Cerebro, dinero, suerte, circunstancia

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Cerebro, dinero, suerte, circunstancia

A propósito de todos los valiosos meses de educación perdidos por la pandemia, les platico que me topé con un análisis sobre puntajes de exámenes estandarizados para universidad en Estados Unidos (el “ACT” o American College Testing), que señalaba con una gráfica, simple pero poderosa, la correlación que existe entre nivel de ingresos del estudiante y su puntaje en ese examen. La gráfica muestra cómo casi la mitad de los puntajes perfectos pertenecen a estudiantes situados en nivel de ingresos mayores a 150 mil dólares anuales. Menos del 6 por ciento de los puntajes perfectos pertenecen a estudiantes de hogares con ingresos de 50 mil dólares anuales o menos. La gráfica muestra con una precisión sorprendente como los puntajes caen a medida que el nivel de ingreso se reduce.

Comentando con un amigo americano, me llamó la atención su opinión sobre la gráfica y su aseveración de que el dinero es producto del cerebro (o inteligencia) y quienes son inteligentes se juntan con otros inteligentes y cuando tienen hijos, estos obtienen los mejores resultados en los exámenes estandarizados, es decir, la genética es la que determina, en opinión de mi amigo, gran parte del éxito académico de los jóvenes. No estuve de acuerdo con esa opinión y le pregunté si no era más bien que alguien con dinero se juntaba con dinero y entonces perpetuaban el “círculo virtuoso” de ese dinero, que genera mejores oportunidades de educación y preparación para estos exámenes, manteniendo la disparidad en desempeño académico y eventualmente en oportunidades profesionales. Él me respondió que el cerebro (inteligencia) es el que consigue la cartera (riqueza), agregando (y modulando un poco su postura) que también se necesitaba trabajo duro para poder lograr que el cerebro consiga la cartera. Lo cuestioné también sobre el papel que juega la suerte. Hace tiempo escribía en este espacio sobre las trampas de la pobreza. Cómo hay quienes están destinados a la pobreza generacional simplemente por las circunstancias o lugar donde nacen.

Ya interesado en el tema, me encontré con artículos sobre el rol que juega la suerte (buena o mala) en el éxito o fracaso de las personas, desde su nacimiento hasta su muerte, en temas familiares, académicos, profesionales, dinero, salud, relaciones personales. Cómo alguien que tiene un paro cardiaco grave cerca de un hospital se salva, mientras que alguien que tiene un accidente menor, pero lejos de una ambulancia, muere. Cómo alguien que nace en un pueblo rural o en una colonia pobre (sin culpa o responsabilidad propia) prácticamente tiene echada su suerte, por más inteligente, trabajador o buena persona que sea.

Viene esto al tema de la discusión relevante que se tiene en México, y el mundo, sobre la brecha que existe entre estratos socioeconómicos y cómo es necesaria la intervención ordenada de mecanismos apropiados para que los dados no estén cargados, o por lo menos moderar la forma en la que han estado cargados por tanto tiempo, reconociendo que el trabajo duro o la dedicación no son garantía de éxito, que la inteligencia por sí sola no siempre tiene correlación con el desempeño profesional o académico de una persona. Un gobierno, a nivel municipal, estatal o federal, que entienda esto y vaya más allá del cultivo simple de votos será un gobierno que verdaderamente represente una transformación valiosa para sus ciudadanos, más allá de slogans o ideologías huecas. Al mismo tiempo, los ciudadanos de estratos económicos altos tienen la responsabilidad de entender que no es correcto creer que alguien es pobre porque no trabaja duro o que alguien es rico porque es trabajador. Eso provoca una ausencia de generosidad acerca de las circunstancias y la suerte que otros tienen que cargar y afrontar para poder escalar en su nivel de ingresos o educativo. Este tipo de posturas, donde alguien no es capaz de reconocer que la suerte estuvo detrás de su éxito, generan una desconexión entre el suertudo y el desafortunado que hacen ignorar que podemos, como sociedad, promover cambios en nuestro entorno que aumenten las posibilidades de que otros también tengan suerte. Esto no quiere decir que debamos sentirnos poco orgullosos de los éxitos que cosechamos, solamente es un llamado a que entendamos que en el camino a cualquier éxito es muy probable que hayamos tenido golpes de suerte o circunstancias que otros no tuvieron, independientemente de nuestra inteligencia o esfuerzo. Debe ser servicio social obligatorio de cualquier ciudadano pensar en esos golpes de suerte y cómo ayudar a que otros tengan mejores probabilidades de encontrarse con suerte o circunstancias similares.