovizna basta

y vespertina se despliega, en busca

de un sol nocturno.

 

La flor no es cursi, aun cuando así empalaga

la fantasía y los sentidos, flota

como vía láctea del idioma, cosmos

de boca calle.

 

Cual escalera horizontal, conduce

dando traspiés, hacia un harem convulso

donde se cumplen posibilidades

incalculables.

 

En su ectoplasma toman forma cuerpos

-el neuma es numen, el olfato es tacto-

que deletrea con absortos dedos

cualquier sonámbulo.

 

Enredadera del idioma, trama

que así descifra el colibrí, la pluma

al pico -e intrépido erudito, prueba

sabios olores.

 
(8 de noviembre)