Ciento once años de Cruz Roja

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Ciento once años de Cruz Roja

Llega manejando con vista disminuida y mareo el automovilista a la Cruz Roja. Con voz tartamudeante explica su malestar y la causa. Lo recuestan rápidamente en un diván y le aplican una inyección. Le recomiendan que permanezca inmóvil reposando. A la media hora se incorpora, se levanta. Se siente bien. Agradece y deja, sin que nadie lo pida, un billete de veinte pesos en la urna que está a la vista.

Como ese servicio de emergencia se dan centenares en los domicilios, en zonas residenciales, en barrios de periferia, en las carreteras. Y cuántas veces van lejos por llamadas de bromistas irresponsables que fingen la voz en la llamada telefónica y al llegar advierten que tienen que devolverse porque los han engañado.

Ciento once años cumple la Cruz Roja en este país, según información captada al vuelo. En 1910 el entonces presidente de la república, Porfirio Díaz, expidió el Decreto Presidencial 401 con el que se le da reconocimiento oficial a la benemérita institución, que en un principio fue denominada Asociación Mexicana de la Cruz Roja. Este decreto entra en vigor con su publicación en el Diario Oficial de la Federación del 12 de marzo del mismo año. El 26 de abril se nombra la primera mesa directiva oficial.

Algunos actualizaron, con lenguaje pandémico, el viejo chiste calumniador (-“¿Por qué están vacías las calles de Monterrey ¿será por los confinamientos del Covid? -No, hombre, es que se está haciendo la colecta de la Cruz Roja”) Y es calumniador el chiste actualizado porque los regios son extraordinariamente generosos en su apoyo a esa institución que es un símbolo de la ayuda fraterna, generosa y efectiva.

Se dio la noticia el día 21 de este mes. “Desde hace más de 11 décadas la Cruz Roja Mexicana ha dado auxilio a millones de personas afectadas por desastres naturales, conflictos armados, revueltas sociales, enfermedades, accidentes, crisis humanitarias, de igual manera ha contribuido con las autoridades para realizar trabajo preventivo en materia de salud, educación y bienestar social”.

En nuestra ciudad vemos con frecuencia a las ambulancias que se abren paso -con sirena abierta- entre las filas de automóviles que bajan la marcha y se orillan para dejarlas pasar.

Vemos -en días de colectas- a muchos jóvenes con sus botes alcancía y sus pegatinas rojiblancas que quedan en los parabrisas para identificar a los donantes que contribuyeron desde ventanilla abierta.

Muchas damas con -gran sentido social- se asocian para que no falten recursos y son heroicos los voluntarios que todo lo hacen sin más remuneración que la satisfacción de haber servido a cualquier hora y venciendo todo obstáculo al que no puede valerse por sí mismo y requiere atención.

Instituciones cómo está tienen un gran poder de humanización porque fomentan la compasión, la fraternidad, la cercanía y el encuentro.

El signo de redención -teñido con el color de la sangre- nos recuerda las bienaventuranzas predicadas por el Maestro de Nazareth y las palabras en su cena de despedida: “lo que hagan al más insignificante, lo veré como hecho a MÍ mismo”...