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Catón: 80 años rodeado de amor y belleza
Cuando yo estaba en secundaria una maestra me recriminó no saber quién fue el “Catón original”, aquel político romano conocido por su sabiduría para juzgar —ahora ya lo sé— y en nombre de quien se apodó al Lic. Armando Fuentes Aguirre cuando el azar lo colocó en los pasos del periodismo, a quien sí tenía bien ubicado.
Este hombre, que ha dedicado su pluma a la cultura y la política en Saltillo, el país y el mundo, cumple el día de hoy 80 años de vida, tiempo en el que dicho sobrenombre se ha convertido en parte integral de su persona y por el cual muchos de sus millones de lectores preferimos llamarlo.
10 años después, ahora yo también inmiscuido en el mismo oficio, el cronista de Saltillo nos recibió en su hogar, en medio del ambiente festivo por su cumpleaños, donde conversamos sobre su vida, su trayectoria y el amor que todos sabemos siempre le ha profesado a la ciudad que le vio nacer.
Acomodado en su sillón preferido, con la cámara instalada para grabar todo, ‘Catón’ comenzó la charla como más le gusta hacerlo: Con una anécdota.
“En cierta ocasión un muy querido amigo, del cual ustedes seguramente han oído hablar”, dijo, “Lalo González Piporro, cumplió la misma edad que yo, 80 años, y alguien le dijo: ‘Lalo, ¿no se siente feo llegar a los 80 años?’, y contestó él: ‘Más feo se ha de sentir no llegar’”.
Una anécdota salpicada de humor, hay que agregar, porque si algo nunca le ha faltado al licenciado Fuentes Aguirre, ni en su conversación ni en sus escritos, es su característica comicidad.
“La verdad, la profunda y gozosa verdad es que yo no siento feo al llegar a los 80 años”, continuó, “al contrario, me siento lleno de vida, lleno de alegría, me siento gozoso de llegar a ella rodeado del cariño de los míos, del afecto de mis amigos, rodeado de la generosidad de mis cuatro lectores y dando gracias a Dios, infinitas gracias por los dones de la vida, de la salud y del amor”.
El valor de las pequeñas cosas
Para un asiduo seguidor de sus letras o quien simplemente haya tenido la ocasión de escucharle en alguna conferencia o presentación es probable que conozca cómo fue que luego de compartir taxi con un crítico de arte al salir de la ópera en el Palacio de Bellas Artes, en suma a sus siguientes interacciones, le otorgó un puesto en la redacción de ese medio.
Con este recuerdo presente la conversación se decantó hacia su trabajo, en un principio como periodista cultural, y la importancia que en su vida han tenido el arte y la belleza.
“Hay una bella frase según la cual un objeto bello es un gozo para toda la vida, aún y cuando ese objeto sea algo modesto, como una cajita de Olinalá o un jarrito de Morelia o algún objeto artesanal de barro de Oaxaca. En su humildad esos objetos de belleza son grandes y desde niño yo aprendí, porque los veía, a sentir que eran algo que formaban una parte importante de la vida y entonces aprendí a amar lo bello y amar la belleza, junto con la verdad, la justicia y la libertad”, comentó, “dijo alguien que la belleza no sirve para nada, pero sin ella no podríamos vivir. Y yo he vivido, así como dije que he vivido rodeado de amor, también he vivido rodeado de belleza”.
Contó cómo su infancia estuvo marcada por estas obras, desde la increíble cantidad de libros a los que tuvo acceso —con los cuales aprendió a leer desde temprana edad— hasta piezas de arte que en el día a día algunos podrían descartar como tales pero que para él son arte, como los calendarios con ilustraciones de Jesús Helguera.
Y aunque agregó que en su vida ha tenido la oportunidad de estar frente a las grandes obras de arte, como Las Meninas de Velásquez o el Regreso del Hijo Pródigo de Rembrandt, experiencias que calificó como “aventuras emocionales”, también expresó que en la naturaleza él encuentra otro tipo de belleza más.
“No hay nada para acercarnos a Dios como la belleza, ya sea la creada por sus criaturas, vale decir por los hombres, los grandes artistas, los pintores, los poetas, los arquitectos, los actores, escritores y músicos; o la belleza creada por él mismo, la de las cosas naturales. Creo que esa belleza, ya de la naturaleza o de lo humano es la forma en que Dios se nos manifiesta y nos ayudan entonces a creer en él”.
