Carmina Burana
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Carmina Burana
“No niego haberte tocado los senos bajo el vestido: / de igual manera tocarlos cualquiera hubiera podido.”
¿De dónde proceden estos versos incendiarios? Del Codex Latinus Muniacensis 4660, el cual contiene los ahora celebérrimos Carmina Burana.
Toda Carmen es poesía y todas las Carminas son canciones. Burana es latinización de Beuern: Benediktbeuern era el monasterio donde se encontraba el Codex Latinus —o Codex Buranus— antes de ir a Múnich. Así, Carmina Burana significa “Canciones de Beuern”.
Seguramente muchos lectores ya invocaron el nombre de Carl Orff. Invocación justa, ya que a él deben la fama universal los Carmina. La musicalización de Orff de algunos de los poemas es una obra maestra indiscutible, conocida y tarareada por conocedores y profanos.
“O fortuna /velut luna / statu variabili...”
Oh, fortuna, cambiante como las fases de la luna. Y tan veleidosa fue que un manuscrito medieval se tomó seis siglos en reaparecer y conoció la fama gracias a un compositor del siglo XX.
Hilario de Orleans, Pedro de Blois, Gautier de Châtillon, Felipe el Canciller... Estos y otros nombres figuran como posibles autores de algunos de los poemas. Sin embargo, la más autentificada de las autorías es la de Anónimo o, más precisamente, Anónimos. ¡Poetas pródigos entre los pródigos!
El XII fue el siglo del nacimiento de las universidades. Europa era un hervidero de estudiantes —clérigos— que agitaban las aguas de la intelectualidad, la religión, la moralidad, la religión y el ejercicio del amor. Algo parecidos a los estudiantes actuales, solo que aquellos del siglo XII y XIII con mayor libertad de expresión. Sí, lo que se lee.
Entre estos clérigos figuraban los clerici vacantes. Estudiantes vagabundos que satirizaban todo lo satirizable. (De haberlo pensado, hubieran satirizado la sátira misma).
“Este tiempo rastrero tiene por rey excelso al vil dinero... / a este rey es propicia, porque es venal, la curia pontificia.”
Así como aporreaban a reyes y poderosos, también sabían hablar de amor. De buen amor: “...si a muerte ella es llamada primero / antes morir que no servir / a otro amor yo prefiero.” O de sometimiento: “Agarrándola, la tumbé en tierra... / para ella fue muy penoso / para mí placer y gozo”.
Los autores de los Carmina fueron estos clerici vacantes, que no eran otros que los goliardos, quizás llamados así porque se les veía como seguidores del gigante Golías o Goliat. El manuscrito fue encargado, probablemente, por el obispo de Seckau, en el sur de Baviera. Rico en ilustraciones, materiales y en esmero de su caligrafía, fue una obra costosa. Muchos de los poemas están anotados musicalmente, sin embargo es imposible recrear las melodías originales ya que están escritas en neumas adiastemáticos, los cuales no eran más que signos recordatorios de tonadas ya conocidas por el intérprete.
“Deus pripitius esto mihi peccatori”, decía el piadoso publicano en el evangelio de Lucas: Dios, sé propicio a este pecador. Frase piadosa que, tras un leve ajuste, los goliardos incorporaron a su credo: “Sit Deus propitius huic potatori”: ¡Dios, sé propicio a este bebedor!
Y aquí dejo mi pluma para hacer cosas de verdadero provecho, como libarme sendos versos o rimarme algunos tintos.
*Utilizo las traducciones de Miguel Requena y Enrique Montero Cartelle.