Chile ante su examen final

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Chile ante su examen final

A partir de la caída del dictador, Augusto Pinochet, Chile inició una primavera democrática que parece ser un ejemplo para el mundo. Las fuerzas políticas del país latinoamericano y buena parte de la ciudadanía chilena han sido, por mucho, alumnos sobresalientes en el difícil aprendizaje de la experiencia.

Chile ha sido gobernado desde el Centro de la Democracia Cristiana, durante su tránsito desde el totalitarismo de derecha, ha podido transitar sin convulsiones desde el primer gobierno socialista que encabezó Ricardo Lagos, al retorno de la DC y un segundo regreso de la izquierda con Bachelet. Vivió su segunda prueba con el arribo del gobierno de derecha democrática, con Sebastián Piñera. Resultó ser un Presidente tolerante. Con el paso del tiempo, llegó el cambio generacional en las fuerzas armadas para quienes tanto la dictadura, como la transición, ya eran tema de los libros de Historia. 

Cuando don Patricio Alwyn, el primer Presidente de la transición era ya ex Presidente en retiro dijo a una delegación mexicana que lo visitamos en Santiago: “Chile va a consolidar su transición cuando el General Pinochet, yo y otros fantasmas hayamos pasado a otra vida”. Tal como dijera en ese entonces, hace tiempo que los fantasmas pasaron a mejor vida y hoy Chile se prepara para su tercera gran prueba: la supervivencia de la democracia en la actualización del modelo.

Este último cambio no resultó de la voluntad expresa de los partidos que crearon el modelo democrático chileno; sino de un proceso que forzó el amplio descontento social. No fue suficiente para impedir el cambio que en los treinta años de la transición la pobreza se redujera del 40% al 7% de la población. Pesó más el descontento producido por nuevas necesidades insatisfechas de una clase media dominante y la desigualdad cada vez más acentuada.

El gobierno respondió con prudencia al descontento social y los partidos tradicionales también. Con prudencia, cedieron a las peticiones sociales y renunciaron al uso indiscriminado de la fuerza pública, incluso frente a claros abusos de un sector de los manifestantes que terminó dañando intereses de terceros, ajenos a sus demandas.

La crisis culminó con el triunfo de una amplia amalgama de fuerzas independientes y con la derrota de los partidos tradicionales en la elección de quienes integrarán la Asamblea Constituyente que dará a Chile una nueva Constitución.

Tanto el gobierno, como los partidos tradicionales aceptaron los resultados. El proceso constituyente habrá de desahogarse. Nicolás Maduro, de inmediato celebró el triunfo de las fuerzas independientes, dando por hecho que le son cercanos ideológicamente. Existen voces que consideran prematura esa conclusión. Veremos quién tiene razón, cuando conozcamos la nueva Constitución, tanto de forma, como de fondo. 

Hace dos años comenté en este espacio las labores de parto de un nuevo Chile. Ahora, esa Nación entra a la etapa final de esa transformación. El alumno aplicado suele ser un referente para sus compañeros. No sin momentos de crispación los bandos antagónicos han manejado el proceso con mesura y tolerancia. Unos más que otros. Veamos qué resulta de todo ello.

Twitter: @chuyramirezr
Jesús Ramírez Rangel
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