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Cervantes, Shakespeare y el día mundial del libro
El Príncipe de los Ingenios Españoles, Miguel de Cervantes Saavedra, el gran escritor hispano autor de “Don Quijote de la Mancha”, murió en Madrid el 23 de abril de 1616. Lo cual significa que anteayer viernes se cumplieron 405 años de su fallecimiento. Su deceso ocurrió cuando le faltaban menos de seis meses para cumplir 69 años. Una edad muy superior al promedio de vida que la gente alcanzaba hace cuatro siglos.
Por algo tan extraño como inexplicable, a Cervantes le siguió siempre, como si fuera su sombra y a lo largo de sus casi 70 años de existencia, una proverbial mala suerte. Vivió y murió pobre, casi en la miseria. Transcurrió su vida sin recibir la justa paga que su obra escrita merecía. Sin reconocimientos, honores ni homenajes. Hoy, según está plenamente demostrado, es el escritor más conocido, famoso y estudiado de todos los tiempos.
Sólo para que se tenga una idea de la grandeza de Cervantes y de su producción literaria, cabe señalar que a lo largo del siglo 20 se publicaron sobre él o respecto de su obra un promedio de 140 títulos por año (entre libros, ensayos y estudios), es decir, casi tres por semana.
El anterior recuento no incluye tesis, ni siquiera de maestría o doctorales, y corresponde sólo a lo publicado en siete idiomas, a saber: español, inglés, francés, italiano, alemán, portugués y catalán, de acuerdo al enciclopédico estudio bibliográfico realizado por el jesuita español Jaime Fernández. Amén de que no hay semana en que no se celebre en alguna parte del mundo algún coloquio, congreso o simposio de alta calidad académica sobre Cervantes y su obra, en particular El Quijote.
Para que lo anterior empezara a suceder, es decir, a reconocérsele su verdadero valor, tuvo que transcurrir un siglo y medio después de su muerte. Así, a finales del siglo 18, un profundo conocedor de El Quijote e insigne y apasionado cervantista inglés, Juan (así ponía él su nombre, Juan) Bowle, observó algo que hasta entonces nadie había notado: Que Miguel de Cervantes y William Shakespeare murieron oficialmente en la misma fecha: el 23 de abril de 1616, aunque con diez días de diferencia. ¿Cómo está eso?
Muy sencillo. En el siglo 17 España e Inglaterra se regían por calendarios diferentes. La patria de Shakespeare, cuando él murió, mantenía aún el antiguo calendario juliano, implantado en tiempos de los romanos por Julio César, que consideraba bisiestos todos los años múltiplos de cuatro aunque correspondieran a fin de siglo.
En cambio, España adoptó a partir del 15 de octubre de 1582 el calendario gregoriano, establecido por el papa Gregorio XIII. La modificación consistió en considerar sólo como bisiestos los años divisibles por cuatro para con este ajuste hacer más exacta la medición del tiempo en función del movimiento de nuestro planeta en torno al sol.
Cuando la patria de Cervantes dejó el calendario juliano, pasó de un día para el otro del 4 al 15 de octubre. Lo cual significa que el periodo comprendido entre el 5 y el 14 de octubre de 1582, es decir, diez días, oficialmente no existió en España. Lo mismo sucedió en Inglaterra cuando ésta adoptó el calendario gregoriano, 170 años después de que lo hizo España.
Hechas las anteriores consideraciones, tenemos entonces que si bien Cervantes y Shakespeare murieron ambos, cada uno según su respectivo calendario, el 23 de abril de 1616, el inglés falleció diez días después que Cervantes, es decir, el 3 de mayo de 1616 de acuerdo al calendario gregoriano.
Algo verdaderamente tan significativo como extraordinario: Que quizá los dos más grandes escritores de todos los tiempos, Cervantes y Shakespeare (aunque en el caso del primero yo suprimo el quizá), hayan fallecido exactamente en la misma fecha ¡pero con diez días de diferencia!
Por lo anterior, desde 1996 la Unesco estableció el 23 de abril como Día Mundial del Libro (actualmente Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor) con el objetivo de fomentar la lectura. Y como una forma de honrar, aunque poco se insiste en decirlo expresamente, a Miguel de Cervantes y a William Shakespeare.