Bipolaridad

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Bipolaridad

G: Es incomprensible que escribas acerca de política; ¿tú? ¿Qué ha sucedido con el aliento anarquista, tus andanzas nocturnas, el "destruirse todos los días", los viejos tiempos, las ergástulas malolientes de los barrios urbanos?

F: Permíteme citar a Thomas Nagel: "El hecho de que no seamos responsables de nuestros talentos hace que todo sea moralmente cuestionable, excepto las desigualdades más inmediatas que se derivan del ejercicio de ese talento". Por eso es crucial dar preferencia a los peor situados. Buscar un equilibrio para que el concepto de "igualdad" no se torne vacío.

G: Las noches cuyo espectáculo de sexo en vivo presenciaste en esos tugurios de la Merced, Garibaldi; El Hoyo, en la Glorieta de Insurgentes; el 33 de la calle de Perú y Lázaro Cárdenas. Cuántas peleas en la madrugada y correrías interminables en que la razón no llevaba las riendas; sólo el impulso; lo inevitable.

F: Te citaré a Rorty, otra vez, si no te incomoda; puesto que soy un pragmatista: "Para el pragmatista, las oraciones verdaderas no lo son porque correspondan a la realidad". Es decir, no creemos que exista algo verdadero por esencia: lo hacemos verdadero a partir de la conversación, el intercambio de ideas, la discusión y las acciones. No montamos iglesias levantados encima de una verdad platónica.

G: ¿Y las sustancias que corrieron por tu cuerpo? En la mesa del Zum Goldenen Hahn, en Oraniestrasse, Berlín. En los baños del Bar Cuatro Rosas o El Templo del Gato Negro en Madrid; en el Bar Caribe, junto al metro Universidad, en DF. Eso a lo que llamas Elan Vital, tirado en los pisos pegajosos del Milk en la Roma, o El cajón de los Peluches, en Oaxaca. Y los conectes con las travestis del bosque de Palermo, en Buenos Aires, o el consumir litros de aguardiente en el bar Goyeneche, en Bogotá. Bebiendo y hablando al lado de tanto desgraciado. ¿No aprendiste a ser libre? ¿Que la justicia es sólo para unos cuantos, sin importar tus acciones, palabras o ánimo de igualdad económica? No aprendiste un carajo.

F: La sociedad, desde sus gobiernos, debe garantizar a sus miembros un estado económico y de convivencia digno, y evitar las diferencias escandalosas. La mayoría de la gente quiere más de lo que tiene; si trabaja más -recuerdo a Locke-, puede tener más ya que se lo merece; pero no tanto como para empobrecer a los demás -ahora recuerdo a Rawls.

G: No, eso no es lo que piensas: recuerda tu frase aquella la cual jamás voy a dejar de citarte: "En realidad lo que a mí más me gusta es ver cómo a todo se lo va llevando la chingada". ¿Ya te releíste en 'No hacemos nada malo', en 'Regimiento Lolita', en todos los fanzines en los que colaboraste? Estás muy mal y has perdido cómplices. ¿Te engañaste o nos engañaste?

F: Los monopolios no le hacen bien a la sociedad que desee un equilibrio social de largo aliento. El monopolio es una lacra. Las reformas fiscales deben ser agresivas, pero no hacia la clase media que sostiene al país con su trabajo, sea formal o informal, sino a las concentraciones de poderosos y concentradores de bienes. De otra manera todo seguirá igual.

G: Y tú estarás feliz, porque habrás tenido razón y tu intuición no te habrá fallado. ¿Recuerdas en el hotel Sevilla, una noche, después de un concierto de Los Enemigos, y que a Josele le gustaba abrir botellas porque se había implantado un abrelatas en las encías? ¿Y el aprecio que te tomó Manolo Campoamor, de Kaka de Lux? ¿Y las compras en la Gran Vía del brazo de Paco Clavel? ¿Y tus amigos de Madrid? Teresa Yagüe; Víctor Abundancia; Ana Juan. Ellos idearon tu primer libro de relatos Cuentos mejicanos. ¿Por qué colaboras con Monográfico todavía, de Luan Mart, ¿Tú, míster fraude?

F: La conversación civil parece terminarse y no ha habido frutos. Cada día las diferencias económicas o de bienestar se agrandan. Morirse en estas condiciones es una bendición.