Cánceres femeninos

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Cánceres femeninos

Hoy un tema de preocupación mundial es el crecimiento sostenido del cáncer de mama en mujeres cada vez más jóvenes, en edad productiva y reproductiva. El fenómeno no es privativo de países pobres o de clases sociales sin recursos. Parece relacionado con la herencia, la falta de autoestima y los tabúes y mitos que rodean al cuerpo de las mujeres. Además de los estilos insanos de vida en el desarrollo individual.

Otros cánceres femeninos son el cervicouterino y, recientemente, el de ovarios. Todos se caracterizan por ser silenciosos, imperceptibles y agresivos. De ahí la importancia de las medidas preventivas, médicas y simbólicas, donde dos son centrales para el Instituto Nacional de las Mujeres: la difusión de herramientas para hacerlas efectivas y el empoderamiento de las mujeres.

Los estudios muestran que si las mujeres, en el caso del cáncer de mama, practican la autoexploración, llegarán a tiempo de curarse; si en el cervicouterino acuden periódicamente a sus exámenes de Papanicolau y cambian sus estilos de vida, podrán evitar las tragedias cotidianas, donde su vida se trunca en la mejor época de su desarrollo, además de las y los huérfanos y los dolores familiares.

Sabemos que al menos ocho mujeres mueren diariamente en México por alguno de los cánceres femeninos. Una cuestión central es empoderar a las mujeres, darles herramientas para que tomen decisiones, como las referidas a la autoestima. En INMUJERES ello forma parte sustantiva de la tarea por la igualdad: hacer que ellas, las mujeres y la sociedad las reconozcan adultas, íntegras y capaces. Libres. De ese modo, irán al médico y se harán los exámenes que pueden salvarlas.

Un aspecto todavía más importante para frenar el crecimiento de los cánceres, que según datos oficiales empieza a ser muy importante en mujeres jóvenes, es derribar los mitos que acosan la vida de las mujeres sobre su cuerpo. Las mujeres tienen que poner en el centro su autocuidado, perdiendo el miedo a tocarse sin prejuicios, a explorar su cuerpo y conocerlo. De esta forma, es trascendental que aprendan a reconocer que forman parte de la solución del problema. Se llama corresponsabilidad.

La subordinación y discriminación se expresa en la prohibición que muchas mujeres viven en sus familias y comunidades para realizarse las exploraciones médicas, los estudios del Papanicolau, la mamografía u otras acciones, donde deben exponer su cuerpo a los profesionales de la medicina. La idea de que su cuerpo no es de ellas, las coloca en niveles de riesgo altísimos.

Por otra parte, los cambios de la condición femenina, las prácticas de vida poco sanas, también las pone en riesgo.

Para el caso de cáncer ligado a la herencia, lo que en medicina se llama el factor genético, habría que advertir que muchas mujeres han sido educadas para el silencio y la discreción, de ahí que no hablen sobre sus vidas. Es éste un riesgo, primero porque deben de preguntar sobre sus madres y luego porque deben contarlo para ser prevenidas, o ellas mismas prevenirse.

Y finalmente, como parte de un proceso de autoestima, las mujeres tienen que autocuidarse. El exceso de peso, la obesidad, los abusos del alcohol y el cigarro se han identificado como factores de riesgo importantes, de ahí la urgencia de la difusión y las campañas asertivas y convenientes. Hoy deberíamos revisar esas campañas de los cánceres femeninos, considerando los cambios sociales, tecnológicos y de estilo de vida para realizar la sensibilización desde la adolescencia, fomentar las políticas públicas de la prevención y, como dije antes, herramientas para el empoderamiento y la igualdad.