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Bajo una misma bandera

Ilustración: Vanguardia/Alejandro Medina

Ya los llaman los “Juegos Olímpicos de la Paz”. Y cómo no, si hasta hace escasamente un mes existía el temor de que el inefable líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, hiciera una de las suyas durante este acontecimiento deportivo mundial.

Por eso el mundo se sorprendió cuando en lugar de lanzar otro de sus misiles intercontinentales, como en todo 2017 y el inicio de 2018, los norcoreanos dispararon señales de buena voluntad.

De pronto, igual que cuando nacieron en la antigua Grecia, los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018 marcaron una súbita distención entre los participantes, pese a que las dos Coreas, continúan técnicamente en guerra, desde el desarrollo del conflicto armado de 1950 a 1953.

El viernes pasado, en la ceremonia inaugural, apareció una bandera unificadora con el mapa de la península de Corea pintado de azul sobre un fondo blanco y con ella, juntos, los miembros de las delegaciones de las naciones vecinas, portando el mismo uniforme.

Sí. Corea del Sur y su vecino del norte se aliaron para lanzar un mensaje esperanzador cuando los casi 150 deportistas de ambos países, 22 de ellos de Corea del Norte, entraron juntos al Estadio Olímpico, que se vino abajo por la emoción de los asistentes.

Poco antes del inicio de la ceremonia de apertura, el anfitrión, el presidente sudcoreano, Moon Jae-in, y la sonriente hermana de Kim Jong Un, Kim Yo Jong, se saludaron. Un hecho inédito en un territorio en conflicto desde hace más de 60 años.

Mucho se ha destacado que Kim Yo Jong –una figura del círculo íntimo del líder, con un rol cada vez más influyente– es la primera miembro de la dinastía que gobierna la República Democrática Popular de Corea en cruzar el paralelo 38°, que divide a las dos naciones, para viajar a la República de Corea.

Lee Hee-beom, presidente del Comité Organizador de los Juegos, sostuvo que “el Norte y el Sur se han convertido en uno mediante las Olimpiadas”. La competencia, dijo, “se convertirá en la luz y la esperanza de todo aquel que desee la paz, no solo en la península coreana sino en el noreste de Asia y todo el mundo”.

Menos entusiasmado, pero desde luego muy satisfecho, Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional aplaudió que un equipo unificado femenino de hockey sobre hielo participará en Pyeongchang.

“Ustedes nos inspiran a todos nosotros a vivir juntos en paz y armonía pese a todas nuestras diferencias. Ustedes nos inspirarán compitiendo por el más alto honor en el espíritu olímpico de la excelencia, respeto y fair play”, dijo el alemán.

A pesar de los guiños de buena voluntad mostrados en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018 entre Corea del Norte y Corea del Sur, el mundo sigue en vilo"

Sin embargo, la imagen de esta tregua en la península coreana, más que la de los deportistas, fue la de los políticos: el presidente del Sur, Moon Jae-in en palco, y la hermana del líder del Norte, Kim Yo-jong, sentada inmediatamente detrás, saludando entusiasmados a su comitiva conjunta.

Apenas a dos metros de ahí, les flanqueaban el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe. A contracorriente del entusiasmo presente, los Gobiernos de esos países se resisten a echar campanas al vuelo.

El acercamiento de su aliado Corea del Sur, con los vecinos del Norte, no es cómodo para Estados Unidos y Japón, principales objetivos de un eventual ataque militar por parte del régimen de Kim Jong Un.

El rotativo español El País publicó que Pence asistió Pyeongchang para contrarrestar “la ofensiva de encanto” norcoreana durante los Juegos Olímpicos de Invierno 2018.

Es claro que Kim Jong Un aprovecha los Juegos Olímpicos para intentar limpiar su imagen internacional. 

Además de atletas y autoridades norcoreanas, el régimen envió un “escuadrón de porristas” y músicos.

Ante ello, el vicepresidente estadounidense –que el miércoles pasado anunció que la administración Trump impondría a Norcorea sanciones económicas “más duras y más agresivas”– llegó a Seúl decidido a no permitir que “Pyongyang secuestre el mensaje de los Juegos Olímpicos”.

Pence evitó saludar a la delegación de Corea del Norte durante los cinco minutos que permaneció en la recepción de dirigentes previa a la inauguración. No dejó duda de que Estados Unidos busca “aislar” a ese país hasta que el régimen “abandone sus programas nucleares y de misiles balísticos”.

Los norcoreanos, por cierto, dieron más motivos de preocupación a la Casa Blanca al invitar al presidente de Corea del Sur a su país y, por si fuera poco, Antonio Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidos sostuvo un encuentro con el presidente de Norcorea.

Sobre la invitación, aún no se conoce la respuesta, pero es sabido que el actual líder de Corea del Sur, el presidente socialdemócrata Moon Jaen-In, es un entusiasta de la eventual reunificación de ambos países, originalmente una nación dividida “artificialmente” por potencias extranjeras.

Los otros dos casos de países divididos por la fuerza durante la Guerra Fría y que consiguieron el reencuentro de familias y cultura, Alemania y Vietnam, son un referente presente en el actual grupo de Gobierno sudcoreano.

Y respecto a la reunión de Antonio Guterres, con el presidente de Corea del Norte, en forma paralela a los Olímpicos de Invierno, el portavoz de la ONU, Farhan Haq, dijo que el diplomático portugués sólo subrayó la necesidad del diálogo y la desnuclearización de la península coreana.

Pero nunca hay felicidad completa y, en paralelo a sus gestos de buena voluntad, Corea del Norte reforzó su imagen amenazante, al adelantar la celebración del 70 aniversario de la fundación de su Ejército con un desfile militar en la capital del régimen.

La conmemoración se llevó a cabo un día antes de la inauguración de los Juegos, en la que las dos Coreas desfilaron juntas. La fecha original es el 25 de abril. Y aunque en esta ocasión el desfile militar no se transmitió en directo, se sabe que se mostraron numerosos misiles intercontinentales con alcance de 13 mil kilómetros, suficientes para golpear Estados Unidos.

Así las cosas, la amenaza para la paz y la seguridad mundial que representa el desarrollo de armas nucleares y misiles no acaba de disiparse por completo.

A pesar de los guiños de buena voluntad mostrados en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018, el mundo sigue en vilo.