Cicatrizar heridas

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Cicatrizar heridas

El Papa Francisco ha dicho que no viene a México como “rey mago”. No trae ideas y soluciones.  Viene como peregrino. Quiere solo encontrarse con la fe de este pueblo que no ha querido ser huérfano y expresa constante y tierno amor a su madre.

Se ha iniciado un año de misericordia.
Se busca el perdón divino y se otorga el perdón humano. Se trata de vivir lo que se dice en el Padre Nuestro: “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos  a los que nos ofenden”. 

Las limitaciones lingüísticas dan la impresión de que nos ponemos de modelo para que Dios nos imite. Parece más exacto significado el de una frase que equivaliera  a decirle al interlocutor divino: “Tú eres mi Padre, yo te he ofendido.  

“Ofenderte me ha dolido y tú al verlo me has perdonado porque me dejaste sin castigo y me trataste como hijo. No tomaste en cuenta ya la ofensa sino solo mi arrepentimiento. Viendo que así me tratas, te estoy haciendo mi petición no solo con las palabras sino con la vida: habiendo experimentado tu misericordia, vengo de perdonar a mi ofensor como antes Tú lo has hecho conmigo. Perdóname hoy, como yo estoy perdonando ahora, imitando tu misericordia”.

Quien así ora le está diciendo al Padre: “mírame cómo trato yo a mi hermano ofensor, porque así espero ser tratado por Ti”
Seguramente el Papa Francisco hablará de misericordia, de perdón, de reconciliación. El pueblo mexicano ha recibido muchas ofensas. Su historia no es tanto lo que ha hecho si no lo que le han hecho a México. Ofensas de los regímenes sucesivos que ha soportado. Ofensas de malas vecindades y de invasiones económicas voraces, de legisladores y de guardianes de orden público, ofensas de escándalos y de corrupciones públicas descomunales que quedan impunes.
Será arduo el camino de los perdones y de las reconciliaciones. Será difícil conciliar la rigideces de las sanciones jurídicas con la ausencia de rencores, resentimientos y venganzas.

Por eso, en su peregrinar, este hombre que siembra unidad y paz, hará algo muy poderoso por este pueblo que no quiere ser huérfano y no ha sabido ser hermano: rezará, con él, el Padre Nuestro y el Ave María en la misma fe diamantina que nos hace familia peregrinante hacia el mismo hogar...