A billetazos

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A billetazos

ESMIRNA BARRERA
Cuando el grueso de la población va siendo extranjera, básicamente estadounidense, la identidad del pueblo entra en un proceso de deterioro

El programa de Pueblos Mágicos se creó en la Secretaría de Turismo federal en el año 2001 y fue innovador porque se pusieron en valor las características extraordinarias de pueblos mexicanos que por su singularidad podían considerarse expresión viva de la magia. A 20 años de su establecimiento, a la fecha existen 132 destinos que cuentan con el distintivo.

Recuerdo en agosto de 2018 que Ángel Díaz Rebolledo, entonces director de destinos turísticos de la Sectur, caminaba conmigo en el centro histórico de Bustamante diciéndome que se elevaría la propiedad de la tierra para bien de los pobladores. Aún no se determinaba el nombramiento de Pueblo Mágico para el lugar. Recuerdo también que un año antes Jaime Rodríguez Calderón con mucha franqueza nos había comunicado a un grupo de bustamantenses reunidos en el Museo de la Memoria Viva que tal vez no resultaría conveniente el nombramiento porque se perdería la tranquilidad del pueblo.

Cuando de un año para otro aumenta el valor patrimonial de las propiedades ocurre que habrá quienes buscarán venderlas y aprovechar el boom inmobiliario, pero la problemática surge a partir de que los nuevos vecinos no son nativos del lugar ni tienen sentido de pertenencia por el pueblo, entonces se pierde a los pobladores originales que finalmente han sido parte del paisaje que atrae a los visitantes.

Comienzan los nuevos moradores estacionales a “correr a billetazos” a los lugareños, con suerte los compradores son mexicanos, pero cuando el grueso de la población va siendo extranjera, básicamente estadounidense, la identidad del pueblo entra en un proceso de deterioro.

Esta ha sido la historia de algunos Pueblos Mágicos que se han llenado de extranjeros, y aunque en ocasiones de manera natural ha sucedido que familias no autóctonas lleguen por motivos de migración a los pueblos que son atractivos y luego se asientan allí y echan raíces, no es el caso de las personas que por inversión adquieren propiedades en los Pueblos Mágicos.

Visité el Pueblo Mágico de Cuatro Ciénegas, Coahuila, para ofrecer un taller a 30 ciudadanos sobre las nuevas visiones que se espera tengan los destinos turísticos en el marco de la sustentabilidad. Casi todos los participantes se quejaban de que los pobladores ya no podían gozar de las pozas como en antaño; del ecocidio ocurrido en el Cañón en el que había una gran arboleda de nogales y dada la succión del agua para menesteres agrícolas, centralmente para la producción de alfalfa, ese pequeño paraíso se extinguió.

El asunto es que muchos lugares como Cuatro Ciénegas están en peligro de extinguirse porque no existe un buen balance del manejo hídrico entre la comunidad humana y la flora y fauna locales. Los seres humanos pueden y deben coexistir con la naturaleza.

Desde el 7 de noviembre de 1994 hay un decreto que elevó a Área de Protección de Fauna y Flora un polígono territorial de casi 85 mil hectáreas de este pueblo, y ahora sería buen momento para resignificar y humanizar el citado decreto. Desde el 2012 Ciénegas –como le llaman los pobladores– recibió el distintivo de Pueblo Mágico, ¿qué tanto el decreto y el distintivo mencionados han generado una mejor calidad de vida en el grueso de los cieneguenses?, ¿seguirán llegando inversionistas desplazando a “billetazos” a los nativos y obteniendo fuertes ganancias pese a la pandemia, mientras que los empleados de los nuevos productos turísticos ganan sueldos magros?