Buzo mexicano vuelca pasión por fotografiar tiburones en arrecife de Pacífico
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Buzo mexicano vuelca pasión por fotografiar tiburones en arrecife de Pacífico
Gerardo del Villar no sabía cómo transmitir a sus amigos la experiencia de nadar entre tiburones; por eso el buzo mexicano comenzó a desarrollar la que es hoy su gran pasión, la fotografía subacuática de estos animales, que recientemente lo llevó al arrecife del norte del Pacífico.
Del Villar, quien sintió "amor a primera vista" cuando vio por primera vez un tiburón, lleva 15 años recorriendo los mares con su cámara para acercarse al máximo a los escualos.
Tanto que en ocasiones, debido a su ánimo de "lograr fotografías buenas", se acerca de más y "los tiburones llegan a chocar con nosotros, inclusive hasta morder la cámara", afirma en entrevista con Efe.
El buzo regresó hace unas semanas de Baja California Sur, en la península que une el Pacífico y el mar de Cortés, donde partió con un grupo de aficionados a las profundidades en busca de tiburones toro y pelágicos.
Cabo Pulmo, un pequeño pueblo pesquero de unos 350 habitantes que ha reconvertido su actividad al ecoturismo, es un lugar en el que existe la posibilidad de que los tiburones se acerquen "totalmente a los buzos, sin tener temor, porque se sienten seguros de que nadie los va a pescar", señala Del Villar.
El arrecife, ubicado al norte del Pacífico, y santuario de varias especies protegidas, es un abanico en el que se pueden encontrar muestras de toda la cadena alimenticia oceánica, "desde los depredadores tope, los tiburones, hasta los peces más pequeñitos y el plancton".
Pero lo que más impresiona, comenta, es la aparición de los tiburones cuando se está buceando en mitad de un cardumen, sin mucha visibilidad, y "de repente" los peces se abren y dan paso al depredador.
Después de cuatro días en Cabo Pulmo, partieron a la turística ciudad de Cabo San Lucas, donde la expedición salió al mar abierto para buscar pelágicos.
Se adentraron en el mar durante tres horas para llegar a un enclave conocido como Gorda Banks, donde los pescadores les advirtieron que tuvieran cuidado, por la alta presencia de tiburones.
Allí vivieron un pequeño incidente: "Ya había tiburones, y empezamos a atraer más con carnada, hasta el momento de llegar a tener casi 30 tiburones, se nos pasó un poco la mano", narra Del Villar.
Con el exceso de comida, sintieron que había demasiados escualos, y que además "su comportamiento era un poco inquieto, por no llamarlo agresivo".
"Tuvimos que salir del agua, quitar un poco de comida, para que se tranquilizaran, y ya poder nadar con ellos para hacer las fotografías", añade.
A pesar de este pequeño incidente, el buzo, quien desde pequeño es amante de los animales "poderosos" como los caballos, los toros o los tiburones, reconoce que la mayoría de las veces las expediciones se desarrollan sin sobresaltos.
En este sentido, apunta que lo que pretenden sus compañeros y él con su trabajo es "desmitificar a los tiburones", cuyo comportamiento difiere en gran medida de lo que refleja el cine.
"La gente ve una película y jura que va a ver un tiburón y que va a salir detrás de uno, persiguiéndolo o queriéndolo morder, y en realidad, cuando un tiburón nos ve es muy tímido", asegura el buzo.
Esto hace que su trabajo con estos animales no sea tan peligroso como parece: "Habiendo tanta cantidad de alimento, lo que menos les interesa son los buzos, aparte de que los humanos no estamos en el menú de los tiburones", defiende Del Villar.