Bosques, escaleras y pedreras

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Bosques, escaleras y pedreras

La avaricia toma sus cuotas, la falta de reflexión también. Así, los seres humanos se adjudican la acción unívoca entre todas las especies, de tomar de la naturaleza lo que requieren, sin considerar otras entidades u organizaciones de especies animales distintas a la nuestra.

“La propiedad privada es el peor invento del hombre”, me dijo con triste serenidad en una nutritiva conversación, el astrofísico español Antonio Mampaso, mientras expresaba su preocupación por los usos de las pozas en Cuatro Ciénegas. Y resonó en mi cabeza esta otra frase escrita por el artista norteamericano Patrick M. Lydon: “el hombre es la única especie que tiene que pagar por vivir en el planeta”.

Si la vida, como comentara Antonio Mampaso, va más allá de la clásica descripción de la biología, e incluye a estructuras que generan procesos, estamos frente a la vida como un conjunto de procesos que van desde la más clara sencillez hasta la mayor complejidad, procesos que por cierto no hemos comprendido, y sin comprenderlos se continúa con la destrucción basada únicamente en el lucro que otorga la propiedad privada.

En la ciudad tenemos parques públicos en el abandono -no todos por supuesto-, aquí hay acciones claras a realizar como mejorar las banquetas que muestran hoyos, o reforestar con plantas regionales hasta lograr que se constituyan en parques de veras bonitos y resguardados, bajo la responsabilidad de autoridades y ciudadanos.

Un proverbio muy antiguo dice que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones, es el caso de las escaleras al cielo. Pero no veamos solo este proyecto, sino otros que han causado descontento en una parte de la ciudadanía: las pedreras también instaladas en la sierra, cuyos daños no han sido subsanados, o la contrucción de unidades habitacionales que casi invaden la entrada al Cañón de San Lorenzo y una zona de ellas se encuentra construida sobre relleno de escombro, lo que pone en riesgo a las personas que compraron casas allí.

¿Quién decidió y porqué otorgar permisos a las pedreras, a los complejos habitacionales, o al proyecto de las escaleras al cielo en áreas protegidas? O bien ¿Quiénes debe detenerlos, limitarnos o retirarlos? ¿Quiénes debe actuar y por qué no lo ha hecho?

¿Acaso las leyes ambientales laxas responden ya solo al temperamento de la votación ciega que ocurre en redes sociales, donde también se expresan el anonimato y la ignorancia de los procesos naturales?

Claro que no asombra la forma contemporánea de “gobernar”, de “tomar decisiones” y de “dirigir” políticas públicas basadas en likes o en campañas digitales. Así es. Es lo que hay. Sin embargo, sería posible trascender estas tendencias. Hay autoridades que deben de rersolver esto porque está en sus obligaciones. No debería de ser necesario ya ni siquiera una petición colectiva ciudadana, porque son dichas autoridades quienes tienen el más amplio conocimiento de estos espacios y de lo que compromete la seguridad y la salud de poblaciones. Además, está en sus funciones, para eso reciben un salario que proviene de los impuestos que pagamos.

No falta quien dice que la forma de hacer arreglos o no, es a través del compadrazgo o de los intereses de constructoras inmobiliarias que aportan recursos para campañas políticas o que apoyan otros procesos de desarrollo en la ciudad. Pero esto podría ser solo un rumor, un rumor que se extinguiría si la ley se aplicara.

Además, hay otras formas de construir o de promover el desarrollo realizadas por quienes mantienen el poder de tomar decisiones y por los dueños de las tierras; porque son formas que incluso pueden ser una iniciativa vanguardista en esta ciudad. Sin embargo, lo dicho por Mampaso, es evidente en estos casos: la propiedad privada es el peor invento del hombre. ¿Cuántas iniciativas de políticas públicas podrán hacer contrapeso a estas acciones?

claudiadesierto@gmail.com