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Celebra Saltillo el Santo Cristo de los milagros
El Sol sigue sin salir, pero algunos fieles empiezan a alistarse desde las 4:00 de la mañana, impulsados por la fe al Santo Cristo, para hacer presencia en la primera misa del día. Llegan de diferentes partes de la ciudad, sin sueño y con su creencia de que los milagros existen.
Arriban alrededor de las 5:00 de la mañana a calentar motores en el rezo o platicar con otros compañeros feligreses los milagros, anécdotas de los últimos nueve días y otros eventos extraordinarios, antes de dar inicio a la misa que ofrece durante todo el novenario el obispo Raúl Vera en punto de las 5:30 de la mañana.
Familias completas son las que acuden a esta tradición, para algunos de ellos ir a esta hora demuestra la fortaleza que da el Santo Cristo, dicen llenarse de luz para hacer que las manecillas de su reloj funcionen. Es una prueba, pero dicen que no se compara con el dolor del Cristo al morir por nosotros sobre la cruz.
Uno de esos es el caso de Herminia Fragoso, de 72 años, una fiel católica que acude desde hace 19 años al novenario desde el día en que regresó a vivir a Saltillo. Camina desde la colonia Bellavista de la mano de uno de sus hijos mayores dirigiéndose hacia la Catedral.
Cuenta que su padre viajaba mucho y eso hizo que dejaran Saltillo, pero para la devota siempre hubo un buen motivo para visitar a Saltillo, su madrina (fallecida hace 23 años), le prometía que cada vez que volviera la llevaría a la Catedral a ver al santo patrono.
El Santo Cristo es un motor para su vida, dice que la fe y el amor que le tiene la ayuda a levantarse todas las mañanas y que con ello espera que el mundo mejore; Herminia está segura de que le gustaría acudir tranquila a las misas, pero por diferentes razones siempre pasa algo que la inquiete y este templo es lo único que logra ponerla en paz.
Herminia recuerda la primera vez que vino acompañada de la mano de su madrina, era una fiel devota de la tradición del novenario de Santo Cristo y le dejó como herencia la intangible actividad de caminar desde su colonia para ir escuchar las misas en su honor durante los nueve días. Herminia dice que no tiene miedo a venir caminando desde la Bellavista, porque está segura que siempre vendrá cuidándola el Santo Cristo, en caso de que alguien quisiera hacerle algo, en lugar de verla sola, verían a dos personas, compara el amor a su santo patrono con el amor a un padre: ‘’Hasta donde quiera que esté yo iré a visitarlo’’.
En uno de los costados de la Plaza de Armas, en medio del aterrizaje de los puestos de pan y gorditas de nata, se encuentra doña Tere Sánchez, de 91 años, quien pasito a pasito viene caminando de la mano de su hija y dos de sus vecinas del Centro. Es tradición para Teresa venir al novenario desde 1939, ‘’Tiene toda la vida, desde que tiene uso de razón asistiendo’’, dice su vecina.
Hacer la oración, dar un diezmo, consagrarse y escuchar los pasajes de la biblia son las actividades que ha llevado a cabo en las misas desde hace 77 años y que logran su calma. Con un gesto entusiasmado y los ojos húmedos, dice que cada año ha ocurrido un milagro sorpresivo para ella, desde hace dos años ha padecido molestias en ambas piernas, pero, cada que bajan al Santo Cristo para colocarlo en el altar de la Catedral, de pronto se levanta de la cama y se pone en marcha, baja por la calles de Dionisio y Pérez Treviño para cumplir con su santo patrono a la primera o segunda misa, según se le permita, pretende que la recuerden en su familia acudiendo al novenario, así como ha hecho con su hija la tradición de venir juntas.
Con un champurrado en mano y una docena de tamales comprada con los tradicionales comerciantes de las esquinas de la Catedral, sentada sobre una de las barreras de concreto que rodean el atrio, se encuentra comiendo doña Margarita Perales, una saltillense de 60 años, otra vecina del Centro que viene desde la calle de Obregón, ha llegado con dos de sus hermanas más chicas a escuchar.
Considera que el Santo Cristo ha hecho milagros para ella, que muchos ni siquiera podrían imaginar, de una crisis de diabetes en la que estuvo en riesgo de perder la pierna, la salvó el Santo Cristo luego de dejarle un ramo de rosas, y a partir de ese momento hace 7 años fue que empezó a asistir al novenario completo. ‘’He venido desde antes al novenario por las tardes desde hace quince años, pero después de ese milagro hace 7 años, decidí venir a la primera misa y con ello se fueron sumando mis hermanas’’.
Iniciada la misa, algunos feligreses han llegado tarde entran corriendo y las bancas están inundadas, el Obispo Raúl Vera, dice a los asistentes que el cristianismo no se encuentra sólo adentro de los tempos, que la sociedad tiene que trabajar en conjunto para construir un país más justo y posteriormente un mundo en el cual podamos vivir todos. Los invita a tomar el cuerpo de cristo.
A varios feligreses se les llenan los ojos de lágrimas mientras caminan por los pasillos de la catedral para hincarse y dar sus palabras de agradecimiento después de la consagración. Herminia, dice que luego de 9 días, el cuerpo se acostumbra, y así como su cuerpo se acostumbró a venir a las 5:30 de la mañana todo ese tiempo, será difícil dejar esta rutina, pero tiene la esperanza de que el próximo año el Santo Cristo le brindará el honor de estar nuevamente a su lado durante los 9 días de rezo, anhelo y gratitud.
Apenas salen los feligreses de la celebración de la última misa ofrecida en el primer horario de las 5:30, cuando los feligreses ya se están apartando bancas, para escuchar la segunda de las 6:30 de la mañana.
VIDA DE FE
Gonzalo Castañeda, organista de la catedral, desde 1974, se ha dado cita a las 6:30 de la Mañana para tocar el órgano de la catedral y sumarse a los coros que adornan con sonoridad la plata y las figurillas de oro de las paredes de la Catedral.
La tradición se arraiga en él desde que su padre lo invitó de niño a cantar en el coro de la Catedral de Santiago, lugar donde tocaba el órgano
Su padre, Victoriano Castañeda, con 30 años de carrera, no le heredó sólo a él el gusto por la música y la religión católica, también invitó al coro a 5 miembros más de la familia para que se acompañaran bajando desde el barrio de Ojo de Agua todos los días a ofrecer sus cantos y alabanzas al santo patrono.
Gonzalo todavía recuerda con orgullo la época de niño corista, un privilegio, según cuentan quienes armonizan las misas hoy en día. Dice que lo más divertido era el regreso hacia el barrio, disfrutar de los atardeceres con sus primos en las cansadas y empinadas caminatas por las banquetas empedradas de la calle de Hidalgo. Y recuerda las fiestas de navidad donde tenían participación como coro de la Catedral junto a sus primos y hermanos en un programa transmitido en vivo por la XEKS.