¿Aún más reformas?

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¿Aún más reformas?

Tradicionalmente cada seis años, José Ángel Gurría –pensionado del Gobierno federal–, secretario general de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), cabildea para influir en la elecciones presidenciales de 2018 con sus recomendaciones para “el buen rumbo de la economía nacional”.

Por más de 25 años se han instrumentado reformas económicas, privatizaciones y rescates. La banca fue privatizada en 1988-1992 y posteriormente rescatada en 1996 de una crisis de intermediación financiera provocada también en gran parte por los mismos banqueros, con el atraco histórico llamado Fobaproa, cuyos pagarés en todos estos años han costado miles de millones de pesos al erario, a principios de 2017 en más de 890 mil millones de pesos (mmdp) y contando.

Mientras tanto la banca comercial obtiene utilidades anuales promedio de 99.9 mil millones de pesos sólo de 2011 a 2017, resultado del alto costo de las comisiones y el escandaloso diferencial de tasas de interés ahorro-crédito.

Con recursos públicos se instrumentó el Fideicomiso de Apoyo para el Rescate de Autopistas Concesionadas (Farac) que en 1997 costó 58 mmdp, para 2017 el costo acumulado superó los 180 mmdp.

Recientemente, pensiones del ISSSTE (Pensionissste) invertidas en la empresa ICA por casi 400 millones de pesos, lo que en el fondo es un rescate sin respaldo puesto que dicha empresa ha sido cuestionada y suspendida en el mercado bursátil. Otra más y contando.

Desde la década de los 80 del siglo pasado, los sueldos y salarios han perdido más del 60 por ciento del poder adquisitivo. En años recientes, con reducción precaria de la informalidad laboral –de 60 a 57 por ciento en cinco años–, con la reforma laboral se han incrementado en 1.6 por ciento el número de personas que obtienen de cero a tres salarios mínimos, reduciéndose en 5.2 por ciento quienes obtienen más de tres salarios mínimos. 

Esto ha debilitado el mercado interno y el crecimiento económico, cuyo promedio en 25 años es sólo de 2.2 por ciento.

En tres décadas, la relación comercial con Estados Unidos se estrechó aún más y ahora la economía mexicana depende en gran medida del sector externo y sus vaivenes, de ahí la depreciación del peso. 

Decisiones erróneas, por ejemplo: la producción agropecuaria sujeta a las variaciones del mercado internacional ha generado que se importen en promedio más de 45 por ciento de alimentos.

En 2013 el tipo de cambio se situaba alrededor de 13.20 pesos por dólar, para 2016 se ubicó alrededor de 16.5 pesos por dólar y con Donald Trump en la presidencia (y sus decisiones proteccionistas) en 18.70 promedio en el último año. La desconfianza económica en el país no es reciente.

Otra más, la reforma energética. El concepto neoliberal de soberanía no coincide con más del 70 por ciento de mexicanos que no estuvieron de acuerdo con la privatización de la cadena productiva del petróleo, porque se afirma que ésta es para apoyar a la economía familiar, el abasto, reducción de tarifas a empresas y para la competitividad (?!) y que la reforma energética se defenderá “con pasión”.

De 2013 a la fecha, las gasolinas y el diésel han incrementado su precio en más de 30 por ciento promedio, lo que ha impactado la inflación y el alza de la tasa de interés. Como desde hace 30 años no se han construido refinerías en este país, ahora se importa más de 48 por ciento de estos energéticos fósiles. Inclusive, Pemex asociado a la iniciativa privada nacional e internacional ha reducido su producción de 2.2 millones de barriles diarios en julio de 2016 a 1.9 millones en el mismo mes de 2017.

Añádase la deuda pública federal que en cinco años se ha triplicado y es 48 por ciento del PIB y que el gasto en infraestructura productiva prácticamente está estancado (568 mmdp en 2014 a 298 mmdp en 2018), con excesivo gasto corriente (1 billón 841 mmdp en 2010 y 2 billones 963 mmdp en 2017). Con errores y reformas “de gran calado”, la economía es un laberinto y aún el titular de la OCDE recomienda más reformas, como la fiscal para más recaudación y con esto deja entrever la aplicación de IVA a medicinas y alimentos; es decir, menos bienestar para la sociedad mexicana.

Sólo la terca realidad, resultados negativos de sus decisiones y sus reformas económicas –que no del pueblo mexicano– y aun así plantean más reformas. Ven la tormenta y no se hincan.