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Blanca Guerra y su vicio: el teatro
Siempre ha dicho Blanca Guerra que nunca volverá a hacer teatro porque, antes de un estreno, puede morir de un infarto por la tensión que vive.
Pero jamás ha podido cumplirlo y, cuando le llega un texto interesante, acepta estar en él así sean solamente cuatro semanas y en plena época navideña, donde muchos prefieren estar de vacaciones.
“Para mí y siempre, el teatro ha sido el medio que más me gusta para ir evolucionando, es el espectáculo en vivo, la emoción viva, el ámbito donde el espectador y actor se funda, más que con televisión. ¿Sagrado?, no soy tan solemne, pero sí es de mucho respeto y gozo mucho”, dice instantes después de la primera función de su nueva puesta en escena.
La gaviota, creada en 1896 por el dramaturgo ruso Antón Chéjov, es la culpable de hacer que Blanca vuelva a incumplir su palabra.
En ella interpreta a una actriz que se enfrenta generacionalmente con su hijo, en ideas artísticas y de vida. Bajo la producción de Oscar Uriel, se presentará únicamente por un mes en el Foro Shakespeare.
¿Qué pasa por la cabeza de una actriz a punto de entrar a dar la obra? Hay quien quisiera estar en casa como cualquier persona.
Ahora estoy enfrentándome a una cosa distinta, no estamos recluidos como es normalmente haciendo calentamiento, sino que lo hacemos cuando ya está el público y vas integrándote a él. Aquí (en el escenario) está todo y relaja bastante, de pronto Diego del Río (el director) tiene un sistema en donde dice que dediquemos la función a uno de nosotros y eso es maravilloso.
Hablando de generaciones, ¿hay cambios en la manera en que se hacía teatro cuando comenzaste, a hoy?.
Yo me hice en el CUT (Centro Universitario de Teatro) y este lugar (el Foro, para 190 personas) me remonta a mis inicios. Lo que está fuera de nuestro entorno, los potenciales de ver la obra (las personas) son otras, con un sentido de la vida distinto.
Debajo de las escaleras en el CUT, en el hueco que queda, nos metíamos todos a cambiarnos, a prepararnos, a escuchar las vidas personales de los actores y ni siquiera había conciencia de cambiarse frente a los amigos, ni siquiera nos veíamos. Pero la esencia es la misma.
¿Qué es lo más duro vivido en teatro? Hay quien ha dado funciones ante sólo tres personas.
Si llegué a hacer funciones para poca gente, nunca siendo más los actores (risas), nunca he vivido la experiencia de cancelar una obra, a mí me enseñaron y lo tomo como decálogo, de que un espectador merece escuchar lo que tú dirás.
¡Lo peor es cuando sales a escena y no hay utilería! En Secretos de familia entraba con la espada de Agamenón para dárselo al hermano ¡y no había espada!, entonces se hace eterno, corres pidiéndola y llega uno de los técnicos y te salva. También que tienes lagunas en el texto (olvidos), crees que transcurre mucho tiempo, pero no, y siempre hay un compañero que te salva, somos muy solidarios (risas).