Braceros
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Braceros
Caray, cada día que pasa lo confirmo, soy un hombre viejo. Me da gusto. Lo disfruto. Y aquel viejo adagio, aquel viejo refrán, aquel viejo aforismo se cumple a la letra: todo tiempo pasado fue mejor. Hubo una época, hubo un tiempo en que eran historietas, no “cómics”; decíamos “autos chuecos”, ilegales, no “autos chocolate”; los mariguanos de los barrios bravos fumaban un “churro”, no un “porro”. En mi época eran “braceros” no inmigrantes.
En fin, los ejemplos son interminables, pero lo anterior sirve como contexto para ver cómo se ha ido perdiendo el idioma, los giros idiomáticos y la jerga norteña para adoptar frases y términos defeños, ibéricos y, sobre todo, palabras y frases sin mayor lustre, una especie de domesticación del idioma para hacernos ciudadanos políticamente correctos.
Antes decíamos patria (el lugar de nuestros padres) para hoy adoptar un vago término jurídico, nación. En fin, nada nuevo en estos tiempos de internet y goces pasivos ante la computadora que todo lo pudre. Braceros; en mis mocedades así les decíamos a los primos, tíos, amigos los cuales se iban periódicamente a los Estados Unidos de Norteamérica a trabajar por temporadas, para luego regresar con regalos y dólares. No hartos dólares, pero sí con los suficientes para vivir dignamente una temporada y luego… regresar a EU. No eran inmigrantes, como les dice el monje Raúl Vera, de lo cual ha hecho su farándula y oropel; eran braceros. Y esto se me había perdido en un rincón de mi memoria ya marchita, lo cual ahora ha sido refrescado merced a un excelente libro el cual ha puesto en mi mano para su lectura, el maestro Baltasar Hernández.
El libro se titula “La Experiencia Migrante. Iconografía de la Migración México-Estados Unidos”, de la autoría conjunta de Jorge Durand y Patricia Arias para la editorial Altexto, obra la cual les valió una beca de The Rockefeller Foundation, Fundación Cultural Bancomer y el Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos. El maestro Baltasar Hernández me lo había comentado, como quien paladea un buen dulce y me acotaba, “tan pronto lo termine de revisar, lo pongo en su mano maestro Cedillo. La migración ha estado presente desde siempre, siempre”. Tiene razón el académico, la historia de EU está construida sobre un caudal migratorio procedente de todas partes del mundo que alcanzó su culmen entre 1880 y 1924 con la construcción de las vías ferroviarias que alcanzaron a México. En estos lustros llegaron 26 millones de personas, 26 millones de braceros (Chermayeff, Ivan) insisto, de casi todas partes del orbe.
Esquina-bajan
Pero, ¿cuál es la gran diferencia, la abismal diferencia entre los millones de migrantes irlandeses, italianos, rusos, chinos, e incluso, hondureños o guatemaltecos, con los braceros y trabajadores mexicanos? Los nacionales han tenido como horizonte y merced a la vecindad, el retorno al terruño, el retorno al pueblo, regresar a los orígenes. En una frontera volátil y porosa, y no siempre con las oportunidades y éxito personal el cual sale en las películas, pero no resulta en la vida real, el regresar a México si las cosas “no salen bien o como se esperaba”, ha sido un mal endémico en los migrantes.
El libro, como se indica en su tapa, es una espléndida investigación iconográfica donde hay cientos de fotografías, recortes de prensa de ambos países, caricaturas, fotos de las familias de su archivo personal, mapas y documentos que hacen de este volumen, algo único y de colección. Amén, claro, de los espléndidos textos que se redactaron exprofeso para documentar la iconografía buscada lo mismo en archivos públicos y bibliotecas, que en álbumes familiares y en pueblos de México y EU.
Hay un capítulo dedicado al belicoso general Francisco Villa, que invadió Columbus, EU, la noche del 9 de marzo de 1916, la única ocasión en que un ejército extranjero ha invadido al poderoso vecino del norte.
La batalla, está documentado, duró seis horas. Villa iba al frente de 500 hombres. A Columbus lo defendieron un puñado de gringos del 13er. Regimiento de Caballería. ¿Saldo del enfrentamiento? Cien muertos del lado mexicano. Apenas 17 del norteamericano. Villa, más artificio que fuego; no estratega, sino mito. Un mito el cual sigue vivo hoy. El capítulo está ilustrado con fotografías casi inéditas, muy poco conocidas de esta escaramuza y ya luego, con la “expedición punitiva” para someter en México al forajido y sus hombres. Una aguja en un pajar. Nunca lo encontraron.
Letras minúsculas
Hoy, un ejército silencioso ha tomado a EU por asalto, hay más de 33.7 millones de mexicanos. Y sí, siguen siendo braceros. Don Baltasar Hernández tenía razón, siempre ha habido y habrá braceros.