Cerebro y educación

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Cerebro y educación

El lunes regresan las clases. Este año los escolares no regresan a la escuela, la escuela, los maestros, los libros, cuadernos y colores serán huéspedes o invasores de los hogares. Pero esto no es suficiente, lo importante es que eduquen, es decir, que desarrollen integralmente a los escolares, ya sea en forma virtual o presencial.

La pandemia y sus condicionantes han abierto la caja de pandora de nuestros problemas personales, globales, políticos, familiares o económicos. No solo estamos abrumados porque hemos pospuesto su solución efectiva, sino que durante décadas hemos invertido la jerarquía de prioridad de lo esencial.

Si usted hace una encuesta nacional y pregunta cuáles son los 5 problemas más importantes del país, encontrará que la corrupción, la inseguridad, el desempleo, la salud (sin incluir la salud mental), la inmoralidad y algunos otros. Difícilmente los encuestados responderán que la educación y si la proponen se referirán a la instrucción, pero no a la educación integral para desarrollar los procesos cognitivos de un cerebro humano evolucionado, no solo para resolver problemas, sino para crear nuevas soluciones científicas, sociales y culturales.

Desde hace cuatro décadas la tecnología ha hecho que las neurociencias evolucionen a una gran velocidad. Antes se requería el cerebro de un difunto para conocer su estructura y adivinar algunas de sus funciones. Hoy es investigado en vivo para descubrir las funciones y reacciones a los estímulos internos y externos, cognitivos, sensoriales y emocionales. Se puede evaluar el grado de evolución que ha logrado mediante la educación integral que ha recibido en el hogar, en la comunidad, en la escuela y en el contexto social en el que ha caminado y vivido.

Ciertamente el contagio del coronavirus, el desempleo de 2 millones de conciudadanos, la corrupción social que brota de todas las alcantarillas, el deterioro ecológico suicida, son problemas inmediatos que hay que atender, pero ninguno de ellos se resolverá a corto plazo en gran parte porque sus causas radican en una pésima educación. Hace décadas se fue deteriorando de manera irresponsable y cambió su propósito esencial para la sociedad de cultivar el cerebro. La diluyó para convertirla en un instrumento político, comercial o de un estatus de vanidad social. De esa manera abandonó el cultivo de los procesos del conocer. El cerebro de los escolares sin ese cultivo evolutivo se estancó en un estado anacrónico, mágico y primitivo.

El confinamiento exigido ha logrado buenos resultados para la educación. Los padres están descubriendo y reinventando la educación, la disciplina, el proceso de aprender a pensar, analizar y resolver racionalmente los problemas no solo académicos, sino humanos. Los escolares están descubriendo sin darse cuenta que ellos son los autores (y responsables) del aprendizaje, de qué conocer y cómo lograrlo. Están desarrollando la responsabilidad y autonomía del aprender.

Desgraciadamente el Estado y la sociedad no han caído en la cuenta de esta trascendente problemática, raíz de los severos problemas que padecemos. Japón si lo entiende. Ahí el salario de un maestro es igual al de un médico. Por ello aunque tienen una cantidad de habitantes semejante a la nuestra, han tenido mil y pico de defunciones por el coronavirus, mientras que nosotros ya andamos cercanos a los 60 mil. Esto indica que educar el cerebro no es un discurso político. Es lo fundamental de la vida humana.