Candidatos botarga

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Candidatos botarga

Ahora bien, tampoco vamos a decir que el desfiguro electorero nació en nuestro País. Por mucho que se esté convirtiendo en toda una tradición de campañas ver no uno, ni dos, sino toda una colección completa de numeritos como de teporocho en boda, cosechados en la amplia vastedad del territorio nacional, lo cierto es que ni son cosa nueva, ni de mexicana denominación.

Imprimirle a la labor proselitista un sabor carnavalesco para que en la mente del electorado se perciba como una actitud de triunfo, debe ser un recurso tan viejo como los procesos electorales mismos.

Apelar además a la vena emocional de los votantes para influir en su decisión, es una ruta más corta y efectiva que tratar de persuadirlos por la vía de la razón y los argumentos. Esto lo sabe hasta el más asno, si no de forma académica, al menos de manera intuitiva.

Pero, hasta en las emociones hay categorías y lo deseable sería que, con las campañas, nos despertasen al menos estados anímicos positivos, que convocasen a la unidad en torno a un ideal o proyecto (por muy falso, impráctico o poco dispuesto que estuviera el candidato a cumplirlo).

No obstante, cuando de abaratar las cosas se trata, cualquier emoción es buena, aunque sea el morbo, la lástima o la más patética ternurita.

Los políticos pasaron, casi sin que la gente se percatara, de las promesas demagógicas a la besadera de bebés; de abrazar señoras a bailar cumbiones; de amenizar con botargas a convertirse ellos mismos en una.

Y ya le insisto, esto ocurre en cualquier lugar del mundo en el que algún mequetrefe o ‘mequetrefa’, con más desesperación que méritos, busque un puesto de elección popular. Sólo que en los países del tercer mundo somos especialmente folclóricos. Como que nuestra noción del decoro es mucho más laxa o bien, no tenemos de plano temor a Diosito… o al ridículo.

Agréguele a todo lo anterior nuestro pobre sentido de la producción mediática y esa irrefrenable vocación latinoamericana por todo lo charro y, ¿qué tenemos como resultado?: Las campañas más lastimosas, deplorables y de pena ajena que el subdesarrollo podría comprarnos (irónicamente, no estoy diciendo con esto que resulten precisamente baratas).

Hablamos de candidatos bailarines, comediantes, cantantes y otros muchos dudosos talentos que plagan las boletas como opciones a cruzar. 

No me refiero a los famosos de la farándula avenidos a las políticas lides, sino a los políticos que le apuestan a sus delirios histriónicos para subsanar la vacuidad de su propuesta.

Y aunque de la provincia mexicana, y sus pueblerinas elecciones locales, se recogen los casos más pintorescos, es obvio que ni siquiera las elecciones presidenciales se salvan. Al día de hoy, Ricardo Anaya tocando la flauta, es un destacado meme en el repertorio básico del internauta.

De vuelta al ámbito comarcano, la semana pasada, la corona del Rey del Carnaval Electoral se la ciñó el candidato por Morena a la Alcaldía de Saltillo y magnate hombre de negocios dueño de media Ciudad Sarape, Armando Guadiana Tijerina quien, so pretexto del Día del Niño, se enfundó en un vistoso traje del emblemático personaje de Nintendo, Mario, de la saga de videojuegos Super Mario Bros y que en honor a la verdad le quedó como pandemia a la 4T (¡qué bueno que no lo disfrazaron de Tony Stark porque le desmadra la franquicia a Disney!).

Pues bien por él. Seguramente le redituó en un día con mucha presencia, ‘likes’ y no pocos ‘yikes!’ en redes sociales. Su caracterización le alcanzó hasta para algunas notas de color en el ámbito nacional. Así que, para bien o para mal, el nombre del empresario y senador con licencia se volvió “trendy” este viernes, para beneplácito de sus estrategas de campaña.

Pero en estricto honor a la verdad y al sentido común. ¿Por qué un candidato tiene que conectar con los chiquillos y ofrecerles una actividad con motivo de “su día”? Claro, entiendo que todo es una estrategia de marketing y relaciones públicas, no soy tan obtuso, ni siquiera tan purista. Es solo que, a estas alturas, ya extraño a un candidato que tenga ganas de conectar a través de la discusión de los temas importantes, aunque sea de a mentiritas, nomás para pretender que nos importan o que no se olvidan.

Guadiana ya ni siquiera habla de los Moreira, sus feroces adversarios de otros tiempos, esos que lo orillaron a renunciar a su priismo, los mismos que se la deben en grande al Estado de Coahuila. Sí, esos Moreira a los que Guadiana responsabilizaba del desfalco estatal, la corrupción y de la violencia.

¿Ya no le sirven ni como bandera política para cosechar votos? ¿O es solo que los hermanos Moreira no están señalados con rojo en la agenda presidencial? Porque tampoco es como que al Peje y a su administración parezca importarles mucho las atrocidades cometidas en Coahuila. 

Celebro que los candidatos se anden divirtiendo en campaña y se gasten el presupuesto asignado en actividades lúdicas para chicos y grandes (y no en pendejadas como tratar de restaurar la credibilidad de los procesos electorales con campañas decorosas). Ahí nomás les encargo que, cuando en su apretada agenda de carnaval, mitote y festividades, les quede algún huequito para hacer política real, debatiendo de frente los temas importantes e impostergables que nos embargan, nos lo hagan saber.

Y si de plano no van a salir de su estado pueril, de perdido agárrense a trancazos con sus adversarios hasta sacarse el mole. Dennos ese placer, que a todos nos gustaría ver un poco de sangre para animar el espectáculo electoral.