Asía dominaría la economía mundial en 2050

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Asía dominaría la economía mundial en 2050

China superará a Estados Unidos para convertirse en la economía más grande del planeta, mientras que Indonesia podría haber ascendido a las grandes ligas. Foto: Tomada de Internet
China superará a Estados Unidos para convertirse en la economía más grande del planeta, mientras que Indonesia podría haber ascendido a las grandes ligas

¿Quién ganó realmente la Guerra Fría? Tal vez China.

En 1972, la lógica de la Guerra Fría empujó al presidente estadounidense Richard Nixon a una insólita alianza con Mao Zedong, incorporando de nuevo a China a la economía mundial. En 1991, el colapso de la Unión Soviética alimentó un exceso de confianza que proclamó “el fin de la historia” y que cegó a Occidente ante las consecuencias del ascenso chino.

Llegamos a 2020 y el gigante asiático se ha erigido como una potencia mundial, su gobierno de partido único y su economía dominada por el Estado son causa de alarma en las capitales extranjeras y el orgullo de Beijing. Para 2035, las proyecciones de Bloomberg Economics dicen que China habrá superado a Estados Unidos para ser la mayor economía del mundo y quizás también en su actor político más poderoso.

El ascenso de China es solo una parte de un cambio mayor que ya está en marcha y parece que se acelerará en las próximas décadas.

Bloomberg Economics ha utilizado un marco de contabilidad del crecimiento (sumando el aporte del capital, el trabajo y la productividad) para pronosticar el PIB potencial hasta 2050 para 39 países, desde Estados Unidos hasta Ghana. Hemos utilizado esos datos para identificar algunos de los cambios geográficos y políticos clave que se avecinan para la economía mundial.

Los resultados sugieren que un periodo notable de estabilidad, que abarca desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta principios del siglo XXI, está llegando a su fin. El centro de gravedad económica se está desplazando de Occidente a Oriente, de economías avanzadas a mercados emergentes, de mercados libres a controles estatales y de democracias establecidas a gobiernos autoritarios y populistas. La transición ya está trastocando la política, la economía y los mercados globales. Este es solo el comienzo.

Hay muchas cosas que podrían desviar nuestras proyecciones. La crisis de COVID-19 está demostrando cómo las pandemias pueden reconfigurar el mapa económico mundial. Las guerras, los desastres naturales y las crisis financieras pueden hacer lo mismo, así como las decisiones políticas sobre la globalización y el cambio climático. Sin embargo, a falta de una bola de cristal, las proyecciones de crecimiento potencial proporcionan la base más confiable para pensar en el largo plazo.

Asia está regresando al centro de la economía mundial. Como muestra el gráfico anterior, en el cambio de siglo, cuando China todavía no se unía a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el potencial de India yacía enterrado bajo la Licencia Raj, Asia solo representó el 25 por ciento del PIB mundial, sustancialmente menos que Norteamérica y Europa. Para 2050, el continente donde ya vive más de la mitad de la población mundial también aportará más del 50 por ciento del PIB mundial. La contribución de Norteamérica y Europa irá en descenso.

Impulsada por el ascenso de China e India, la participación de los mercados emergentes en el PIB mundial también está creciendo. En 2000, estos representaron casi una quinta parte de la producción mundial. Se prevé que para 2042 superen a las economías avanzadas como las que más contribuyen al crecimiento global, y para 2050, contribuirán con casi el 60 por ciento del total.

El cambio de las relaciones de poder entre países se sentirá profundamente. En 2033, de acuerdo con nuestras proyecciones, India aventajará a un Japón envejecido para convertirse en la tercera mayor economía del mundo. En 2035, China superará a Estados Unidos para convertirse en la economía más grande del planeta. Para 2050, Indonesia podría haber ascendido a las grandes ligas. Tres de las economías más grandes del mundo serán mercados emergentes asiáticos.

Transformación china

Es optimista suponer que todas estas transiciones se darán sin contratiempos.

La idea de que la guerra entre potencias dominantes y emergentes es inevitable (denominada la “trampa de Tucídides” por el politólogo de Harvard Graham Allison) es debatida entre los académicos, pero la intuición es convincente. No es necesario creer en toda la teoría para estar de acuerdo en que los cambios en el equilibrio entre las grandes potencias están plagados de riesgos.

El inminente traspaso de poder de Estados Unidos a China ya ha desencadenado disputas que comenzaron en la esfera del comercio y se extendieron a la tecnología, los derechos humanos y las reivindicaciones territoriales. La administración de Trump pudo haber sido un punto bajo en la diplomacia, pero las tensiones subyacentes, a medida que aumenta la fuerza relativa de China y disminuye la de Estados Unidos, no van a desaparecer.

Y la rivalidad entre las dos economías más grandes no es el único riesgo geopolítico en el horizonte.

Para la década de 2040, la combinación de la fatiga del desarrollo y el envejecimiento de la fuerza laboral reducirá el crecimiento anual del PIB de China a alrededor del 3 por ciento. Mientras que India, con una población más joven y más peldaños por subir, probablemente crezca a un ritmo más rápido. Ya vemos hoy mucha tensión entre ambos países (este año se enzarzaron en una sangrienta escaramuza fronteriza) y es posible que escale cuando, como potencia en ascenso, India desafíe a China por la hegemonía asiática.

