Chile: el futuro que se tarda en llegar
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Chile: el futuro que se tarda en llegar
Con una clara lucha contra la desigualdad y con tradición histórica de dictadura y de gobiernos de izquierda socialdemócratas, o como se le quieran llamar, pero lejos del orbe de la derecha que ofusca y recalcitra, Chile hoy vive una explosión social causada por la ausencia de un proyecto que fuera más allá del simple crecimiento económico y que procurara corregir las injusticias que se fueron acumulando.
Sebastián Piñera, presidente de Chile y lo que fue su gabinete, no estuvieron a la altura de diversos desafíos, se quedaron estancados en la engañosa autocomplacencia y desconectados del sentir de su población.
Piñera y su gobierno fueron torpes, por decir lo menos, para atender las procupaciones de la gente. Proponían –como todos los gobiernos lacayos de los gringos– apostar solo al crecimiento económico. Pero eso no sólo es suficiente, además confeccionaron una rebaja de impuestos para los más ricos, lo que acrecentó la desigualdad.
EL DETONANTE
A finales de octubre, el gobierno chileno aumentó el precio del metro, transporte que es usado diariamente por alrededor de 3 millones de personas. Lo anterior provocó una reacción de estudiantes que protestaron y abordaron masivamente el transporte sin pagar.
Los protestas (algunos lo reducen a disturbios) aumentaron, generando el apoyo de ciudadanos. De manera represiva, intentaron sacar a los manifestantes, generando incendios, disturbios y saqueos.
Piñera declaró estado de emergencia y sacó a los militares a la calle para “garantizar” el orden. Hoy se encuentra documentado, en distintas fuentes y medios, la forma de atentar y vulnerar los derechos humanos de los chilenos.
El Presidente durante esos días, petulantemente, declaró: “estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie”.
Lo dicho, la disciplina fiscal que sólo beneficiaba a los ricos y la apuesta por un crecimiento económico, disfrazaban a una clase media golpeada y un sistema educativo que no permitía la emancipación ni el ascenso; la fragmentación social y la segregación de la juventud, fueron caldo de cultivo para lo vivido en el país del Cono Sur.
Lejos de su pronóstico de crecimiento esperado del 2.5 por ciento, Chile cuenta con un críticado sistema de pensiones que jubila con salarios inferiores al mínimo, además, posee el noveno transporte público más caro del mundo, en donde algunas familias destinan el 30 por ciento de su sueldo mensual en transporte. Por otra parte, posee un sistema de salud y educación demasiado caro, una presión del sector inmobiliario que hace díficil a muchos el acceder a una vivienda. Todo lo anterior, según especialistas fueron detonantes difíciles de contener.
Chile se enfrenta a un momento crítico en su camino hacia una todavía lejana sociedad desarrollada. Tras los conflictos de octubre, los riesgos de una polarización se han instalado.
Ayer el triste Presidente recibió otro revés: el gremio camionero anunció una inminente paralización y con esto generar caos. A pesar de históricamente estar ligado a la derecha, acusan a Piñera de falta de inseguridad e incapacidad para mantener el orden. Y también se le sumaron órganos empresariales principales del país y otras centrales sindicales.
Y el Presidente sigue con querer tapar el sol con un dedo y sólo causa más división en un momento en el que la conciliación es fundamental. Fatal, ahora pide al Congreso disponer del uso de los carabineros para desplegarlos en las carreteras para evitar violencia, aun a sabiendas del antecedente documentado del atentado flagrante a los chilenos. Creo que un poco menos de tecnocracia, mayor empatía y bastante más de visión de Estado puede ser un buen inicio para el agobiado pueblo chileno.