Calor, moscas, cucarachas… (2)

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Calor, moscas, cucarachas… (2)

Aunque el calor no cede, he empezado a comer sólido. De preferencia, todo frío. Apenas he empezado a recuperar mi peso. Los 3 kilos perdidos. Pero, advierto lo siguiente: sigo maldiciendo este atroz e infernal calor el cual me trae no jodido, sino al borde de la locura. No es metáfora. Lea la combinación de esta temporada: calor dantesco, moscas, enjambres de mocas y mosquitos y marabunta de cucarachas mutantes. ¿Algún motivo para sonreír? Ninguno, caray. Sólo condenación eterna en este Saltillo el cual se convirtió de un edén fresco y admirable, en un paraje más de la Carretera 57 donde el sudor derrite los cuerpos, seca la lengua y el corazón y las lagartijas buscan una sombra efímera donde guarecerse…

El abogado y periodista Luis Carlos Plata tiene razón: somos un paraje más, desolado, seco y ardiente, de la Carretera 57. Junto con Monclova, Piedras Negras, Matehuala, el Mezquite, San Rafael, San Roberto… somos una tea ardiendo en los desechos del día y de la noche. Nosotros, los habitantes de este tórrido desierto, parecemos personajes de los llanos de Juan Rulfo: campesinos, rurales, ciudadanos filiformes, los cuales apenas se alimentan de alpiste y semillas y raíces arrancadas de cuajo a la tierra yerma. ¿Agua? Ni pensarlo. Si usted tiene tristeza y melancolía en su corazón y llora, al segundo, sus lágrimas se evaporan y usted las ve levantase e irse a los cielos azules, preñados de un calor de espanto.

Sigo sin comer del todo. Es decir, me alimento de refrescos y frutas la mayor parte del tiempo. En la mañana, he dejado y de plano, mi café oscuro el cual dolía en el gaznate. Lo he dejado por dos motivos: mi insomnio feroz, el cual ahora se muestra peor de rudo, con este maldito calor apocalíptico: muerte por fuego. Tengo dos o tres semanas sin disfrutar mi café oscuros y amargo. Lo extraño, pero es imposible tomarlo. Por lo caliente y por lo oscuro. En las mañanas, he optado por prepárame té de diversas yerbas y fusiones. No pocas veces lo dejo reposar y luego le agrego unos cubos de hielo. No me satisface del todo, pero no tengo opción hoy.

Según yo, he recuperado poco a poco al menos kilo y medio. Como casi frío, insisto. Pero es un gran logro en mi vida: ya comer sólido. ¿A usted como a mí, se le va el apetito con este calor del demonio y esta temperatura indecente? Hay unos personajes de Juan Rulfo (todo está en la buena literatura sabiéndola leer y explorar) en un texto de “El llano en llamas”, son los nativos de Mazamitla, son de “tierra fría”, los cuales “siempre andaban ensarapados como si a todas horas estuvieran cayendo las aguasnieves. A estos últimos se les quitaba el hambre con el calor…” ¿Lo notó? La maestría y el ojo clínico de Juan Rulfo lo sabía desde siempre: el calor embota los sentidos, altera nuestro ritmo, hierve la sangre y se alteran nuestros patrones de conducta normales y cotidianos.

ESQUINA-BAJAN

¿Si yo le pregunto a usted en alguna tertulia con un buen vaso de vino de por medio, cuáles serían para usted tres temas literarios sobre los cuales se fundan algunos de los mejores textos de la literatura universal o bien, donde afloran motivos y temas recurrentes los cuales forman parte del armado integral de los textos, cuáles serían dichos temas o tópicos? Sin duda, usted recordará aquel ensayo de José Gorostiza donde éste habla de tres temas: el amor, la vida y la muerte. No más. Y usted también lo sabe y lo recuerda, son aquellas tres heridas de un soneto de Miguel Hernández: llegó con tres heridas, la del amor, la de la vida, la de la muerte…

Maldito calor nos hace renegar de todo, pero, dice el maestro Augusto Monterroso, los temas los cuales han acompañado al humano y desde siempre, son: “el amor, la muerte y las moscas.” Agrega: “No hay un verdadero escritor que en su oportunidad no le haya dedicado un poema, una página, un párrafo, una línea” a las moscas. ¿Piensa usted estimado lector, de ser un tema vil y de escaso linaje el hablar de moscas, mosquitos y cucarachas? Craso error. Las moscas y nos los pinches perros, son nuestras verdaderas hermanas por siempre. Esta es la segunda entrega de esta saga de calor demoniaco y siguen los enjambres de moscas y batallones de cucarachas, tan rápidas como letales son las malditas. El tema es digno de un ensayo largo y dilatado, pero ahora le dedicaremos un texto más (el tercero) y luego, tres seguidos en nuestra tertulia sabatina de “Café Montaigne”.

Lea lo siguiente: en la novela “El niño con el piyama de rayas”, del irlandés John Boyne, el infante protagonista de esta desgarradora historia ambientada en los pavores nazis de la Segunda Guerra Mundial, Bruno, cuando éste junto con su familia es trasladado a las cercanías del campo de exterminio de Auschwitz, luego de pasar sus mejores días en compañía de sus amigos en Berlín, espeta en reflexión del narrador lo siguiente: “Nadie, ni siquiera los insectos, elegirían quedarse en Auschwitz”.

Malhadados, de infame y nula reputación, los insectos son estorbosos; las moscas son una plaga letal y son los precursores de pequeños y grandes cataclismos. Los ingentes desastres, como el fin de la humanidad por ejemplo, tienen nombre y apellido: las cucarachas; esos bichos empeñados en ser rastreros e insidiosos, son los únicos seres los cuales sobrevivirían a una hecatombe nuclear. Ya hay variantes de estas cucarachas, al menos eso he visto a últimas fechas: hay cucarachas voladoras del tamaño de una mariposa grande. Son asquerosas. Vuelan y se posan en cualquier alimento a la mano disponible.

LETRAS MINÚSCULAS

“Oí zumbar una mosca cuando morí.” Sí, verso atormentado de la admirada por todas las féminas, Emily Dickinson. “I Heard a fly buzz when I died”.