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Así del precipicio: ¿has estado?
Son solo dos grados Celsius los que nos separan del precipicio. Parecerían una nada, insignificante, pero después de eso, la vida en la Tierra tal y como la conocemos, corre un grave peligro. Es el cambio climático, al cual la ciencia ha llegado a un acuerdo: Si no se reducen para el año 2060 las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 50 por ciento, podría significar el fin del mundo. Hay que detener el incremento en la temperatura de la Tierra y son dos los grados Celsius que nos apartan del abismo. Si la temperatura del planeta sube, será el final de todo.
Los científicos han demostrado que, aunque no lo parezca, el incremento puede ser catastrófico. El célebre químico mexicano y Premio Nobel, Mario Molina que recién falleció esta semana, durante una célebre conferencia en el MIT, pidió un pensamiento racional sobre los riesgos del cambio climático global. “Tenemos una responsabilidad para con las generaciones futuras”. “Tenemos que dejarles un entorno en el que puedan tener un nivel de vida al menos tan bueno como el que tenemos ahora. Dijo que “Realmente, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que el cambio climático no solo está ocurriendo, sino que es una consecuencia de las actividades humanas”. Molina, desmintió el mito de que la ciencia detrás del cambio climático no está bien establecida como han acusado algunos escépticos del cambio climático y cuyos puntos de vista atípicos no han resistido el escrutinio científico.
Molina fue un importante contribuyente al conocimiento de los efectos humanos en el medioambiente: en un artículo de 1974 predijo que la emisión de gases industriales dañaría la capa protectora de ozono de la Tierra. Desde entonces alertaba que el cambio climático es real y causado por el hombre. Decía que todavía tenemos mucho tiempo para tomar medidas y enfatizaba que inundaciones, sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos. Los acontecimientos se están produciendo con mucha más frecuencia que en el pasado.
A su preocupación se terminó uniendo la comunidad científica y luego de muchos años, los políticos respondieron con el Acuerdo de París que, en diciembre de 2015, jefes de estado y de gobierno de la mayoría de los países industrializados, se comprometieron a acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono. El Acuerdo de París planeaba hacer esfuerzos ambiciosos para combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos. Luego de cinco años de la reunión de París, en México aspiramos a construir una refinería y la energía eólica afecta los paisajes.
Al final lo que sabemos es que, si no se detiene la producción de CO2 de los niveles actuales, en los próximos 100 años el incremento de la temperatura podría oscilar entre 1.4 y 5.8 grados, lo cual haría imposible la vida en el planeta”. Sencillo, estamos a dos grados del precipicio.
El cambio climático usted lo ve y lo siente todos los días. Se trata de un clima loco que derrite glaciares y causa ciclones, inundaciones, calores sofocantes y lluvias interminables, muy parecidas a las que durante 40 días y 40 noches ahogaron a Macondo. Esas lluvias constantes e insólitas que parecían no acabarían jamás y que cuando lo hicieron, dieron paso a sequías prolongadas donde los pájaros morían de golpe en pleno vuelo a causa del calor y caían desplomados.
El cambio climático ha llegado para quedarse, afectando cada faceta de la civilización humana, y aunque a nosotros poco nos importa; los científicos del clima están aterrados, pues empeorara el acceso al agua dulce y la acidificación de los océanos nos impedirá cosechar más, lo cual será terrible para los 2 mil millones de nuevas personas que nacerán de aquí al año 2050 y que se sumarán a los 7 mil millones de seres humanos que ya estamos aquí.
Así pues, hoy, la civilización humana corre presurosa al precipicio y las advertencias solo han servido para que aceleremos hacia nuestra propia destrucción. Estamos quizás, embrujados por lo que decía Nietzsche acerca de los abismos “Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”. Quizás tantos años de estarlo viendo al precipicio, nos han animado a dar el último paso.