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Biden y Putin en Ginebra, capital de la paz
La cumbre que mañana protagonizarán en Ginebra el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y de Rusia, Vladimir Putin, definirá si algún tipo de diálogo entre ambas potencias es posible, como lo fue en 1955 o en 1985, momentos de gran tensión y de múltiples amenazas mutuas, incluyendo la nuclear, que aunque no se resolvieron, sí se apaciguaron en esta misma ciudad, conocida por ser la capital de la paz.
Los buenos oficios forman parte desde el siglo XIX de la tradición de la política exterior de Suiza, que los ha ejercido en múltiples circunstancias, haciendo que, por ejemplo, en la actualidad represente los intereses de Estados Unidos en Irán, al no haber relaciones diplomáticas entre ellos.
Ginebra, la principal ciudad de habla francesa de Suiza, es vista con agrado por rusos y estadounidenses, que están muy acostumbrados a encontrarse en estas tierras, sea para discretas discusiones o para negociaciones políticas al más alto nivel, como las que les han permitido avanzar en cuestiones de desarme, cerrar el tratado nuclear con Irán o acordar la eliminación de las armas químicas que poseía Siria.
Algunas tentativas diplomáticas que también se desarrollaron recientemente en Ginebra tuvieron menos éxito, como la que pretendía propiciar un arreglo político a la guerra en Siria o la que promovía más recientemente la reunificación de la isla de Chipre, ambas bajo el auspicio de Naciones Unidas, que tiene su sede europea en esta misma ciudad.
La serie de encuentros políticos ruso-estadounidenses en la historia contemporánea se remonta a 1955, cuando el presidente de EU, Dwight Eisenhower, se reunió con el líder ruso Nikolai Bulganin en el contexto de una cumbre en la que también participaban los primeros ministros del Reino Unido y Francia, los aliados con los que el primer país había ganado la Segunda Guerra Mundial diez años antes.
Esas conversaciones fueron influidas por el objetivo común de reducir las tensiones internacionales y mejorar la seguridad mundial.
Diez años después, los presidentes estadounidense Ronald Reagan y el ruso Mijail Gorbachov mantuvieron una serie de reuniones a lo largo de las cuales la atmósfera se fue relajando y las miradas desconfiadas del inicio fueron reemplazadas por imágenes de conversaciones en la que ambos sonreían relajadamente.
Si ambos líderes se reunieron en ese entonces en una mansión construida dentro de un parque de más de 80,000 metros cuadrados con vistas a los Alpes, Biden y Putin escogieron un espacio similar: la Villa La Grange, ubicada en el parque del mismo nombre, el mayor de Ginebra y clasificado como monumento histórico.
La tradición diplomática de Suiza se une así a la atmósfera que puede ofrecer y a su capacidad de organización y de garantizar la seguridad de este tipo de eventos, como lo hace cada año con el Foro Económico Mundial, a la que acuden líderes políticos y económicos del mundo entero.
“La elección de Suiza tiene sentido por su larga tradición y por ofrecer un espacio de neutralidad en el contexto europeo”, dijo el profesor Robert Legvold, especialista de las relaciones de los estados post-sovieticos de la Universidad de Columbia.
Recordó que “con el tiempo los encuentros en Ginebra han sido fundamentales para la relación entre EU y Rusia y lo que se asocia con ellos es generalmente positivo, como cuando Reagan y Gorvachov hablaron de eliminar las armas nucleares”, aunque luego no lo hicieran.
“Si hay alguna capital donde se ha negociado y avanzado ha sido Ginebra y esto desde el periodo de la Guerra Fría y de las alianzas de la OTAN y del Pacto de Varsovia, dos bloques de los cuales Suiza estaba fuera y frente a los cuales era neutral”.
Agenda compleja y llena de desacuerdos
El mundo asiste mañana al encuentro que protagonizarán los presidentes de EU, Joe Biden, y de Rusia, Vladimir Putin, en el que tratarán temas en los que pueden dejar de lado sus diferencias, como la estabilidad estratégica y la lucha contra la pandemia, pero sobre todo de los muchos asuntos que los enfrentan, como la cibercriminalidad, la crisis de Ucrania y los derechos humanos.