Una ciudad, 80 años de cambios
Hace cuarenta años Catón fue nombrado Cronista de Saltillo. Este puesto vitalicio no le fue otorgado en vano; no hay saltillense igual o más conocido que Catón que exprese con tanta seguridad y constancia su amor por la capital del estado y a lo largo de 8 décadas de vida ha sido testigo de su evolución.
Continuamos conversando sobre su trayectoria y llegamos al punto de las comparaciones entre el pasado y el presente, primero en cuanto a la profesión de las letras y el periodismo, su vocación.
El fundador de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAdeC expresó que “quienes pertenecen a mi generación nos formamos en la práctica del oficio, la tarea diaria. Guiados generalmente por nuestra intuición, otras veces, afortunadamente, por sabios maestros del mismo oficio que nos precedieron en él y que nos dieron en nuestros principios consejo y que nos transmitieron sus experiencias y su sabiduría”.
“La nueva generación de periodistas es una generación formada sólidamente en la teoría y al mismo tiempo en la práctica y creo que tendría yo más que aprender de ellos, que ellos de mi, entonces ante mis antiguos alumnos ahora yo soy alumno, aunque ellos me sigan haciendo el honor de darme el nombre de maestro”.
Aseguró que Saltillo ha tenido un desarrollo espléndido y recordó cómo nació en una época donde apenas contaba con 30 mil habitantes. “Crecí en una ciudad donde todo mundo se conocía, no sé si para bien o para mal, pero todos nos conocíamos por nombre. Todos éramos vecinos unos de los otros. Había muy poquitos ricos y muy poquitos pobres, y una gran y honrada clase media, a la que casi todos pertenecíamos y que vivíamos la vida en amable coincidencia y en convivencia amable”.
“Ahora Saltillo es una ciudad no sólo amable, sino en crecimiento también. Su vocación antigua de ciudad de cultura se mantiene pero a esa tradición se ha añadido la riqueza del mundo actual, de la industria, por ejemplo. Es ahora una ciudad industrial, laboriosa, habitada por gente de trabajo, y que va creciendo en forma ordenada. Yo me lleno de orgullo cuando vienen visitantes de otras partes del país y después de darles un recorrido por Saltillo me hablan no sólo de sus bellezas sino de su orden, de su limpieza, de la calidad de vida que se observa en ella y eso me enorgullece y me hace amar a mi ciudad todavía más de lo que siempre la he amado”.
Entonces tocó mi turno de contarle una anécdota. Le relaté cómo, cuando en diciembre pasado se presentaron los Niños Cantores de Morelia en Catedral, a pesar de que quedaron atrapados durante horas por la nevada, muchos expresaron haber quedado sorprendidos por la ciudad y con muchas ganas de regresar.
“Siendo que su ciudad, y su estado”, me complementó Catón, ”son de los más bellos de la república y tienen muchas cosas de qué presumir. Como dice el corrido de Michoacán, ‘tú sí tienes de qué presumir’. El hecho de que les haya gustado la ciudad habla muy bien de Saltillo, y habla muy bien de ellos, que supieron apreciar sus bellezas y que supieron también reconocerlas”.
Y continuando por la misma línea, en cuanto a la cultura comentó que la ve mucho mejor que antes.
“En mis tiempos había un grupo de teatro, ahora hay quizá 10 o 15, había 3 o 4 cuatro escritores, ahora se cuentan por decenas, todos de gran calidad y todos creando obras que en ocasiones alcanzan importancia nacional. Se hace muy buena poesía, se hace excelente pintura, se hace dramaturgia, cuento, novela y hay espléndida danza y comedia musical”.
“Antes se decía que en Saltillo el que no era poeta hacía cajeta. Seguimos haciendo la cajeta, venturosamente las amas de casa no han olvidado las recetas y se siguen haciendo en Saltillo los espléndidos dulces, ya de frutas, ya de leche, pero al mismo tiempo seguimos haciendo poesía. Vale decir que no hemos perdido nuestra tradición cultural y hemos sabido alternarla con la modernidad, seguimos bebiendo vino viejo en botellas nuevas y eso es muy agradable y proporciona mucho gozo espiritual”.
