C-Mamut

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C-Mamut

El escritor y periodista Mauricio-José Schwarz (hoy por hoy mi youtuber favorito del mundo mundial), describió sus impresiones luego de su único encuentro con Andrés Manuel López Obrador, en 1999, durante la precampaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas. 

Sostiene haber confirmado sus sospechas respecto al hoy Presidente de México: “… un sujeto bastante ignorante y despreciativo del conocimiento”. 

El periodista describe a un AMLO que cree saberlo todo y que los expertos no saben nada, un AMLO que en cualquier momento se asume “experto en energía, experto en criminología, experto en sociología, experto en educación, experto en agricultura, experto en maquinaria pesada, experto en energía nuclear y física de partículas…”.

Y si esa impresión daba ya en aquel año distante, como Presidente, López Obrador no ha hecho sino corroborar dicha conjetura sobre su marcadísimo desdén por el conocimiento y por quienes lo ostentan.

A la retahíla de campos y disciplinas que con ironía, señala Schwarz, cualquier buen día son del dominio de López Obrador, hemos de agregarle con toda justicia y sobrado mérito el ingrato oficio del diseñador gráfico.

¿Y por qué califico yo como ingrata dicha profesión? Pasa que la gente no suele tener el criterio suficiente para distinguir un trabajo mediocre de uno eficiente, una chambonada de una propuesta que cumpla con todos los propósitos de comunicación e imagen que demanda un proyecto cualquiera.

De igual forma, también solemos obviar diseños que constituyen pequeñas piezas de arte, dada su belleza, armonía y capacidad informativa y es que otro de sus puntos a considerar es la economía de sus elementos.

Los comunicólogos tenemos una cierta formación en este campo, pero un diseñador gráfico completo, forjado en la plástica, el dibujo técnico, la semiótica -por decir lo básico- abandona la pedestre condición de profesionista para codearse con los genios de las artes (y por ello siempre estarán mal pagados). 

Sobre el logo, o propuesta de identidad gráfica para el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que se le filtró al Gobierno Federal (AKA la 4T), bueno… ¿Qué podríamos decir, sino exclamar el fatídico “¡Oh, la humanidad!”, proferido por el cronista reportero Herbert Morrison, cuando vio al Hindenburg explotar en llamas en el firmamento?

Lo que digamos sale sobrando ya. México ha reído en unísona y atronadora carcajada, viendo con una suerte de incredulidad y ternurita el logotipo del “AIFA” que conjunta, a saber:

Dos caprichosas letras “A” que mañosamente evocan las iniciales del santo nombre del bendito niño anciano de Macuspana: Andrés Manuel.

Una “I” que parece un barquillo, pero representa una torre de control.

Un avión que se acerca de frente hacia el espectador y que está a punto de estrellarse contra la citada torre (¡y cómo no va a estrellarse si al avión le faltan turbinas!). Y una pista en perspectiva donde se lee el nombre del héroe revolucionario, Felipe Ángeles.

Por si no encontrase lo anterior suficientemente abigarrado, esta capirotada visual se corona con un lanudo proboscidio antediluviano o mamut que, aterrado, mira la escena catastrófica que se gesta ante sus ojos de mamut, mientras intenta huir y descifrar al mismo tiempo por qué causas sobrenaturales u oscuras fuerzas fue arrancado del pleistoceno y llevado ocho y medio millones de años hacia el futuro, precisamente al sexenio de López Obrador (¡chingada mamuta madre!).

Si nos olvidamos de los aspectos estéticos, el logotipo ni siquiera cumple de panzazo con lo técnico: legibilidad, contraste, escalabilidad, reproducibilidad.

Y ya me podrán decir los defensores cuatroteístas que es una trivialidad y un desgaste innecesario el argumentar acerca de un incompetente logotipo, y que mejor deberíamos discutir las cuestiones más importantes, las de fondo.

Viera usted que sí, pero sucede que:

1.- Las cuestiones importantes, las de fondo, tampoco las zanjan. La 4T y el Presidente las eluden, las evitan tocar a toda costa.

2.- El logotipicidio (con mamut, alevosía y ventaja) no es del todo trivial, ya que exhibe el poco profesionalismo y seriedad con que se está manejando la identidad (de presuntos alcances internacionales) de una de las “obras cumbre” de este sexenio que pudo ser. No es una opinión, hay elementos objetivos para descalificar al logo. ¿Alguien cree que con esa imagen se le daría confianza al viajero internacional?

3.- Y tratándose precisamente de la identidad gráfica de uno de los magnos caprichos del sexenio, lo más seguro es que AMLO le dio el VoBo al adefesio y más que eso: Conociéndolo, seguramente lo impuso -si no es que él mismo lo dibujó en una servilleta- desoyendo cualquier consejo de expertos porque… “¡Pinches diseñadores, a poco van a saber más que su ‘Prejidente’!”.

Un logotipo nunca será más importante que el concepto que encierra, pero sí es un reflejo de éste. Y lo que nos fue presentado grita a todo pulmón el poco profesionalismo con que se conduce este Gobierno al que ya le dio por fabricar ¡hasta vacunas anti-covid! ¿Ustedes gustan?

¡Que Triqui-Tran, santo señor de los mamuts, nos agarre confesados y nos proteja de un presidente que es –dice él- chingón pa’ todo!