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Carta a los padres
Doy clases de Literatura en una importante universidad de Monterrey y he impartido esta cátedra durante muchos años en otras universidades de la localidad.
Desde luego, algunas universidades tienen más prestigio que otras, pero yo le garantizo que la calidad con que imparto esta materia, es la misma, me pare donde me pare; y mis alumnos pueden dar cuenta de ello.
Mi principal reclamo, para usted, es en referencia a que si usted no lee y si usted no le da ejemplos a sus hijos sobre disciplina, valores, cultura, arte, aprendizaje y no le enseña enfocarse en lo más importante de esta etapa de su vida, como estudiante, ¿de dónde quiere usted que aprenda todo lo que usted no le enseña?
Le doy un ejemplo, algunas personas piensan que toda la responsabilidad –léase toda con mayúsculas- sobre la educación de nuestros niños y jóvenes, recae únicamente en el gobierno federal, en el Estado mexicano y desde luego, algunos suponen que en los maestros.
Pues déjeme lo saco de su error. El Estado mexicano, sí, tiene la obligación, constitucional y por derecho de impartir la educación gratuita a nuestros jóvenes, pero… también le corresponde a usted, además de los maestros, de participar en la educación de sus hijos.
En Monterrey muchos padres de familia asisten únicamente a recoger las boletas de sus hijos cuando acaban la primaria, la secundaria, la prepa y la universidad, cuando deberían de presentarse cada mes a pedir cuentas de sus hijos y sus calificaciones.
Si usted es de esos padres que están muy al pendiente de sus hijos y aporta al 100 por ciento en su educación, además de darle las gracias infinitas como maestra de sus hijos, también le felicito y este editorial no está dedicado para usted.
Pero si usted es de los que nos deja tamaño responsabilidad en nuestras manos, y sólo asiste a la universidad de su hijo cuando le mandan llamar por la indisciplina de éste, entonces siga leyendo. Y se lo pido encarecidamente.
Mucha gente critica por ejemplo a Peña Nieto que porque se equivocó en la fecha de la Batalla de Puebla, todo el mundo lo tildó de pendejo, por decir lo menos y los memes circularon durante una semana en el Facebook.
Usted sabe que los políticos son mi dolor de estómago y tengo la peor opinión de todos los que ocupan un cargo público y a quienes además mantenemos con nuestros salarios, pero debemos reconocer que el 99.99% de los mexicanos no conoce el año de la Batalla de Puebla, excepto por lo que nos enseñan en la primaria “La batalla del 5 de mayo”, ¡pero el año casi nadie se lo sabe!
Entonces, acuérdese, antes de criticar, primero hay que vernos frente a un espejo. Yo comenté en aquella ocasión en el Facebook, “a ver, ¿quién se sabía el año antes de hoy? Y nadie, absolutamente nadie me respondió ni quiso debatir conmigo, porque además agregué que soy maestra de Historia de México.
Además, también comenté, el tipo este, a quien ustedes dicen despreciar, tuvo la honestidad de decir que había leído ¡tres libros en su vida! Yo les pregunté también a los feisbuqueros: ¿alguno de ustedes ha leído muchos más que él? Y de nuevo, nadie quiso debatir.
No soy peñanietista, ni panista ni nada, soy maestra y le estoy poniendo en claro que si usted no se sabe las fechas de la Historia de México, ¿quiere que su hijo sí se las sepa?, ¿por eso lo manda a la escuela?
Una pregunta, estimado padre y madre de familia, ¿usted lee?, ¿cuántos libros al año?, ¿usted acude a una librería a comprarse un libro, con todo el entusiasmo del mundo, delante de sus hijos, y ellos miran cómo disfruta la lectura de su libro en sus ratos libres?
¿No?
¿Entonces cómo quiere usted que su hijo lea?, ¿Por qué es mi obligación como maestra? ¡Claro que lo pongo a leer! Pero déjeme le cuento que difícilmente, hoy, un joven de entre 15 y 25 años de edad, lee por gusto.
El Facebook, el Instagram, las imágenes y la información periodística convertida en contenidos, han desplazado a la lectura y no sólo está mal que así sea, sino que ni usted, ni sus hijos, ni el estado mexicano ni la Sep, hacen nada al respecto.
Y sobre los valores, uh… ese sí es un tema.
Los chicos de hoy, sean de la prepa que sean, sin distingos sociales ni económicos, son rebeldes, contestones y flojos. Yo nunca he tenido un alumno burro, tengo alumnos flojos y expertos en sacar pretextos.
Son faltistas, llegan tarde a clases y ups, 5 de cada 30, tienen mucha experiencia en mentir y en copiar.
Cuando tengo que corregir conducta e indisciplina, me carga una enorme decepción por ese chico (o damita) por haberme mentido, y por esperar que yo caiga como tonta y que además ellos crean que tengo la cara de tonta, mi decepción no es para con ellos totalmente, porque el cero o el cinco que se merece su hijo, también podría estarlo mereciendo usted.
No nos deje toda la chamba, por favor se lo reitero y se lo pido, más del 50 por ciento le corresponde a usted.
Yo le enseño cátedra, Literatura, Historia del Arte e Historia de México, pero no mentir, no faltar, llegar temprano, ¡no contestar!, no estarse disculpando diariamente por no llevar tareas y llegar tarde, respetar al maestro y en conclusión, ser una buena persona y un buen estudiante, le corresponde a usted.