El Estado contraataca

Durante los últimos 40 años, desde las revoluciones de Reagan y Thatcher, el ideal del libre mercado ha sido el principio organizador de la economía global. En las próximas tres décadas, el equilibrio entre el mercado y el Estado cambiará. Las economías con altos niveles de propiedad y control gubernamental están en ascenso.

La proporción del PIB mundial que proviene de economías que son ‘libres’ o ‘mayormente libres’ pasará del 57 por ciento en 2000 al 33 por ciento en 2050, según las previsiones del PIB de Bloomberg Economics y el sistema de clasificación de la Heritage Foundation. Se prevé que la participación de aquellas clasificadas como ‘mayormente no libres’, esto es, economías con un alto grado de propiedad y control estatal, aumente del 12 al 43 por ciento.

Es posible que las economías dirigidas por el Estado permitan que los mercados jueguen un papel más importante, pero nada está escrito.

La economía india se está liberalizando, la de China no. De hecho, el presidente Xi Jinping ha pedido empresas estatales “más fuertes, mejores y más grandes”.

Y las transiciones también pueden tomar la dirección opuesta. Las economías de libre mercado han tenido dificultades para mantener los beneficios de la apertura y el dinamismo frente a la competencia de economías de corte estatal. Desde 2016, por ejemplo, Estados Unidos ha impuesto aranceles a cientos de miles de millones de dólares en importaciones chinas, firmó un acuerdo comercial que dicta lo que China debe comprar, exigió que las empresas estadounidenses soliciten un permiso antes de vender ciertas tecnologías al país asiático e intentó fragmentar una compañía china de Internet.

En otras palabras: el temor al ascenso de China ya ha comenzado a alejar a EU de los principios del libre mercado.

Y esos cambios son más que simples idiosincrasias de la administración Trump. En todo el mundo, el ascenso de las economías centradas en el Estado (que siguen políticas comerciales mercantilistas y un enfoque ventajista de la propiedad intelectual) está sembrando dudas sobre el sistema de libre mercado: ¿es el mejor enfoque para impulsar el crecimiento o una vía rápida para ceder ventaja competitiva y, en última instancia, poder geopolítico?

Hay una tendencia similar en política. En 2000, las sociedades ‘libres’ (entendidas como democracias efectivas, según la definición de la ONG Freedom House) representaban el 86 por ciento del PIB mundial. Para 2050, esa proporción se reducirá a alrededor del 60 por ciento. Las sociedades ‘parcialmente libres’ (aquellas con derechos políticos y libertades civiles parciales) y las sociedades ‘no libres’ que imponen controles draconianos representarán para entonces casi el 40 por ciento.

El ascenso de modelos alternativos, tanto en el gobierno como en la economía, plantea preguntas que hasta ahora Occidente no ha podido responder. La administración Trump ha centrado la atención mundial en las implicaciones de largo alcance del ascenso de China, pero no hay muchas señales de que esto haya desencadenado una necesaria reflexión sobre la capacidad del Estado. En cambio, la reacción hasta ahora ha sido una combinación de golpes de pecho nacionalistas, barricadas fronterizas y un llamamiento a los ‘jefes fuertes’ para que tomen el control de la situación.

De cara al futuro

Todavía hay tiempo para que se desarrolle un escenario de fantasía, de crecimiento estable para todos.

Para Estados Unidos y Europa eso significaría que la defensa de los mercados y las mentes libres en el exterior va acompañada de inversiones en educación, infraestructura e investigación que impulsarán el potencial interno. Para China, una sociedad más abierta y un retorno al camino de la reforma del mercado que siguió con tanto éxito en los años noventa y principios de 2000 sería beneficioso por dos partes: impulsaría el dinamismo en el país y aliviaría las tensiones en el exterior. Para India, acelerar las reformas favorables al mercado lanzadas por el gobierno de Modi será fundamental para lograr una mayor prosperidad.

Lo más probable, según la evidencia actual, es que se active una dinámica de autorrefuerzo. A medida que crezcan, China e India se beneficiarán de sus inmensos mercados domésticos, lo que proporcionará a las grandes corporaciones nacionales enormes economías de escala y actuará como un atractivo para las empresas extranjeras y sus tecnologías. El rápido crecimiento y, en el caso de China, la perspectiva a corto plazo de ascender a la cima del ranking económico mundial, generará un efecto halo, eclipsando cualquier ineficiencia en el sistema. La historia la escriben los vencedores, y las reglas económicas también.

Para el Occidente del libre mercado, la dinámica puede operar en la otra dirección. En la competencia con rivales estatistas, ya se han sacrificado algunos aspectos de apertura y dinamismo. Frente a un mundo desconocido, los votantes han sido más receptivos al canto de la sirena del populismo que a las estrategias previsoras necesarias para poner orden en su propia casa. Cambiar el dinamismo del mercado en la economía por el nacionalismo nostálgico en la política no es una receta para el éxito a largo plazo.

En retrospectiva, la consumación de la Guerra Fría, aclamada como el fin de la historia, fue en realidad solo el cierre de un capítulo y el comienzo de otro. El mundo se encuentra en medio de una transición desordenada a medida que la balanza del poder económico y político se inclina de Occidente a Oriente, del libre mercado al Estado y de las democracias al autoritarismo y el populismo. Para las empresas, los inversores y los formuladores de políticas, la historia no ha terminado. Apenas está comenzando.