Caída del precio del crudo, como fuerza de transformación

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Caída del precio del crudo, como fuerza de transformación

Desde principios de 2014, el precio del petróleo se ha reducido de manera drástica; lo que empezó en más de 100 dólares por barril, esta semana terminó en menos de 30. La caída es estrepitosa; sin embargo, refleja los cambios drásticos en el mercado mundial y otras fuerzas geopolíticas de los que somos testigos. Para México, dicha reducción se ha convertido, casi por obligación, en una transformación estructural… y apenas hemos visto algunos de sus impactos. Faltan otras transformaciones. 

El primer golpe fue la “despetrolización” de los ingresos fiscales del gobierno federal. Por decenios, desde el auge petrolero de fines de los años setenta hasta hace apenas tres años, entre una tercera parte y un 40% de la recaudación se vinculó directamente con la producción petrolera; hoy no llega ni al 17% y sigue disminuyendo. Si la tendencia continúa, es posible que hacia el final del año, llegue a un 10 o 12%. Se trata de un cambio sumamente positivo: se han diversificado las fuentes de los impuestos. En 1986, cuando el precio del petróleo colapsó a casi 6 dólares por barril, dada la severa dependencia del petróleo, la economía mexicana se contrajo casi 6%; el peso se depreció, la inflación se elevó drásticamente, y el déficit público superó al 15% del PIB. Hoy, podemos decir que la historia es otra. La economía, aunque en efecto crezca a paso lento, lo hace por encima del crecimiento de la población; los niveles de inflación son históricamente bajos, y el Banco de México pronostica mantenerlos en 2016. El peso ha sufrido una fuerte depreciación real, pero no ha violentado la balanza de pagos, dado el régimen de tipo de cambio flexible. Asimismo, el déficit público se está reduciendo ligeramente respecto del año anterior y se mantiene relativamente bajo. Son buenas noticias para la estructura de la recaudación federal, pero tenemos menos riqueza petrolera. 

Otro impacto correlacionado con el anterior, es que esta transición hacia precios más bajos del petróleo a lo largo de los últimos dos años, habrá de resultar en una racionalización del gasto público. El famoso “presupuesto base cero” fue el reflejo de esa necesidad, aunque aún no sea una realidad. El esfuerzo de racionalización y ajuste del gasto público tendrá que ser real para 2017, la reducción relevante, y la efectividad del gasto en sí tiene que ser por demás efectiva. En otras palabras; se tiene que hacer más con lo mismo, tener mayor impacto en crecimiento económico y en productividad con los mismos recursos. 

Hasta ahora y en el presupuesto de 2016, las coberturas que se han contratado han suavizado la caída de los ingresos petroleros. También lo ha hecho la muy afortunada decisión gubernamental de convertir el impuesto especial al consumo de gasolina y diesel en eso, un impuesto y no el subsidio que teníamos anteriormente. La reducción del precio de la energía a nivel internacional lo ha permitido. Qué bueno por las finanzas públicas… qué malo por los bolsillos de los consumidores. La presión por tener menos ingresos federales, aunque gradual, en efecto crece, y todavía quizá con menos dolor en las cuentas públicas gracias a la efectividad de la reforma fiscal de 2014. 

La fuerza transformadora de la caída del precio del petróleo será todavía mayor, y seguramente más visible y dolorosa, en los próximos meses y años: las finanzas públicas tendrán que equilibrarse de otra manera, con otros impuestos y con reducciones y racionalizaciones de gasto. Estos nuevos ingresos tendrán que provenir de impuestos al consumo —el IVA, entre otros— y de un crecimiento importante del número de personas que causamos impuesto sobre la renta; es decir, de la formalización de personas y empresas, por pequeñas que éstas sean. Así, en lugar de tener una riqueza natural caída del cielo, tendremos que pagar más impuestos. Por otra parte, la reducción del gasto y su mayor efectividad estarán estrechamente vinculadas con la lucha efectiva contra la corrupción. Debe ser exitosa para beneficio de la sociedad. Sólo así se podrá paliar el dolor de la estrepitosa caída del precio del petróleo. 

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