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Coetzee el discreto, honrado por la Ibero
De unos años a la fecha, la vida de John Maxwell Coetzee ha mostrado algunos cambios, se ha vuelto más abierta, menos secreta, menos recelosa.
Si bien sigue sin dar muchas entrevistas, se ha acercado más a sus lectores aceptando los homenajes que varias universidades le han ido ofreciendo, muchos de ellos en América.
Coetzee ha visitado Colombia, Argentina, Ecuador, repartiendo muecas que son sonrisas, apretones de manos, rígidas posturas y sinceros agradecimientos. La expresividad no es lo suyo.
Cuando lo veo dar algún discurso de agradecimiento, leer algún texto o últimamente, cuando presentó su biblioteca personal para la editorial Hilo de Ariadna, no puedo si no recordar a su personaje más provocador, Elizabeth Costello.
Esta intelectual que bordea los 70 años y que apareció por primera vez en un texto de 1997, se ha convertido en el ariete con el que el Nobel sudafricano va minando, con argumentos que son golpes contundentes, los temas de su interés. Desde el maltrato a los animales a la naturaleza del mal.
Si Flaubert dijo: “Madame Bovary soy yo”, Coetzee bien puede decir lo mismo de Elizabeth Costello, una escritora tan reticente a los reflectores como él.
En el libro que se publicó en español en el 2004, en el primer capítulo, cuando trata del Realismo, Costello/Coetzee habla de los reconocimientos que recibe un escritor ya consagrado, y no todo lo que dice es bueno.
Elizabeth, que acude a las ceremonias acompañada de su hijo John, recibe cada premio con resignación, sabe que debe corresponder con actos protocolarios y concesiones que cada vez le pesan más
-John, ¿qué quieren exactamente de mí?
-¿Esta noche? Nada. No es más que una cena con miembros del jurado…
-¿Y mañana?
-Mañana es otra historia. Me temo que tendrás que remangarte.
Y la escritora asiente, mientras John la observa y la imagina como la foca de la frase que aparece en el texto, que debe agradecer su premio con una suerte, mientras él le da ánimos.
COETZEE EN MÉXICO
John Coetzee, el renovado John, está en nuestro país invitado por la Universidad Iberoamericana para recibir un doctorado Honoris Causa.
Quizá sienta alguna leve carga, por el viaje, por los discursos que escuchará, por los que tenga que decir, por la muchedumbre, pero lo siento cambiado.
Lo imagino como el Sísifo de Albert Camus, condenado por Zeus a empujar eternamente una roca a la cima de un monte, con todo el esfuerzo que eso significa, sólo para verla rodar cuesta abajo cuando llegaba a la cúspide. Sin embargo, de tanto repetir este acto le ha encontrado un significado y al bajar a paso lento para empujar de nuevo la roca cuesta arriba, en ese trayecto, se le puede ver sonreír.
Así veo a Coetzee, algo abrumado por el premio, pero con una discreta felicidad, una sonrisa esbozada, de satisfacción y agradecimiento.
UN PREMIO MERECIDO
A Coetzee, el doctorado se lo otorgarán por la cercanía de su obra “con temas como la justicia social y la tolerancia que promueve el Sistema Universitario Jesuita”. Ese es el motivo oficial.
El otro motivo es su talento para encontrar el camino para revelar lo más profundo de la condición humana.
En El Realismo, el texto que abre el libro Elizabeth Costello, luego de recoger el premio, John y Elizabeth viajan en avión de regreso, John ve a su madre recostada en el asiento de al lado:
“Tiene la cabeza ladeada y la boca abierta. Ronca ligeramente. (…) Puede verle a su madre el interior de los orificios nasales y de la boca, hasta la garganta. Y puede imaginarse lo que no ve: el gaznate, rosado y feo, contrayéndose al tragar, como una pitón, haciendo bajar cosas hasta su saco ventral en forma de pera. Se aparta de su madre, se ajusta su cinturón, se sienta con la espalda recta y mira hacia adelante. No, se dice a sí mismo, no es de ahí de donde vengo. No es de ahí.”
La obra de Coetzee nos recuerda, por lo luminosa y profunda, que el hombre trasciende su naturaleza prosaica por medio del arte.
El dato
> Coetzee había estado en México una vez, en 1998, entonces apenas tenía el Premio Jerusalem y el Booker, vino como parte de la delegación de escritores que participaron en las conferencias sobre “Geografía de la novela”, convocada por El Colegio Nacional.