Coahuila y la perpetuación de los feminicidios

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Coahuila y la perpetuación de los feminicidios

La tarde del pasado lunes 21 de septiembre, Alondra Gallegos García, de apenas 20 años, salió a prestar servicios de limpieza en unas habitaciones en la colonia Lamadrid en Saltillo. Por la noche de ese mismo día sus padres empezaron a preocuparse porque Alondra no contestaba su teléfono móvil, y siguieron insistiendo al siguiente día. La mañana del miércoles iniciaron la locura burocrática y el ya clásico deambular de oficina en oficina de Gobierno buscando que alguien les hiciera caso. Finalmente, denunciaron su desaparición en la Fiscalía de Coahuila. Luego de horas se emitió la Alerta Amber y empezó la tortuosa búsqueda de Alondra, aunque sus padres insistían en que revisara el domicilio de la colonia La Madrid. Nadie les hizo caso.

Y mientras la familia de Alondra moría de angustia sin saber de ella, la misma tarde en que denunciaron su desaparición, el gobernador de Coahuila Miguel Riquelme se declaraba en sesión permanente junto a la llamada Alianza Federalista, un grupo de 10 gobernadores desesperados porque se les escapa de las manos el 5.5 por ciento de los recursos del gasto federalizado para 2021. La sede de este encuentro fue un lujoso hotel de la avenida Reforma en la Ciudad de México.

Mientras tanto, acá en Saltillo, “la mejor ciudad para vivir”, el cuerpo de Alondra llevaba ya 48 horas pudriéndose. Finalmente, el pasado sábado por la tarde se recibió un reporte al 911 para denunciar olores fétidos provenientes de un domicilio… en la colonia Lamadrid, en donde fue encontrada el sábado sin vida envuelta en bolsas de plástico.

Según el reporte del forense, la causa de muerte fue asfixia por estrangulamiento y, una vez sin vida, el presunto agresor le infirió heridas con un arma punzo cortante, el deceso se habría registrado el día de su desaparición. 

Habían terminado la esperanza de encontrarla con vida. Fueron cinco días terribles para sus padres, sus rostros anochecidos por el dolor, sus desvelos y sus noches eternas esperando saber algo. Sus almas sin sosiego solo alcanzaban a preguntar: “¿Dónde está?”, “¿Está viva?”. 

El domingo circuló la versión de que el presunto asesino José “N” se iba a entregar a las autoridades, aunque la Fiscalía luego en un acto parecido a la inauguración de un evento social anunció su detención. En ese evento, el Fiscal fue cuestionado acerca de las declaraciones de la familia de Alondra sobre negligencias en la investigación del caso, a lo que el fiscal Márquez Guevara aseguró que se realizará una investigación y que se castigará cualquier responsabilidad. Claro.

El de Alondra se trata de un feminicidio más, un número más, un dato para la estadística de asesinatos de mujeres en Coahuila que a nadie importa, mucho menos a sus autoridades. Desde el año pasado, hemos denunciado que Coahuila enfrenta una crisis mucho más grave de feminicidios que la de la propia Ciudad de México. Le explico: en la capital del País, con una población de casi nueve millones de habitantes, los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que de enero a agosto de este año se han cometido 48 feminicidios, mientras que Coahuila, con una tercera parte de la población, se han perpetrado 20. 

Luego vino lo de siempre, el gobernador de Coahuila declarando su indignación y preocupación por este hecho y asegurando que personalmente se iba a encargar de que el delito se clasificara como feminicidio para que en su caso el presunto asesino de Alondra alcance la máxima condena. Lo mismo que ha dicho antes. 

Mientras tanto y sin ninguna clase de empatía, Manolo Jiménez, alcalde de Saltillo, al tiempo en que se anunciaba que podría haber sido encontrado el cuerpo de Alondra, él publicaba en sus redes sociales su beneplácito porque cuatro casas vitivinícolas de Coahuila habían sido premiadas en un concurso Mundial de Bruselas. No tiene remedio.

Que quede claro, la muerte de Alondra no es un hecho aislado, pues la violencia y el sometimiento de la mujer en Coahuila es una norma sociocultural profundamente arraigada. Un estado en donde las mujeres sufren la perpetuación de la violencia y las desigualdades. Y mientras escribo esto, la violencia de género es un acto tan común como los presuntos actos de corrupción que también quedan impunes.