Censura a aficionados en el estadio de Tigres

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Censura a aficionados en el estadio de Tigres

La imagen de la decadencia fue exhibida el sábado, en redes sociales. Un aficionado que sólo gritaba para que Ricardo Ferretti incluyera en el partido a Leo Fernández, fue violentado. Un acto típico del futbol, en el que el seguidor —en su papel de intentar solucionar problemas— exige desde la tribuna. Esto no debería ser motivo de expulsión.

La seguridad privada contratada por Tigres pasó la línea del respeto, y de sus atribuciones. Ofendió no sólo a la persona a la que injustificadamente corrió del estadio, como si fuera un delincuente, sino al futbol mexicano.

No pudo ser más desafortunado el regreso de los aficionados al estadio Universitario. Por un lado, seguidores felinos que le gritaban de todo a Guillermo Ochoa y Roger Martínez, mientras estos vigilantes ignoraban —claro, no era en contra del equipo que les paga y les ordena que cualquier acto contra el club sea sancionado—, y por el otro los casos de censura. Por eso es importante y debería ser inmediata la investigación que presume la directiva de Tigres, para dejar claro si el director de operaciones de la organización, Benito Garza, dio la orden o simplemente fue una acción desmedida de un guardia sin criterio.

Y ojalá que no salgan con que esto tiene que ver con el NRDA (nos reservamos el derecho de admisión), porque sería la salida más fácil e incongruente, ya que hubieran tenido que sacar a más de la mitad de los aficionados que entraron al Universitario y manifestaron su desacuerdo con el técnico de los Tigres.

En Guadalajara, en el estadio Akron, han sacado a aficionados por no respetar los protocolos de sanidad, nunca por gritar y expresar su hartazgo contra Ricardo Peláez y Víctor Manuel Vucetich, y vaya que cuando los masacró el América, se escucharon cosas peores a las que anteayer le gritaban a “Tuca” Ferretti.

La delgada línea entre autoridad y autoritarismo debe ser explicada. Mauricio Culebro no tendrá problema en resolverlo, si tiene autonomía y ejerce su labor como debe ser.

Este tipo de actos se han convertido, por censura o intento de, en violencia. Los directivos de Tigres deben tener muy presente el día que volaron “diablitos” por la tribuna, simplemente porque un sector pedía la salida del entonces entrenador Daniel Guzmán.

Ese es el peligro: romper con el derecho que tiene la gente que se quiere expresar. Claro que hay temas prohibidos por protocolo y que deben respetarse, como el “¡Eeeeh puto!”, pero a nadie sacaron del estadio Azteca cuando, cada noche en la última etapa de Miguel Herrera, se escuchó “¡Fuera Piojo!”, por ejemplo. Es cuestión de que los directivos mexicanos entiendan que hay crítica, que los que señalan temas espinosos no son sus enemigos; al contrario, tienen el alto interés de volver a ver funcionar a su equipo y, según sus conocimientos, lo que expresan es lo que ellos harían. Nada tiene de malo, incluso si van con groserías incluidas.

A los árbitros les gritan, a los jugadores y entrenadores también. ¿Por qué en el estadio de Tigres, si no eres porrista o quedabién, no puedes pertenecer al selecto público?