Atrévete, salte del closet

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Atrévete, salte del closet

Las leyes de la naturaleza han demostrado, que, de todos los animales en el planeta, el único que practica la homofobia es el hombre. Pero no siempre fue así. En el pasado, hubo algunos momentos en que se aceptó o toleró la homosexualidad. Civilizaciones antiguas como griegos, romanos y sumerios lo hicieron, e Incluso durante la antigüedad, la propia Iglesia católica llegó a celebrar ceremonias litúrgicas entre personas del mismo sexo, bajo un antiguo rito conocido como “adelphopoiesis”, palabra griega que significa creación de hermanos.

Pero pasaron los siglos y todo cambió. La persecución sistemática a los homosexuales se volvió una constante y hasta de herejía fueron acusados. Algunos estudiosos de la historia creen que esto se agravó durante la Edad Media, época en que la Iglesia dominaba cada aspecto de la vida de las personas. Siglos después, ya en “tiempos modernos”, los homosexuales dejaron de ser herejes para convertirse en delincuentes o enfermos mentales.

Ayer se celebró el Día Internacional del Orgullo LGBT, que conmemora los disturbios de Stonewall en Nueva York en 1969, que marcaron el movimiento de liberación homosexual.

La lucha ha sido larga y fue apenas en 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud negó que la homosexualidad fuera una enfermedad, desorden o perversión. La fecha se eligió como el “Día Internacional de Lucha contra la Homofobia”, un intento por combatir los crímenes de odio, la violencia, prejuicios y estereotipos, hasta la falta o ausencia de derechos como el matrimonio entre personas del mismo sexo y el derecho a la adopción.

Pero la homofobia, transfobia y la discriminación por orientación sexual, persisten. El rechazo, ignorancia, odio y discriminación de grandes sectores de la población lo siguen haciendo. Muchos lo hacen basándose en dogmas y prejuicios religiosos. Sus argumentos casi siempre son “la Biblia dice”; otros, los más “informados” dicen que se trata de algo que va contra las leyes naturaleza y que los abomina ya que la evolución asegura, separó a las especies en macho y hembra.

Selectivos con la homosexualidad que combaten, no los he visto pronunciarse sobre los casos de pederastia de sacerdotes de la Iglesia. De los segundos, de nuevo expongo las conclusiones a las que llegó el doctor Konrad Lorenz, Premio Nobel de Medicina, que asegura que los vicios y pecados condenados hoy en día, corresponden a inclinaciones puramente adaptativas. Su investigación documentó comportamientos homosexuales en mamíferos, aves, peces y reptiles. Lorenz demostró que, en la naturaleza, existen especies hermafroditas que pueden llegar a procrear sin necesidad de aparearse. Algunos de ellos son caracoles, lagartos y peces.

La ciencia ha evidenciado probables razones de la homofobia, asegurando que pudiera deberse a deseos homosexuales reprimidos por vergüenza o por miedo y que estos se pueden expresar en forma de homofobia. Es eso que Freud llamaba una “formación reactiva”, la batalla furiosa contra sentimientos silenciados. Individuos que libran de manera vehemente su propia guerra personal.

Ahí están infinidad de casos de políticos y líderes de opinión que combatían con ferocidad a los homosexuales y sus derechos, pero que terminaron siendo descubiertos en escándalos de homosexualidad. Y para no herir susceptibilidades locales, expongo casos de descubiertos en los Estados Unidos como los de Troy King, Jim West, Richard Curtis y Larry Craig.

De la tragedia a la que se enfrenta la comunidad LGBT, he escrito decenas de artículos denunciando los abusos a los que son sometidos, el dolor de ser excluidos. Esto me ha costado recibir ataques —siempre anónimos—, en donde me dicen que quizás lo hago sintiéndome víctima de la homofobia. Otros incluso me han invitado a de plano “salir del clóset”. 

A ellos les digo que el amor es un sentimiento tan bello como para estar encerrado en un closet, pero que yo, estoy muy feliz con mi heterosexualidad y que, si fuera de otra forma, no tendría problema en aceptarlo. Pero de la idea de “salir del clóset”, ni hablar. Y es que, para salir del clóset, primero hubiera tenido que entrar y yo no lo puedo hacer por una razón muy sencilla: No quepo, estoy muy gordo.