‘Buenas familias’ de Parras

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‘Buenas familias’ de Parras

Ellos son miembros de las clásicas “familias bien”. Recatados y temerosos del “qué dirán”. Conservadores que van cargando en su espalda todo el peso del apellido familiar. El “buen nombre” que también incluye recónditos secretos, porque en este caso, hay que decirlo, han legitimado, a cambio de numerario, al más corrupto alcalde en la historia de Parras, Evaristo Armando Madero Marcos.

Y estamos hablando de la “aristocracia” más conspicua de este pueblo: Rolando Marcos, Armando Marcos, Jorge Martínez, Elisa Murra, Gabriela de Madero, Elizabeth Murra y Olga Lara, todos ellos, a excepción de Olga, parientes del cacique bribón.

Y que conste que estamos hablando de un pueblo chico de bien. En la tradición formal del recato y las buenas costumbres. En este caso, familias formadas por suspirantes de alcurnia y distinción, que ahora enfrentan un conflicto ante la disyuntiva de conservar cierto prestigio y el costo que tendrán que pagar por haberse manchado las manos de corrupción.

Ellos fueron los que llevaron al cacique analfabeta a la sede municipal de PRI para ser arropado como su único candidato, a costa de darle sepultura a su propio partido que, como todos sabemos, lleva años rezagado y que ahora será marginado por Morena, el partido que gobernará Parras el próximo trienio.

¿Qué les costaba a los Marcos, Martínez, Lara y demás estirpe parreña deslindarse del poluto Madero? La última intentona fue el despojo de un inmueble municipal a través de prestanombres, con el supuesto pago en efectivo y el desalojo de la propiedad por la noche, como vulgares bandidos.

Ahí tiene usted a las “buenas conciencias” de Parras en contubernio con los más cínicos ladrones: Rolando Marcos, sin atributos políticos y pretendiendo gobernar desde la trastienda. Jorge Martínez, un tipo de mollera clausurada. Armando Marcos, haciendo el “oso” en el Cabildo y Olga Lara, promotora turística de sus propios intereses. Todos ellos convertidos en secuaces de esa vergüenza zoológica compuesta por el “Guachi”, el “Caballo”, el “Ganso”, el “Coco”, el “Chato” y el “Toto”. Todos responsables de la ruina de Parras. De ese tamaño es nuestra “aristocracia” abajeña.

EL NOTARIO OCEGUERA

Pasando a otro tema más alentador, es necesario registrar en este espacio a uno de los notarios públicos con más prestigio en Saltillo, al licenciado José Oceguera Rodríguez, titular de la Notaría No. 100, todo un profesional del Derecho a quien reconocemos como ejemplo vivo de uno de los pilares básicos de nuestras instituciones civilizatorias: el notariado.

Recientemente coincidimos con el notario Oceguera y nos ha dejado una buena impresión su conocimiento del Derecho y su gran capacidad didáctica para explicarlo a los legos, como el suscrito. “Debería ser titular de una cátedra en Jurisprudencia”, le propusimos. “No me han dado la oportunidad”, nos contestó.

Este fedatario ejemplar nos ha hecho recordar a ese judío helenizado que se llamó Saulo de Tarso por su definición de la fe: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Así registramos la confianza que genera uno de los Notarios más notorios de Saltillo. Vale.