Calor, moscas, cucarachas… (1)

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Calor, moscas, cucarachas… (1)

La semana del 6 al 12 de junio ha sido una de las semanas y días más insoportables de mi vida. Se juntó todo; en mis alforjas, en eso llamado vida, se juntaron todos los males los cuales pesan como fardo en mis espaldas. Y se lo he dicho aquí ya varias veces: soy viejo. Me he preparado para ser viejo, pero caray, el costo es alto. Me he raspado la vida placenteramente (lo sigo haciendo al día de hoy, no obstante mi vejez y cansancio acumulado) y los costos están a la vista en mi patética existencia terrena.

He viajado a lo largo y ancho de México (y parte del extranjero. El “extranjero” la selva tropical caliente y asfixiante de Centroamérica, la cual es una sola y colinda con mi bello Chiapas) en los siguientes medios de transporte, unos usan gasolina, otros usan diésel, otros usan pasto y agua, otros ni sé la verdad cómo es su método de propulsión. Aquí van: he viajado en burro, en caballo, en tren, en carretilla, en autobús, en auto, en camioneta, en avión, en helicóptero, en barco, en lancha, en bote de remos, en motocicleta; en avión de una hélice, en avión a reactor y en un acto raro casi de prestidigitación mágica en Baja California, viajé en camello en aquella arenosa planicie.

¿Cuándo había “manejado” yo un camello en mi patética vida? Pues nunca. Pero eso día recibí un curso de inducción de tres minutos y pude ir de un lado a otro en dicho animal de los más altos e imponentes contemplados en mi vida. Soy viejo, con lo anterior le quiero ejemplificar de mi vejez. Y en el invierno de mi vida, la vejez pesa. Pesa tanto la ingrata, la cual me ha hecho padecer tal vez la peor semana de mi vida en los días referidos: 6 al 12 de junio. ¿Algo en especial? Para mí sí: tres bombas nucleares en mi existencia las cuales ya no soporto (aunque alguna vez, sobre todo la primera, hasta me daba gusto soportarla). A saber: calor asfixiante, nubes de moscas y mosquitos y marabuntas de cucarachas y todo tipo de insectos rastreros.

Calor agobiante, moscas, cucarachas… ¡Puf, atroz combinación! Usted lo sabe: padezco insomnio. Desde joven. Pero adulto y ahora de viejo, se ha agravado, aunque (gracia a Dios) ando controlado en eso del insomnio y sus hermanos de armas: la maldita melancolía y angustia. Y claro, con la vejez uno se olvida de dormir con razón. O sin ella. En un monólogo tan genial como todo el texto, Pedro Páramo, el de Juan Rulfo, espeta en la novela: “Los viejos dormimos poco, casi nunca. A veces apenas si dormimos; pero sin dejar de pensar. Eso es lo único que me queda por hacer”.

No duerme uno y cuando se dormita, se sueña y se piensa entre cabeceado y despierto. Un martirio. Semana de andar en “modo zombi”. Casi toda la semana tuve la osadía de ir a Monterrey y volver por trabajo. 44 centígrados en Monterrey, 36/33 grados en Saltillo. No, ya no aguanto el calor asfixiante y el sudor escurriendo en mi cuerpo. No obstante mi vida de regio allá en la década de los noventa del siglo pasado: 6-7 años viviendo en ese infierno. 

ESQUINA-BAJAN

Diario, crucé mensajes de texto con el brillante periodista y académico, Luís Carlos Plata. Pues sí, era para quejarme. Un quejido eterno. En varios de ellos, el atildado abogado me regresó lo siguiente con sus bien medidas palabras y reflexión: “Saltillo master, ya se convirtió en un paraje más de la Carretera 57. Igual a Monclova, Piedras Negras…” Le creo. Semana insoportable de llamas y asfixia donde no pude hacer mis tres funciones vitales: comer, leer y escribir. Habitualmente peso entre 56 y 57 kilos (soy un pinche palo de ocote, vaya. O si usted quiere en términos de ornitología, soy un tildillo, un pájaro conocido como tildillo: seco desde el pico hasta las patas, puf), en una semana enflaqué entre 2.5 y 3 kilos.

¿Cómo defenderse del calor asfixiante? No lo sé. Saltillo ya se pudrió y es un comal ardiente a la intemperie, como el llano en llamas de Juan Rulfo, lo dijo Luis Carlos Plata, entonces tal vez y sólo tal vez es necesario emigrar a un lugar fresco y agradable para vivir: comer, leer y escribir en Zacatecas. Sí, la tierra del poeta Ramón López Velarde del cual se cumple Aniversario. Releyendo a López Velarde (poeta sobre el cual está construida nuestra modernidad poética, lo dijo Octavo Paz), éste hace referencia al asfixiante calor de provincia y “al denso/ vapor estimulante de la sopa.”

Ni sopa, ni milanesa, ni tacos, ni bistec, ni huevos, ni pollo, ni… nada. En una semana de asfixia, pululando nubes de moscas a mí alrededor y combatiendo todo tipo de cucarachas mutantes, no probé alimentos sólidos. Sólo fruta. Hartos vasos de fruta de todo tipo de pelaje. Los resultados fueron los siguientes: enflaqué 2.5 a 3 kilos. Moscas, mosquitos, cucarachas. Cada ser humano tiene sus filias y sus fobias. Todo mundo, todo ser humano tiene sus aversiones muy bien arraigadas. Se le huye a un ratón de fiera estirpe, aunque son (casi) inofensivos al género humano. Uno les causa más terror a ellos realmente.

La repulsa a las cucarachas no es privativa solo de las féminas. Las cucarachas dan asco a todo mundo. Ahora, con un plus las muy malditas: han mutado. No sé si usted ya lo notó señor lector, pero ahora las cucarachas amén de ser gigantes, ya tienen alas. Vuelan las muy desgraciadas. Me han recordado aquella vieja película de Guillermo del Toro, “Mimic”. ¿Cuánto afecta el calor asfixiante, como a mí, en materia de salud, en materia intelectual, en materia educativa, en eso llamado “calidad de vida”…?

LETRAS MINÚSCULAS

Calor, moscas, cucarachas… Semana negra del 6 al 12 de junio, vamos iniciando.