Campo de exterminio
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Campo de exterminio
Patrocinio es un ejido en San Pedro de las Colonias, en la Comarca Lagunera, a unos 80 kilómetros de Torreón. Lo cruza una grieta de un kilómetro de largo, que es equivale a tres veces el tamaño del Estadio Azteca, y 80 metros de ancho. La fractura en la tierra es clara, pero lo que realmente lo hace diferente es que desde hace más de un año ha ido vomitando restos de cuerpos humanos, 341 el año pasado y tres mil 147 en lo que va de este. Patrocinio es una fosa clandestina. No es la más grande del mundo, cuyo macabro título se lo lleva probablemente lo que se conoce como “La Escombrera”, en Medellín, Colombia, donde el año pasado descubrieron un tiradero de cuerpos en un depósito de desechos. Ahí han descubierto restos de 300 personas, contra cuatro veces más en Patrocinio, donde apenas se ha explorado un tercio del hoyo negro coahuilense.
La existencia de Patrocinio no es secreto, y las primeras denuncias llegaron a la prensa de Coahuila e incluso a la cadena BBC de Londres, pero no se ha valorado el horror de esa fosa clandestina, donde la PGR y la Procuraduría de Justicia de Coahuila tienen averiguaciones previas abiertas que no han avanzado. La Comisión Nacional de Derechos Humanos, tampoco ha sido expedita en investigar qué sucedió ahí. La semana pasada, tras el recorrido que hicieron periodistas de Eje Central por esa fosa clandestina creada por criminales, se reactivaron las investigaciones. Bien. Pero la pregunta es cómo una sociedad puede soportar con indiferencia y pasividad que exista un monumento a la impunidad como lo es Patrocinio.
La fosa es también una ejemplo de negligencia de la autoridad. No hay trabajos sistemáticos para buscar la verdad de la tragedia nacional que sintetiza Patrocinio, ni el área siquiera está acordonada. El abandono institucional es casi total ¿Qué sucedió ahí? “Destrozar y quemar, ese era su trabajo”, recogieron los periodistas de Eje Central las descripciones de quienes, desde la sociedad civil luchan contra la desmemoria. “Con ello no sólo terminaban una vida, sino trataban de garantizar su impunidad. Eliminando huellas, quitando a sus víctimas por completo la identidad. Obligando a los buscadores, a las familias, a convertirse en arqueólogos en busca de verdad y justicia”, narraron los periodistas.
Los testimonios han ido reconstruyendo la historia necrológica de Patrocinio, que se encuentra en una región que controlaban Los Zetas, quienes se enfrentaron con sus antiguos socios del Cártel del Golfo, y con sus rivales de los cárteles de Sinaloa y Juárez. La Comarca Lagunera era un punto muy preciado por los cárteles de la droga, pues de las ciudades hermanas de Torreón y Gómez Palacio salía la ruta por donde entraba el 70 por ciento de la cocaína hacia el mercado de Estados Unidos. La guerra entre cárteles que comenzó en 2008 convirtió el eje de la Comarca Lagunera a Ciudad Juárez, en el más peligroso, violento y sangriento en la memoria criminal mexicana.
Patrocinio huele a diésel, apuntaron los periodistas de Eje Central, con lo que sugirieron cuántos litros de combustible durante cuánto tiempo fueron empleados en sus hornos para eliminar a decenas, cientos o miles de personas. Cuando agentes de la PGR visitaron hace tiempo Patrocinio, le comentaron a Silvia Ortiz, una de las activistas ciudadanas del Grupo Vida que luchan contra la impunidad en ese ejido, que no era una fosa sino “un campo de exterminio” lo que había en ese ejido. “Vas caminando y te vas encontrando con pequeños restos”, narró Ortiz. “Sigues caminando y sigues encontrando”.
¿Qué pasó ahí? ¿Por qué la impunidad? El Grupo Vida, la organización que ha trabajado sin cesar en Patrocinio, entregó a las autoridades testimonios de lo que sucedía en ese ejido, que describen llegadas de 200 criminales con los cuerpos, a los que bañaban en diesel y les prendían fuego hasta que se consumieran, mientras, para no aburrirse, jugaban futbol americano (no soccer, americano, lo que ayuda a definir las probables regiones de origen de los criminales). El olor, como en los campos de exterminio en Auschwitz, viajaba decenas de kilómetros, y la luz de la hoguera se veía con claridad a kilómetros de distancia. Ninguna autoridad hizo nada.
Patrocinio puede ser la fosa clandestina más grande que haya en México, pero no la única. Fosas clandestinas se han descubierto en 26 de las 32 entidades federativas mexicanas, y desde 2006 se han logrado recuperar mil 600 cuerpos. Las autoridades tienen poco más de 26 mil personas que no saben en dónde se encuentran, entre las que hay un número indeterminado –se teme alto- de personas que murieron en la guerra de las drogas. Pero lo que sucedió en Patrocinio entre 2007 y 2012 necesita narración y una explicación.
“Aquí inicia”, dice Ortiz, “pero no hay una entrada, no hay un acordonamiento, es campo abierto. Quizá dicen que es el inicio porque un montón de zapatos en descomposición dan los primeros indicios, luego la ropa y más zapatos. Hay que mirar con cuidado, hay que pisar con cuidado”. Ahí llegaron en abril de 2015 porque un cuidador de cabras condujo a los activistas de Grupo Vida al ejido de la muerte, esa grieta abierta que cuenta qué hemos hecho, cómo hemos vivido y qué tan poco nos ha importado que México sea una fosa clandestina donde también se perdió nuestra indignación.
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