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¡Bomba! Decires de Yucatán

Estuve en Mérida. No lo digo por jactancia, sino por que así fue. Ahora me invitaron los muchachos de la Carrera de Comunicación de la Universidad del Mayab, una prestigiosa institución entre las muchas a través de las cuales los Legionarios de Cristo cumplen su excelente labor educativa. Tuve el gusto de compartir la mesa con el Padre José María Sabín, rector de la Universidad, un español nacido en Talavera de la Reina, y de sus manos recibí un precioso diploma que me recordará esa feliz visita a Yucatán.

¿Qué es lo mejor de esta tierra del faisán y del venado que dijo Médiz Bolio? Unos dicen que su cultura maya; otros, que su fantástica cocina; mis amigos bohemios declaran que lo más valioso de Yucatán es su trova, y algunos más hablan de la fantástica cocina yucateca, que comienza con la riquísima sopa de lima y no termina nunca.

Yo, por mi parte, creo que lo mejor de Yucatán es el ingenio de su gente, su sensibilidad, su innato don de la poesía, su jocundo sentido del humor. Voy a poner algunas muestras de ese ingenio. Las recogí en los cuatro días felicísimos que en Mérida pasé.

Don Ermilo Padrón López escribió la letra de la canción “Rayito de sol”, a la que Guty Cárdenas puso música. Este mismo don Ermilo, prendado de Consuelito Velázquez, la autora de “Bésame mucho”, le dedicó una quintilla que no sabría yo decir si es copla o madrigal:

Chelo: tu corazoncito
es un lindo cantarito
que no quieres estrenar.
Llénalo poco a poquito
con lo que me haces llorar.
En tesitura entre amorosa y humorística don José Antonio Zorrilla Martínez, llamado “Monís”, describió en cuatro versos su felicidad por un amor bien correspondido. Monís cultivó amistad fraterna con Jesús Garza Arocha, nuestro querido Charro, una de las estrellas de Radio Concierto. Por lo tanto seguramente Chuy conoce este breve epigrama amoroso nacido del estro de Monís:
Estoy feliz, feliz con tu cariño,
que a diario es nuevo, luminoso y alto.
Estoy feliz, feliz como un sombrero
que cae al mar... y que se siente barco.
Anónima, finalmente, es esta fórmula en verso para curar el dolor causado por un amor perdido.

Receta de un buen doctor para los males de amor:
Se ponen al fuego dos
adarmes de indiferencia,
y cuatro gotas de esencia
de “Que vaya usted con Dios”.
Se agrega una gota, en pos,
de Qué me importa molido,
y, todo muy bien hervido
con aceite de alegría,
se toma una vez al día
en la copa del olvido.