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ESMIRNA BARRERA

En mi tiempo de estudiante de preparatoria había un líder en semestres superiores a quien denostaban apodándolo “El Chamula”; su piel era morena y no era del tipo físico del noreste mexicano. Era un joven brillante y un buen orador, pero sus detractores lo despreciaban apoyándose en sus rasgos indígenas. Eso ocurrió a mediados de los años setenta del siglo pasado y en la actualidad, después de cuarenta y cinco años de aquel desprecio al preparatoriano del sureste mexicano se sigue denostando a algunos mexicanos por su raíz indígena, por ello cada vez se hablan menos las lenguas originarias pues es algo que les perjudica a sus parlantes.

En los tiempos del presidente Lázaro Cárdenas se inició la política de encuadrar en programas específicos de desarrollo a los pueblos indígenas con políticas asistencialistas, y éstas siguen prevaleciendo como un sello que lejos de potenciar los saberes y grandes aportes de los indígenas, los encasilla y esclaviza en prototipos que no les permiten evolucionar desde sus propias raíces.

En días pasados estuve en un territorio memorable por su población mestiza con fuertes signos de indigenismo. Chiapas es una entidad federativa que en 1821 se independizó de Guatemala y se incorporó a México.

Chiapas cuenta con paisajes de suprema belleza, aunque también pervive el conformismo entre sus habitantes de la base de la pirámide. Tuxtla Gutiérrez, capital del estado, es una ciudad media con problemas de movilidad urbana, aunque a últimas fechas se ha iluminado la ciudad y mejorado el manejo de sus residuos sólidos urbanos.

Tuxtla Gutiérrez es una ciudad en un valle vecino del imponente Cañón del Sumidero que atraviesa el río Grijalva, aunque la ciudad posee su propio río que muere cada día ante la apatía de los tuxtlecos. El río Sabinal, que podría ser un eje perfecto para el ecoturismo y para el hermoseamiento citadino, está a punto de ser una cloaca.

La circunstancia de que la ciudad está en un valle limitado por dos sierras, en el mediano plazo podría retener la contaminación atmosférica pese al ya citado Cañón del Sumidero que es un lugar en el que fluyen los vientos. Por esta razón valdría la pena poner en valor la experiencia del Valle de Aburrá con la ciudad de Medellín como su centro citadino, ya que podría apoyar mucho el desarrollo sustentable de Tuxtla Gutiérrez.

Tuve la oportunidad de convocar a tuxtlecos notables del Movimiento Ciudadano para la Cultura que preside Rafael Molina porque la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ), que es una agencia alemana especializada en la cooperación técnica para el desarrollo sostenible en todo el mundo, tiene interés de apoyar la comprensión por parte de habitantes de ciudades medias de lo que es el cambio climático, intentando que se Internalice la resiliencia como una forma de vivir. Bajo una metodología del ambientalista Carlos Mendieta Zerón el programa “La Ciudad que queremos” será implementado a partir de abril y hasta febrero del próximo año.

En la reunión reveladora que presencié percibí un gran conocimiento de los presentes sobre los temas medio ambientales que deben considerarse de manera irrestricta en un trabajo vinculado al cambio climático. Chiapas sigue teniendo una población con grandes diferencias sociales, es importante que se proteja su rico patrimonio cultural y natural para que la pobreza no siga creciendo desmesuradamente, ya basta que se siga despreciando a sus indígenas dentro y fuera de sus límites geográficos.