Bigas Luna (el documental)

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Bigas Luna (el documental)


La política y la inmediatez siempre le ganarán (espero ya no) terreno en los diarios a la información reposada, reflexiva y pesada en cualquiera de sus vertientes. Incluyendo, claro, la política. Pero pongo el acento en la cultura en general, es decir, la gastronomía, los viajes, la literatura, la moda, los oficios, la pintura, la música, el cine. Tiempo pasa, escándalos nuevos de corrupción afloran y hay que abordarlos, lo cual le gana terreno, insisto, a la meditación, el abordar a figuras señeras con las cuales nos hemos formado en el trajinar terreno. Buenos comentarios me llegan gracias a usted cuando abordo a personajes de la cultura de los cuales aquí le he contado: Eliseo Subiela, Juan Goytisolo, Carlos Fuentes. 

Hoy, nunca tarde, acometo la tarea de abordar un nuevo documental del cual he visto fragmentos, pero que en Europa se estrenó en las salas de cine en febrero de este 2017 y esperemos llegue a México. Pero, desgraciadamente, no a Coahuila, donde habitamos el cabús de todo. Es el documental “Bigas x Bigas”, vida, obra, manías, entresijos, amigos, amigas (actores, actrices, directores y todo esa gente del medio cinematográfico al cual admiramos ciegamente) y ese arte salido del ojo avizor del ibérico Bigas Luna (1946-2013) quien murió de 67 años y dejó una filmografía que aún hoy es harto disfrutable. 

De hecho, y como en el caso de Subiela, sigo viendo su cine, sus películas, porque me siguen moviendo como el primer día. Las disfruto harto, no así el llamado cine de hoy o contemporáneo. Eso llamado en su momento “Cincuenta Sombras de Grey” fue erotismo para sirvientas, tanto el libro como la cinta palidecen y son basura ante cintas como las filmadas por el ibérico: “Jamón, Jamón”, “Las Edades de Lulú”, “Huevos de Oro”, “La Camarera del Titanic”, por citar las más vistas. 

Era joven. Un día fui joven. Cierro los ojos por un momento y vienen las escenas de un cine (era un par) de corte pornográfico, de varios que había en la ciudad. Eran los Cines Florida. Claro: Florida 1 y Florida 2. Estaban ubicados en pleno centro de Saltillo. Aún hoy, su cascarón sigue allí, a punto del quiebre, pero tal vez soñando su buena fama, la cual tuvieron en su momento. Eran los Cines Florida. Aquí y no en otro lugar llegaban las cintas de Bigas Luna, Pedro Almodóvar, Eliseo Subiela y otros. Sí, estaban consideradas como cine pornográfico. Por aquí y por allá afloraban un pezón parado, las nalgas respingadas de una lolita, ingenua y lechosa, Penélope Cruz; un jovencísimo Javier Bardem. Aitana Sánchez Gijón, Jordi Mollá… Este tipo de cine se veía (y se escuchaba de la patada) en las salas dedicadas al cine porno. Eran otros tiempos, mejores a éstos que corren deslactosados. 

ESQUINA-BAJAN

Cuando se presentó el documental sobre Bigas Luna, que él mismo fue  filmando como retazos de su vida y en la intimidad y entorno inmediato, Bardem (de quien recuerdo una participación corta, tan corta en una cinta, que se me hizo una participación genial, aparece en “Colateral”, donde Tom Cruise da la mejor actuación de su vida, la de un sicario en el otoño de su existencia, al cual le gusta el jazz y lo sabe todo al respecto. Gran cinta) declaró a la prensa ibérica: “El documental descubre la personalidad de un creador, de un tipo que tiene necesidad de comunicar el fuego que le arde, a través de la pintura, las imágenes o la escritura, de una manera muy orgánica y nada intelectual”. 

Sí, eso llamado placer de vivir: el erotismo, el sexo, las mujeres, su huerto familiar, su mujer, sus amigos, su arte mismo. Almodóvar y Bigas Luna nos hicieron soñar con mujeres de plata y celuloide en nuestro idioma: Penélope Cruz, Aitana Sánchez, Francesa Neri, Rosana Pastor, María Barranco. Aún ayer eran tiempos gloriosos de divas que sabían vivir y morir con soberbia y arrogancia, no las esmirriadas “actrices” que hoy se video filman al coger en la cama con cualquier mozo y ya luego, demandan y lloran a moco tendido por haber sido “hackeadas” en escenas tan aburridas como sus películas mismas. 

¿Ayer? Ayer eran otros tiempos. Claro, mejores a este. Aún recuerdo a la bella, siempre bella Audrey Hepburn: flaca, perfecta en sus huesos que aún sueño, vestida de negro totalmente, en “Una Cara con Ángel”, donde interpretaba a una bibliotecaria a la cual descubre Fred Astire y la convierte en modelo. Esa moda al vestir influyó en lo que se vivió en el Siglo 20, el llamado “existencialismo”. Otra: aún recuerdo aquella respuesta cincelada en acero y roca de la bella y rotunda Sophia Loren, cuando un reportero le preguntó del por qué no se desnudaba completamente en alguna publicación, una revista para caballeros, para complacer de una vez a todo el mundo. A lo cual, la bella del celuloide espetó: “No creo, eso sería mucha desnudez…”.

LETRAS MINÚSCULAS

Eran mujeres, directores, actores mejores a esta generación de “actrices” que se alimentan de agua y alpiste y que piden su cena sin gluten, sin sal… sin vida.