Barr y Turley

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Barr y Turley

William Barr y Jonathan Turley son dos de los mejores juristas de Estados Unidos. No son abogados del Presidente Trump, pero están del lado de la ley y el orden y eso es todo lo que Trump requiere para librarse del proceso de desafuero que los demócratas han iniciado formalmente.

La crisis constitucional en Estados Unidos nos afecta y por eso creo indispensable hablar de estos dos renombrados juristas. Barr es el Procurador General de Justicia de Estados Unidos, cargo que también ocupó durante la administración de Bush Jr. Recientemente dio una cátedra defendiendo al Poder Ejecutivo y las facultades que le otorga el Artículo Segundo, alegando que tanto el poder judicial como el congreso han estado minando de mala fe la efectividad de Ejecutivo.

En este marco de referencia, a Barr le ha tocado investigar lo que yo hace mucho les describí a ustedes como el Obamagate en este mismo espacio editorial. Por fin, el lunes próximo tendremos el reporte del Inspector General del Departamento de Justicia que revelará las complicidades de altos funcionarios del gobierno de Obama para espiar la campaña de Trump; y luego como “poliza de seguro” acusarlo de ser agente ruso. Barr y su equipo, tengan por seguro pondrán a mucha gente en su lugar, si no es que en la cárcel.

Barr viene a México a enterarse de primera mano de lo que en Estados Unidos se rehúsan a creer pero es totalmente cierto: nuestro presidente, Andrés M. López O., es —para todos efectos prácticos— un encubridor y protector de narcotraficantes que se niega a cumplir con la ley. Lo demostró al ordenar liberar al hijo del Chapo y al recomendar perdón y olvido para tipos de tan baja calaña como los asesinos de mujeres y niños mormones.

Por otra parte, a Jonathan Turley yo le he seguido la huella desde que hace más de veinte años, compareció como experto constitucional en el juicio de desafuero de Bill Clinton. En ese entonces, a diferencia del circo demócrata contra Trump, Bill Clinton tenía delitos comprobados en su contra y aún así, el Senado optó por no removerlo. Desde entonces, los análisis de Turley eran impecables, combinando la letra de la ley con la interpretación original e histórica más clara y precisa.

Acaba de darnos otra cátedra magistral. Turley dejó en ridículo a los demócratas que han querido desaforar a Trump desde el día que tomó posesión. Turley comprobó que los acusadores de Trump no han podido siquiera tipificar el supuesto delito cometido. De los cuatro expertos juristas invitados, los otros tres fueron como el relleno de pavo. El platillo principal fue Turley, quien no dudó en admitir no haber votado por Trump. Aún así, destrozó el proceso de desafuero demócrata por parcial e incompleto.

Turley dijo claramente que el expediente carecía de evidencia. Que la prisa para desaforar a Trump había generado un proceso defectuoso. Que no podían ignorar, como lo estaban haciendo, que los delitos tienen definiciones precisas en la ley. Que recurrir, como Trump, a un tribunal para defender su prerrogativas de Poder Ejecutivo no era obstrucción de justicia. Que no había cohecho porque este delito había sido limitado a “recibir dinero” de un poder extranjero.

Podría yo acusar a Turley de haber ido a la audiencia de expertos a aconsejar a los demócratas, pero éstos lo vieron como enemigo. Y claro, resultó que no tomaron los consejos del experto y se colgaron de las opiniones partidizadas de los otros tres profesores que ni a los talones le llegaron al profesor Turley.

En conclusión, Barr y Turley no son abogados de Trump, pero pasarán a la historia como los super-juristas que salvaron la correcta aplicación de la Constitución de los Estados Unidos e hicieron respetar el resultado la elección de 2016 que tantas lágrimas demócratas hizo derramar.

Así, los demócratas se encaminan solitos y encuerados hacia un fracaso estrepitoso en el juicio contra Donald J. Trump en el Senado. En el pecado llevan la penitencia: contrario a su intención, han garantizado la reelección de Trump en 2020.

javierlivas@infinitummail.com