Lo que los separa es mucho y el tono entre ambas potencias ha sido agresivo en los últimos meses, coincidiendo con el tiempo que lleva Joe Biden en el cargo, hasta el punto de haber tachado tácitamente de asesino a Putin en una entrevista televisiva.
Tal actitud provocó una agría respuesta del Kremlin, pero no impidió que fuese luego Biden quien llamara por teléfono a Putin para proponerle esta reunión, probablemente la única manera de encontrar un terreno común para un posible acercamiento.
La cumbre de Ginebra cierra la primera gira internacional de Biden, que le ha llevado primero a la cumbre del G7 y a reafirmar una vez más los lazos con el Reino Unido, y luego a sellar la alianza con sus socios europeos, con los que la relación se había deteriorado por las políticas unilaterales de Donald Trump.
El presidente estadounidense llegará a la ciudad suiza reforzado por la voluntad de todos sus interlocutores de los últimos días, los líderes de los países más influyentes del mundo, con la obvia excepción de China, de estrechar su relación guiados por un paquete de intereses comunes.
LOS DERECHOS HUMANOS, CUESTION INEVITABLE
El Gobierno ruso confirmó que en la mesa están todos los temas que preocupan a Washington y a Moscú, lo que significa que Putin deberá escuchar lo que Biden le diga sobre su política en materia de derechos humanos, un ámbito en declive en Rusia, donde la sociedad civil y la prensa independiente enfrentan cada vez más restricciones y los llamamientos occidentales a que se respete el derecho a disentir son desoídos.
Aunque a Putin no le guste, Biden querrá abordar la situación del líder opositor Alexéi Navalni, encarcelado desde que retornó en enero de Alemania, donde se le salvó la vida de un intento de envenenamiento en su país.
Otro tema muy delicado será Bielorrusia, un régimen que ha pasado a ser una amenaza potencial para Europa después de que el mes pasado obligara a un avión a desviarse y aterrizar en el aeropuerto de Minsk para arrestar a un periodista opositor que vivía exiliado en Grecia.
Rusia respalda al presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, para mostrar a los países de su esfera de influencia que su alianza es sólida, algo que se espera transmita a Biden.
CIBERCRIMINALIDAD
El punto de la agenda consagrado a la seguridad informática cubrirá la cuestión de la cibercriminalidad y muy en particular de los ciberataques contra intereses estadounidenses, algo prioritario para Washington en vista de los daños económicos que pueden causar.
Pero mientras EU lo observa como un amenaza concreta y continúa, Rusia valora los recursos cibernéticos como un "arma estratégica o poder estratégico" según el investigador Dmitry Suslov, del Centro de Estudios Internacionales y Europeos de Rusia.
Desde la perspectiva rusa (Putin fue un agente de la inteligencia), las ciberoperaciones con el propósito de espionaje son "algo habitual", comentó el analista a Efe.
No obstante, la reunión con su homólogo estadounidense puede llevar a que Putin, en un gesto de buena voluntad, acepte una mayor cooperación, aunque estaría marcada por la desconfianza mutua, ya que en muchas ocasiones es difícil diferenciar entre ciberoperaciones realizadas por una entidad estatal o por ciberdelincuentes.
UCRANIA Y EL RESTO DEL MUNDO
Ucrania será otro tema complicado en la agenda, pues mientras Biden prometióal Gobierno ucraniano que se mantendrá a su lado en la defensa de su soberanía e integridad territorial, Putin considera que todo esto es un asunto que concierne a Rusia.
El mandatario ruso dejará seguramente muy en claro que es impensable que Ucrania cumpla su anhelo de adherirse a la OTAN.
De los temas más fáciles a abordar y que fueron confirmados por el Kremlin habrá algunos vinculados a cooperación económica, el cambio climático y a la situación del Ártico, así como la lucha contra la pandemia.
En menos de cinco horas de reunión, también se hablará sobre la situación en Medio Medio, el programa nuclear iraní, la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, entre otros temas, para evitar el deterioro de una situación global de por si complicada.