Asumir el compromiso

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Asumir el compromiso

En octubre de 2013 imágenes de una mujer mazateca que dio a luz en el patio de un hospital de Oaxaca fueron noticia. La mujer en cuclillas, todavía con el cordón umbilical que la unía a su hijo tumbado en el pasto, recién nacido, evidenció lo que muchas madres mexicanas han padecido durante años en el sistema de salud.

El 13 de diciembre a las 4 de la madrugada una mujer de 25 años de edad del municipio de Pijijiapan, Chiapas dio a luz afuera del Hospital “Rafael Alfaro González” luego de estar toda la noche esperando ser atendida por doctores de guardia, quienes nunca le abrieron las puertas.

En junio de este año en redes sociales se viralizó un video en el que una estudiante de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México se burlaba del dolor de una mujer en labor de parto.

Vimos entonces otro tipo de violencia contra mujeres. Y es que estos ejemplos son muestra de la existencia lamentable de la violencia obstétrica en nuestro país.

Tratos crueles, inhumanos y degradantes durante el embarazo, el parto y el puerperio, la negación al acceso a servicios de salud reproductiva, así como el abuzo de medicalización (suele materializarse con la práctica de procedimientos médicos que no son necesarios, sobre todo en la etapa del parto) son expresiones de la violencia obstétrica.

En México, según los datos de 2016 de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, un tercio de las mujeres que tuvieron un hijo entre 2010 y 2015 experimentaron alguna de las formas en que se expresa la violencia obstétrica. De acuerdo con las preguntas que la encuesta incorporó sobre este tema para conocer la experiencia de las madres mexicanas, del total de mujeres entre 15 y 49 años que tuvieron un hijo en el periodo mencionado:

>11% recibió gritos o regaños por parte de personal médico o de trabajo social.

>10% no fue atendida con celeridad como consecuencia de “quejarse mucho”.

>10% no fueron informadas de la necesidad del procedimiento de cesárea.

>9% fueron presionadas para aceptar un dispositivo anticonceptivo o una operación.

Otro dato revelador es que en México este tipo de violencia hacia mujeres, se acentúa con indígenas. De acuerdo con los datos obtenidos en 2014 por Natividad Gutiérrez, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, el 80% de madres indígenas padecen estos tratos.

Sin lugar a dudas en los casos de las mujeres que tuvieron un parto afuera del hospital, la negación del servicio de salud puso en grave riesgo sus vidas y la de sus hijos, lo cual constituye una violación a sus derechos humanos.

Es necesario visibilizar este tipo de violencia contra las mujeres, agresiones hacia el cuerpo, la vida y la integridad de las mujeres, si. Pero creemos que pasar a la acción es fundamental. Modificar el marco jurídico que regula el sistema nacional de salud. Así como la implementación de acciones transversales que van desde la educación del personal que atiende a las mujeres que deciden ser madres, en torno a prácticas que se apeguen a los estándares internacionales dictados por la Organización Mundial de la Salud y por último la implementación de protocolos para la atención a mujeres indígenas.

En mi papel como Representante Popular, asumo el compromiso con las mujeres para buscar y presentar propuestas que atiendan este grave problema que hoy vulnera a tantas mujeres de nuestro querido México.

Twitter: @melbafarias1

Facebook: Diputada Melba Farías