Porque, en algunos casos, encima de todo esto, los chicos reflejan en clase lo que se acostumbra en casa, respeto, fidelidad, amor, consideración y congruencia, son valores que se imparten a los hijos, se lo pongo en el más sano español: Con el ejemplo.
Si usted presume de ser mujeriego, tener “novias” (y se las presume a su hijo a escondidas), se las da de muy galán –a su edad-, nunca está en casa, y cuando está se la pasa viendo el fut bol, con la cheve, los vecinos, los compadres y siempre se va de viaje a la Isla del Padre, ¿sabe lo que será su hijo cuando crezca? Tiene una enorme posibilidad de ser exactamente como usted, pero versión al cuadrado.
Alguna vez leí por ahí una frase, triste pero cierta: “El ignorante no sabe que es ignorante. Y como no lo sabe, no le preocupa dejar de serlo”.
De nuevo le digo, educar es tarea de todos, en casa le confieso tengo un huerco reprobado ¡y es mí tarea sacarlo adelante y hacer de él un hombre de bien!
A mí no me gusta reprobar ni sacar seises ni sietes, me gusta aprobar ¡y me encanta que me den Mención Honorífica! Como madre tengo chamba, y como maestra también.
Así que le suplico, usted que me hizo el favor de leer todito mi editorial, que también se aplique, se ponga las pilas, se compre un libro por gusto, ¡varios al año!
Cierre un rato su feis, guarde un ratito su celular, necesito que su hijo lo vea leer, lo vea asistir a museos, lo vea y lo acompañe a un concierto ¡Pero no de cantantes de narcocorridos!, ¡no forzosamente a uno de Juan Gabriel!, ¡o de reguetoneros o de Miguel Bosé!
No le tenga miedo ni alergia a la cultura. El Cascanueces se presenta cada Navidad en Monterrey, el Lago de los Cisnes lo podemos ver en el Lago de Chapultepec, en vivo y a todo color. Podemos disfrutar cultura de la más fina y podemos también ir a un concierto de Celso Piña, que también es cultura popular.
Oiga, y deje le informo que es más caro Enrique Iglesias que el Cascanueces. Con un boleto para ver al español hijo del otrora famosísimo y adorado por las mujeres, ¡usted podría comprar 8 boletos para el Cascanueces!
Así que si de dinero se trata, ¡pues inviértale a esta otra educación, a la que se debería dar en casa!
Por favor, no me deje todo el paquete, eduque usted a su hijo, conviértalo en un hombre inteligente, culto, preparado, en un hombre de bien, ¡pero póngale el ejemplo, caray!
¿Quiere que su hijo presuma que anduvo por el mundo en viajes turísticos? ¡Empiece por México!, no lo mande a París al Louvre si no ha pisado ningún museo en Monterrey, ni en México, ni en Zacatecas, ni en Puebla, ni en Tabasco, o ya de perdido llévelo a ver las momias de Guanajuato… ¿Anda por Guanajuato, pues descuélguese hasta San Miguel, vea su Catedral, pásele por Dolores Hidalgo para que conozca la cuna de la Independencia, métase a la casa de Miguel Hidalgo y vea cómo vivía, entre pues, usted a la casa-museo de José Alfredo Jiménez, digo, ya que anda por el bajío.
Váyase a comer unas tortas ahogadas a Tlaquepaque, Jalisco y compre mucha artesanía en Cuarnavaca y en Oaxaca.
Ayúdeme, que bastante ayuda le estoy dando yo a usted.
Deje de echarle la culpa a Peña Nieto, a mí, y a la universidad, y póngase las pilas y ayúdenos con la parte que le corresponde a usted.
Si quiere, olvídese de crear profesionistas para el país, de eso nos encargamos y con mucho fervor los maestros que nos pagan por hacer lo que más nos gusta en la universidad donde trabajemos, pero el ser humano, le toca a usted.
Su hijo es suyo, es mi alumno, y cuando se gana que lo reprueben por copión, por indisciplina, por mentiroso, por no traer las tareas ni hacer nada en clase, por llegar tarde ¡y por contestón!, el cero no me dan ganas de ponérselo a su hijo, ese cero a veces dan ganas de ponérselo a usted, por no enseñarle a comportarse como debiera ser, como una persona educada y de bien.
Me quedo aquí, terminando de elaborar exámenes a las tres de la mañana. Le cuento que ya les di hace poco una guía a mis alumnos con las 20 preguntas que vendrían en el examen. ¿Sabe usted qué sacaron? ¡Veintes y treintas! Y se habían llevado casi el examen a su casa, para que pudieran pasarlo con diez…. ¿Más? No puedo hacer.
Ayúdeme.
Le garantizo que tendrá una vejez tranquila.
Mientras le comento, aquí entre nos, que en esta casa, un niño autista va a la mitad de su carrera de Leyes y nunca ha reprobado una materia, ni ha repetido año, ni por burro, ni por flojo.
En esta casa, donde el más necesitado de capacidades nunca se ha dado el lujo de reprobar, el resto de los hermanos tiene prohibido sacar debajo de 7.
Hasta ahorita, ahí la llevamos.
Creo que como madre no he reprobado, pero como maestra, continuaré exigiéndole a su hijo que no se conforme con un siete, ¡que me traiga una tarea de diez!
Usted habrá de disculpar, soy exigente, empeñosa, perfeccionista y tenaz, por eso me esmero en formar mexicanos con excelencia, cultos, preparados y competitivos, pero por favor, se lo pido y comprométase: ayúdeme usted.