Al respecto le conté sobre la colaboración entre el diseñador lagunero Ricardo Seco y el tejedor saltillense Ricardo Tamayo, quienes crearon una colección de prendas que llevaron el sarape a una escala internacional.
“Ahí esta el ejemplo del vino nuevo en botellas viejas”, agregó emocionado, “lo mismo han hecho a nivel nacional e internacional casas como Pineda Covalín, que han interpretado los símbolos de México y los han puesto en diseños hermosísimos que han llamado la atención de conocedores y consumidores de todo el mundo”.
“Aquí en Saltillo hemos logrado eso, no pierde su calidad y su estilo de ciudad antigua, pero al mismo tiempo ofrece a sus habitantes la comodidad de lo moderno, eso es algo no sólo interesante, sino muy bello también”.
Pensando en el futuro me aventuré a preguntarle qué espera ver de Saltillo en 10, 20 o 30 años, con una mirada positiva hacia su longevidad.
“30 años es muy posible que yo ya no los vea, quizá tampoco 20”, me contestó entre risas, “pero me atrevo a suponer que veré uno o dos años más y esperaría que Diosito bueno me regalara algunos otros, y yo espero ver una ciudad no sólo más crecida, sino también una ciudad más generosa, con sus propios habitantes, vale decir con todos aquellos que no alcanzan plenamente los bienes de una vida comunitaria digna y también con quienes lleguen de otras pares y hagan de esta ciudad la suya propia. Y espero que quienes en ella vivimos ya por haber nacido en ella, ya por haber llegado a ella, sepamos cuidarla más, amarla más y guardarla con más amor para aquellos que vendrán a ella después de nosotros”.
De política y cosas peores
En medio del ambiente electoral también tocamos el tema de las elecciones. Para aquellos que aún no saben si confiar en el presidente electo y lo que su administración promete Catón recomendó precisamente tener fe.
“Confiemos en la persona que ha sido elegida como nuevo presidente de México, hay que apoyarlo en su labor, participemos todos en la búsqueda del bien de México, no lleguemos a esta nueva etapa de la vida mexicana con desconfianza, con reservas, y menos aún con temor”.
“México es un país muy grande, es un país vigoroso pese a todos sus problemas. Siempre ha sabido estar por encima de ellos y hay que emprender entonces esta era de cambio con optimismo, con fe en México y en nosotros mismos, eso sí, manteniendo una actitud crítica y vigilante frente no sólo al nuevo presidente, sino frente a todos los gobernantes, independientemente del partido que sean o la idea que representen”.
“La postura de un buen ciudadano debe ser siempre crítica pero también participativa, de modo que todos trabajemos, cada uno, en su respectiva actividad, para hacer de este país una casa mejor para nosotros y para nuestros hijos”.
Una celebración íntima
Probablemente su faceta como hombre devoto sea la menos conocida de Catón, pero durante nuestra conversación demostró con elocuencia su fe y el agradecimiento que siente en particular por Dios y por sus allegados, quienes le han otorgado una vida feliz.
“Creo que resumiría mi vida en dos palabras: amor y felicidad”, comentó el escritor poco antes de concluir la charla, “he aprendido que nadie puede vivir sin amar y ser amado, tenemos que estar constantemente enamorados y en cuanto a la felicidad, estos ochenta años de vida me han enseñado que la mejor manera de ser feliz es dar felicidad a los demás. Yo he procurado hacer de mi vida una constante entrega a mi prójimo y una constante acción de gracias al Dios en que creo, que me han dado esos dos bienes tan grandes de la vida, el amor y la felicidad”.
“Planeo celebrar en familia, rodeado de mis seres queridos, en el cálido círculo del hogar. Yo quisiera que estos ochenta años ayudaran a mis seres queridos, especialmente a mis nietos, a entender que la vida no vale la pena vivirse si no es con amor, buscando la felicidad propia y tratando de ser parte de la felicidad de los demás. La celebración de mis 80 felicísimos años será una celebración íntima, hogareña, una celebración cordial, eso quiere decir del corazón”, concluyó.
Una vez que la cámara dejó de grabar y que agradecimos a Catón el tiempo que nos dio para conversar con él se ofreció a llevarnos en su auto de vuelta al periódico pero, sin intención de importunarlo, el camarógrafo y yo rechazamos amablemente la propuesta y pedimos un Uber.
Comentó que las novedades tecnológicas aún lo asombran.