Cocina y cena ceremonial

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Cocina y cena ceremonial

Dese el tiempo lector, de voltear a ver al vecino y preguntarle por atención si necesita algo caliente para mitigar el cierzo invernal que se abate sobre la ciudad.

Diciembre y el fin de año llegaron rápido. Más rápido de lo esperado. Según dichos de la gente. El tiempo pasa y la vida nos va dejando atrás, para decirlo en una vieja tonada redonda del cantante de pop, el brasileño Roberto Carlos. Ayer apenas se disfrutaba del mexicanísimo chile en nogada por motivos patrios en el calendario, hoy ya estamos envueltos en la vorágine de los acontecimientos para celebrar primero, el nacimiento de Jesucristo, es decir la “Cena de Navidades” y hoy, ya pasamos el fin de año. El fin e inicio de otro. Muerte y ocaso de un ciclo. El nacimiento de otro. Y así el ritmo sordo, seco, continúa. Todo pasa rápido. Tan rápido que apenas es un soplo, una voluta de humo en el “ponche” navideño…

¿Qué cenó usted estimado lector este fin de año? ¿Qué disfrutó de Navidades? ¿El tradicional pavo relleno de dulces, carne y confituras del desierto? ¿Un cabrito henchido y marinado por horas en los fogones de “Villa Ferré” obra y creación del chef Juan Ramón Cárdenas? ¿Acaso usted cenó los mexicanísimos tamales? O de plano, una bien surtida y muy norteña carne asada. En fin, lo que usted haya cenado estimado lector, hubo de haberlo disfrutado plenamente. No hay un canon establecido, depende de cada familia y su elección. Incluso, hay muchas familias de este vasto y enorme desierto coahuilense que se decantan…  por un buen  salmón, un atún o pescados fritos y frescos.

A lo largo de este año y esta columna de linaje gastronómico, hemos hablado de las aristas insospechadas de los alimentos, su preparación y su empleo o aristas. Es decir, la metáfora de la comida y su imbricación e influencia recíproca con la literatura, el cine, las diversas regiones no sólo de México sino del mundo… en fin. Hemos tratado de abordar esto desde todos los ángulos posibles cualquier. Y muchas de las referencias aquí deletreadas han ancilado mi tesis en la Biblia, como fuente primigenia de obertura y conocimiento para iniciar ciclos. Y claro, la Biblia abunda en la preparación y alimentación de cocinas ceremoniales, alimentos votivos a Jehová o de plano, alimentos un tanto “malditos”, un plato de lentejas” con lo cual Esaú vendió su privilegio de ser primogénito (Génesis 25:34).

Y hoy en Israel, por ejemplo, la tierra y pueblo escogido de Dios, sigue manteniendo sus ritos, sus mitos y ceremoniales y la comida es uno de ellos. Para los hermanos judíos, “Los desayunos se relacionan directamente con sus fiestas: lo mismo sirven para conmemorar el Éxodo, la cosecha, el Año nuevo o para celebrar el shabat”, según cuenta un viajero en la revista “El Gourmet” No.87. Y todo fue tan bien “diseñado” por el  creador, que al día de hoy se cumple aquello de Génesis 8:22 y 9:3-5: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, y el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche… todo lo que se mueve y vive, os será dado para mantenimiento, así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis…”

Usted recuerda al señor Scrooge, ese viejo avaro y miserable, salido de la magia de la pluma de Charles Dickens. Este espeta: “Quiero que me dejen en paz, Yo no festejo la Navidad y no me voy a permitir el lujo de hacerla festejar a los holgazanes. Pagando el impuesto de los pobres, doy mi ayuda a las cárceles, a las instituciones de mendicidad...” Contable amargado, cruel, desalmado, de facciones duras y hoscas, Ebenezer Scrooge sigue existiendo para maldición de todos y para regocijo de los literatos que nos recreamos con su figura encorvada y sus ojillos codiciosos, siempre atentos para esquilmar a sus empleados y no perdonar un céntimo a sus deudores.

Por estos días de Dios en que la vida hace un alto en el camino de las ocupaciones cotidianas y rápidas, dese el tiempo lector, de voltear a ver al vecino y preguntarle por atención si necesita algo caliente para mitigar el cierzo invernal que se abate sobre la ciudad. ¿Qué cenó usted? No lo sé, pero deseo que haya disfrutado enormemente sus alimentos y que su mesa rebose siempre felicidad y buenas maneras. Así sea.

Scrooge al día de hoy, sigue retorciéndose en su millonaria miseria.