Carta a Philip K. Dick

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Carta a Philip K. Dick

Querido Philip, seguimos corriendo hacia tus planetas: el de los ataúdes y el de los deshechos, solo que no tuvimos que enviar naves, crecen aquí. Estos mundos negros, con su respectiva carga de ying y yang, florecen junto a los espacios donde sembramos alimentos, que cada vez son menos.

Un hombre me ha mostrado cómo diminutos seres alados y blancos invaden los jardines de la ciudad.

-No hubo el frío suficiente. Esto permitió a la mosquita blanca reproducirse en abundancia. Así que esta primavera la densidad foliar será menor, habrá estrés en las plantas y también una cubierta vegetal menos fuerte en el desierto.

Dice esto mientras el azadón entra en la tierra, una tierra pobre y dura que transforma con esfuerzo, agregando nutrientes y agua hasta dejar un recuadro oscuro donde pequeñas oquedades de un caldo rojo y , permitirán en unas semanas, con cuidado diario, sembrar hortalizas.

Su mirada se ha paseado por la ciudad, donde algunos ven cómo ese diminuto manto blanco flota sin saber, como yo, las consecuencias, que sumadas a otras, harán de esta temporada de sol y viento, una dura primavera y un verano en llamas.

Y estos temas Philip, provocan bostezos en aquellos que prefieren la cápsula de emociones intensas que brinda placer al cerebro: muertes en tiempo real a través de redes sociales, violencia, quema de brujos y mensajes de furia anónimos que junto a imágenes de porno duro, son lo que aceleran el pulso; es esta la forma en la que algunos encuentran el sentido de la vida.

En frascos de cristal crecen embriones de odio. Los generadores los cuidan con esmero y han alcanzado una multiplicación suficiente para venderse. Hay lista de espera en los compradores de la web. Y es que el odio es ondulante y brilla, da un prestigio que está muy a la moda; además, es poco lo que necesita para crecer, a veces incluso son solo palabras.

Por lo pronto Philip, me voy al fondo de mi casa. Cuidaré del jardín al menos, alejaré a la mosquita blanca para guardar lo que allí late en clorofila, lo que sí toma tiempo y esfuerzo para germinar y nacer.

Y mientras no desaparece, sigo en el embeleso del agua que corre libre fuera de la ciudad; todavía no ha llegado quien de un tajo, reclame como suyo ese caudal con sus seres y las mezclas que hacen nacer todo lo conocido y desconocido.

No falta mucho para que se instaure el sistema de contabilidad; ya han dado a conocer los formatos. Con ese método se medirán los litros de agua que hay en cada cuerpo. El sistema nos obligará a ver hasta qué punto su generosidad es tal, como para permitirnos vivir.

claudiadesierto@gmail.com