¿Bendiciones denegadas?

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¿Bendiciones denegadas?

a causado gran revuelo el posicionamiento que la semana pasada tomó la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la Iglesia Católica, respecto de la invalidez de las bendiciones que imparten algunos sacerdotes a parejas del mismo sexo. He visto y escuchado de todo: molestia en un lado, satisfacción en el otro. Fans de Francisco tratan de justificarlo, sus detractores tratan de acomodarse a lo que parece el retorno del papa a la línea tradicional de la Iglesia. Además, pulula un sin fin de personas opinando desde sus trincheras.

Interesante cómo se opina con pasión sobre lo que se dice y decide en el seno de la jerarquía católica. ¿Alguien recuerda que, por cierto, no son vinculantes? En todo caso lo son, moralmente para los Católicos, que no somos muy buenos en obedecer. También me parece curioso que los mismos que piden tolerancia a Roma, son al mismo tiempo los que suelen pedir respeto para el ultraconservadurismo del Islam hacia la mujer. Es, para decir lo menos, contradictorio.

A la hora de enjuiciar pareciera que una gran mayoría siente como algo propio a esta milenaria institución, y la quisieran amoldar a su gusto, preferencia o interés. Si no gustan sus mensajes o posiciones, tan fácil como dejar de pertenecer y formarse con quienes se alinean o coinciden en principios e ideales. Pero no parece ser el caso, por lo general se quiere que la institución cambie su postura por muy institucional y antigua que ésta sea, con ellos dentro de ella. El interés de permanecer es claro y muy llamativo.

Las posiciones “progresistas” de Francisco han sumado seguidores por doquier. Su papado era o es visto como una revolución frente a las así llamadas “anquilosadas estructuras” de la Iglesia Católica. A lo largo y ancho del planeta, se dejó sentir un aire permisivo y liberador. Mientras hubiera caridad, perdón y amor al prójimo, todo era posible en esta renovada Iglesia Católica. “Ama y haz lo que quieras”, decía San Agustin.

Los fariseos contemporáneos se encolerizaron, las formas se han supeditado al fondo. En el tema de las parejas homosexuales, el Papa fue contundente: “¿quién soy yo para juzgar?”. Con el paso de los años sigue sorprendiéndonos. Apenas el año pasado habló en favor de la protección legal a estas uniones.

De improviso todo pareció cambiar, la oficina vaticana que encabeza el cardenal español de la Compañía de Jesús, Luis Francisco Ladaria Ferrer, designado por Francisco, emitió un comunicado que reproduce la postura ancestral de Roma al respecto y cayó como balde de agua fría entre los seguidores de Francisco. El conflicto se encona porque muchos se ven en la necesidad de argumentar de manera atropellada en medio de una ofensiva noticiosa de alcance mundial. Se interviene y replica sin ofrecer mayores referencias, se toman por ciertos miles de editoriales que aparecen en Google y así, nos adentramos en una guerra de desinformación de proporciones épicas. 

No conozco mejor forma de distinguir las realidades de las mentiras que recurrir a las fuentes originales. ¿Qué se decidió, por qué, para qué? ¿Existe alguna contradicción entre lo dicho recientemente por el Papa y el reciente posicionamiento del Vaticano? ¿Se trata acaso de una doctrina nueva? No dispongo de espacio para intentar una respuesta completa, la corta y muy incompleta es: en realidad nada cambia, todo parece seguir igual.

El cambio de talante impulsado por Francisco sigue vigente. ¿Por qué tanto escándalo, ante una respuesta del Vaticano a una pregunta expresa y puntual que se le hizo? Sobre todo para los sitios donde estas bendiciones ya estaban en pie, la respuesta fue la misma de siempre, la canónica y vigente. Porque como en toda ley, norma, tradición o enseñanza, los cambios no se hacen en twitter ni en notas breves. Cambios de esta naturaleza serían históricos, trascendentes y llevan mucho tiempo, décadas, siglos.

La respuesta ofrecida por la Congregación para la Doctrina de la Fe fue la oficial: No pueden bendecirse relaciones fuera del matrimonio, es decir, las relaciones heterosexuales u homosexuales entre personas que hacen pareja y viven juntos sin estar unidos por el vínculo matrimonial. Nada nuevo bajo el sol. Todo igual.

El desgarramiento de vestiduras de uno y otro bando parece excesivo, responde al ruido noticioso y en nada debe afectar a la apertura que Francisco ha significado para la Iglesia. Que esto sea lo que es en realidad: una noticia pasajera que no afecta la doctrina en que nacieron y crecieron millones de católicos y menos aún, que afecte la apertura de Francisco a los homosexuales católicos y no católicos. La Iglesia ha dado un gran salto desde una que juzgaba con rudeza, hasta otra que aprende a reconocer el valor y la dignidad de todos los seres humanos. Son muchas, abiertas y trasparentes las iniciativas y movimientos que acogen a personas homosexuales en el seno de la Iglesia y cada vez están menos sujetas a juicios inquisitoriales,  todo ello siendo fieles al Evangelio y al Catecismo, que siempre ha dicho lo mismo. Existe un gran avance en ello, tanto es así, que se percibe un gran interés por dinamitarlo. 

@chuyramirezr

Regresando a las Fuentes
Jesús Ramírez Rangel