Cambio profundo

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Cambio profundo

Especial

Estamos viviendo una crisis que traerá un cambio profundo en muchas dimensiones. Incontables costumbres inerciales están siendo cuestionadas por innecesarias y riesgosas, desde abrazos hasta cigarros.

La presencia del coronavirus ha generado un clásico efecto dominó (con esteroides). El jueves, en unas pocas horas empezaron los anuncios en cadena de las cancelaciones de eventos masivos y deportivos en los Estados Unidos. Aquí las universidades y colegios no esperaron una orden oficial.

Las empresas regias están aceptando el trabajo desde casa. Gracias a internet esto es factible. Y el efecto cadena altera la necesidad de transporte, consumo de gasolina, y baja en el tiempo de transporte para llegar de un lado a otro. Algo bueno producido por algo malo.

De la misma manera, la sociedad estará buscando sustituir ciertas prácticas por otras. Por ejemplo, la medicina remota tomará cuando menos un auge temporal, pero podría generar un efecto residual. Pasada la crisis, se vería lo benéfico de consultar sin necesidad de acudir al consultorio.

Los fumadores tendrán otra razón más para martirizarse por el vicio que ahora no pueden dejar.  Muchas mujeres tendrán que aceptar que nadie las empujó a copiarles a los hombres este vicio antisocial. Quizá la introspección forzada provoque alguna iluminación.

La malicia del virus radica en que no actúa de inmediato, a la vez que parece increíblemente pegajoso. Esta demora entre el contagio y la aparición de síntomas produce personas que lo dispersan entre personas sanas que nada sospechan. Somos cada uno de nosotros una fábrica potencial de miles de millones de paquetes de replicantes biológicos.

En Estados Unidos, el presidente Trump ha invitado a docenas de las grandes cadenas de empresas a colaborar para acelerar las pruebas. Lo curioso es que a la par ha tenido que ordenar se circunscriban reglamentos que pesan sobre la eficiencia de los hospitales para actuar con celeridad sin temor a demandas federales.

Los gobiernos no pueden verse lentos para adaptarse y dejar de ser estorbos. No quieren los políticos entender que los gobiernos tienen que convertirse en facilitadores de la auto-organización y de la información que fluye sin estorbos. No deben mandar, deben organizar.

Todos estos hechos extraordinarios me indican que tendrá que venir un cambio en la forma de gobernar. Ya comenté en otra ocasión que un sistema cerrado (gobierno) no puede lidiar en forma eficaz con un sistema abierto (la sociedad, el virus). O sea, un gobierno que falsifica la verdad, como sucedió comprobadamente por parte de las autoridades chinas, no debe existir.

La tardanza de China en compartir con el resto del mundo la información sobre la existencia del nuevo y mortal virus se puede comparar con el ocultamiento de información a raíz del error de Chernobyl. Según Gorbachov, la falla del reactor en Ucrania fue la causa más directa de la caída de la Unión Soviética.

Aquí hace presencia la paradoja que acecha a todos los sistemas complejos. El autoritarismo chino, causante del problema, a la postre ha servido para implementar unas medidas draconianas que parecen haber puesto un freno a la dispersión del virus en el territorio chino.

O sea, por un lado su cerrazón generó la crisis, pero para remediarla su autoritarismo parece mucho más efectivo. En occidente, en contraste, las autoridades le piensan muchas veces antes de afectar las libertades individuales.

Si después de lo sucedido en Wuhan y en Chernobyl todavía existen personas que continúan admirando el estilo socialista de gobierno, creo que el coronavirus les está propinando una nueva derrota. Solo un sistema abierto tiene posibilidades reales de combatir a un virus que más parece un asesino sigiloso y mortal.

Como en México ocultar información al ciudadano es lo normal, no veremos al Gobierno actuar sobre algo que ni siquiera quiere ver. Estamos en la cola del cambio profundo que ahora se ve tan necesario en todo el mundo.

javierlivas@mac.com