Cierres y derrumbes
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Cierres y derrumbes
El sello de los tiempos que vivimos en cuanto a las administraciones estatales parece estar marcado por cierres más que complicados y derrumbes de regímenes otrora casi todopoderosos.
Los ejemplos más que claros vienen de los estados de Veracruz y Sonora. Administraciones que en vida soportaron en una pieza señalamientos y críticas, apenas dejaron el poder (más porque debían hacerlo y no tanto porque quisieran hacerlo) han tenido que sobrevivir a salto de mata. Más ejemplos menores podrían señalarse en otros estados y algunos municipios.
Sinaloa, en esta semana, pareciera seguir el mismo rumbo. A dos meses de que termine la administración se ha conocido que el círculo rojo en el poder está por enfrentar siete denuncias penales por la aplicación incorrecta de casi 646 millones de pesos (VANGUARDIA, 2/11/2016).
Tiempos complicados. Esto, por cierto, no es un asunto de partidos. No es que los de una fuerza política sean más o menos corruptos o malos administradores. Es un asunto que no respeta logotipos o colores: sucede en un gobierno cualquiera.
De los casos recientes, Puebla se cuece aparte. El Gobernador de allá, claramente interesado en competir por la Presidencia de la República por Acción Nacional, vivió (vive) una administración señalada constantemente. Pero en las elecciones, gente de su equipo se alzó con la victoria y hasta las críticas se han ido apagando.
Es como si estar en el poder fuese el dique que lo detiene todo.
De lo anterior, un par de reflexiones.
Primera: situaciones recientes parecen sugerir que mucho de lo que hasta ahora se ha desarrollado como mecanismo de control para el ejercicio de la función pública ha sido insuficiente.
Ni las homologaciones nacionales en temas de fiscalización o la creación de sistemas en materias de transparencia parecen haber disminuido los errores o zonas grises de las que se aprovechan quienes quieren llevarse más.
El asunto parece reducirse a lo político, a mantener el control más a allá del propio sexenio. Todo lo demás, es accesorio.
La segunda reflexión tiene que ver con el contexto propio de Coahuila ahora que ha iniciado el proceso electoral.
A la distancia se advierten asuntos sin resolver que pudieran pesar contra la actual administración y lo que pudiera representar su continuidad otros seis años: finanzas comprometidas en la misma medida en la que le fueron heredadas, palabras empeñadas entre distintos grupos que no fueron respetadas (léase lo de las clínicas del Magisterio y las pensiones, por ejemplo), presuntas corruptelas en el ejercicio presupuestal (las empresas “fantasma” siguen vivas).
No se olviden los continuos señalamientos que parece emparentar a muchos de los actuales con el crimen organizado: hermanos incómodos, vehículos llenos de billetes, pruebas de confianza no aprobadas. Nada de esto aceptado… pero el río sigue sonando.
El incentivo (para ellos) a favor de la continuidad es muy fuerte. Alrededor de las cifras del empleo y la seguridad han construido su fortaleza, y no son temas menores. Han hecho de la burocracia su milicia para las refriegas electorales: aunque no con tantos ánimos, ya avanzan las primeras cuadrillas por los bulevares.
El grupo en el poder seguramente tratará de seguir. La oposición, aparentemente, viene a jugársela con todo, a cobrar las facturas pendientes y seguir empedrando su regreso a la primera posición en el País.
La competencia que se avecina promete mucha tensión. De su resultado, el derrumbe de quienes ahora lo pueden todo o la continuidad.
@victorspena