Catafixiando al País
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Catafixiando al País
Ahora que el grueso del “godinaje” entra en su anhelada pausa decembrina, y que el mundo da por inútil cualquier iniciativa emprendida en los días restantes del año agonizante, esta columna desvía sus cavilaciones, alejándose de las mundanas reflexiones políticas a las que suele consagrarse, para extraviarse mejor en cualquier desvarío que nos apetezca sin remordimientos de la conciencia.
Al anuario de lo aciago, el catálogo de sinsabores nacionales de 2015, tuvimos todavía que, por estas fechas, coronarlo con la amarga cereza del fin de transmisiones del último baluarte del entretenimiento familiar televisivo.
Luego de casi medio siglo, “En Familia con Chabelo” sale del aire y, pese a las incontables muestras de solidaridad y cariño, lo hace por la puerta de atrás, apresuradamente, como si fuera un bochornoso trámite al que hubiera que darle carpetazo para nunca jamás volver a hablar de él.
Probablemente (con toda seguridad) la emisión dominical del vetusto Chabe no tiene cabida en los digitales planes del güey que explota y se enriquece con las concesiones públicas televisivas, Emilio Azcárraga III, ahora que la transición de señal analógica a digital es definitiva.
El programa de Chabelo habrá caído en lo que usted guste y mande, en la más decadente obsolescencia o, dada la innegable edad de su conductor, en algo insostenible.
Pero sea lo que sea que Televisa nos depare para llenar las resacosas mañanas domingueras, podemos apostar que será barato y de ínfimo valor recreativo.
El estándar de calidad televisiva en otra década lo impuso Chabelo, sosteniendo todo el peso de una maratónica emisión matutina dominical por semana. Y al igual que su parangón sabatino, Don Francisco, el tiempo que pareció eludirlo indefinidamente por fin le dio alcance y ambos programas se transmitieron por última vez en este año que ya entró en cuenta regresiva.
El estándar de hoy día en cambio lo imponen el Sabadazo y Laura Bozzo, y la verdad que ignoro yo por qué todo esto genera tanta molestia en la opinión pública, si la verdad es que está muy bien. ¡Más que perfecto!
¿Pues qué no se trata de ver menos televisión o de perdido, menos Televisa? Mientras más vacua su programación, menos razones tenemos para seguir soportándolos. En la medida en que desaparezcan los programas de cierta añoranza o valor sentimental, y queden únicamente las mamarrachadas, tenemos excusa para, con todas las maravillosas opciones de la televisión en línea, olvidarnos de que existe el Canal de las Estrellas.
Pero no era mi interés disertar sobre la calidad de estas o aquellas producciones televisivas y menos ahora que, como nunca antes, los contenidos se defienden por si solos: si son buenos el público los encumbra y si no, ni quién se tome la molestia.
Quería en cambio, ahora que concluye el ciclo más importante de su vida, hablar de Chabelo y la gran lección que nos deja.
Dicha lección no es “si ya te ganaste una dotación de juguetes, con todo y la Avalancha, no le hagas caso a tu jefa aunque te grite como loca que la catafixies, ¡olvídalo! No te vas a sacar la sala de Troncoso”.
No, lo que debemos recordar es que Chabelo es un hombre de 80 años, que no se jubila ni se va por agotamiento. Y aun siendo un octogenario que viste pantalones cortos, y a pesar de ser el meme favorito de México, se va con su dignidad intacta.
Al menos, pese a las críticas y detracciones, hablamos de alguien que a sus 80 años sigue haciendo lo que le más llena y mejor sabe hacer. Su rating, obviamente disminuido, su patrocinios quizás ya no espectaculares, pero él decidió seguir ofreciendo sus servicios como entretenedor para quienes desearan preservarlo como una sana tradición familiar dominical.
Chabelo hoy sale por la decisión de terceros, pero por fortuna tiene una carrera actoral paralela a su faceta como animador. Dudo que se vaya a deprimir. ¡Algo se le ocurrirá qué hacer!
Quienes, chistes aparte, son de la opinión de que debió retirarse hace lustros, que no le quedaba ya el hacer ciertos desfiguros, que debía estar en el asilo o en el museo, esos, seguramente llegarán a los 50 cansados y a los 60 hastiados de vivir.
Advierto a mis amigos y conocidos que mi intención es seguir cometiendo en los años venideros toda suerte de desfiguros y despropósitos para mi edad (de hecho ya tengo varios añitos en ello), así que espero, al igual que el buen Chabelón, llegar a los 80 si no en forma, por lo menos en posibilidades.
Me blindaré contra comentarios desalentadores “desiste”, “no lo hagas”, “ya mejor guárdate”, “compórtate como alguien de tu edad” y trataré de seguir entregado a todo aquello que se supone no debería hacer ya.
Si fuésemos más como Chabelo y menos como quienes lo denuestan, este País, sin duda, se catafixiaría por uno mejor.
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