Bryony Kimmings, la mujer que convirtió su enfermedad venérea en arte

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Bryony Kimmings, la mujer que convirtió su enfermedad venérea en arte

La artista de performance hace uso de sus habilidades histriónicas para abordar todo tipo de temas. Foto: Internet
Por medio del arte y la terapia en clínicas sexuales, un relato de una enfermedad de contagio sexual pasa del humor a las lágrimas y el desahogo

Bryony Kimmings ha creado su propio universo, todo gracias al performance.

La artista británica de 35 años es capaz de pasarse siete días en una habitación intoxicada, escribir una guía pacifista para la guerra contra el cáncer, encarnar la estrella pop inventada por un niño de nueve años o convertir la depresión de su novio en una obra de teatro.

 

Inspirada por la injusticia social, la extrañeza y, especialmente, el tabú, quizás uno de sus shows más llamativos es Sex Idiot, en el que convierte su enfermedad sexual en arte.

Kimmings se libera de prejuicios, pero sobre todo le recuerda al espectador que una enfermedad de estas características no deja de ser un problema de salud humano; pero, sobre todo, no convierte a su portador en pervertido, inmoral, ni marginal.

 

De acuerdo con el diario El Español, la británica ha llevado su show a las clínicas sexuales más concurridas de su país con un argumento que capta la atención desde el principio. “Esto es una canción sobre vaginas”, les dice la artista de performance a los espectadores a manera de prólogo, mientras comienza a recitar sinónimos cada vez más hilarantes del órgano sexual femenino.

La gracia radica en el intercambio: Bryony se involucra con su propia historia, pero los pacientes también. La escuchan trabajadores sexuales que acaban de escapar de la prostitución, hombres recién casados con problemas para relacionarse eróticamente, jóvenes promiscuos, matrimonios que ya no se tienen relaciones sexuales…

“La verdad es que yo creía que había vivido mucho, pero al escuchar a algunos de mis entrevistados me sentí mojigata”, dice Bryony, quien además reflexiona sobre las diferencias entre la sala de espera de la clínica para chicas y la de chicos. “La de chicas era rosada y estaba llena de mujeres nerviosas, que sentían que se les iba a llamar ‘escoria’. La de los hombres era azul y se respiraba un ambiente machista. Estaba llena de pavorreales”, agrega.

Finalmente, la exhibición sexual es sólo una excusa para llegar a temas más oscuros, complejos y dolorosos; para ahondar en una reflexión sentimental. Kimmings lo cuenta en su propio documental, Artist in Residence, donde recuerda cuando ella y el padre de su hijo y pareja durante cinco años, Tim Grayburn, decidieron clausurar la relación. Una de las razones fundamentales fue que nunca tenían sexo. En el filme aparece cómo tiran el colchón en el que habían compartido tanto.

“Buen viaje a la basura”, dice bromeando. “Se me rompió la fuente en esa cama, así que es una cama simbólica. Una cama matrimonial, supongo”, resopla. Entonces hay una pausa. “Vendí ese colchón. Compré una cama más pequeña, para mí sola”. La artista rompe en llanto. “Maldita sea”, murmura.